Por: Redacción
Desde cualquier enfoque económico se concluye que una sociedad mejor educada tiene mayores ingresos; sin embargo, cuando se introducen otros elementos dicha relación puede debilitarse y este hecho tiene relevancia para el diseño de políticas educativas y económicas, señaló el maestro Emilio Linthon Delgado, estudiante del Doctorado en Ciencias Económicas de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
En la mesa Educación, empleo y salarios, que se llevó a cabo en la Rectoría General de la UAM como parte del XXVI Coloquio Mexicano de Economía Matemática y Econometría, Linthon Delgado se refirió al “desajuste educativo en un mercado laboral segmentado”, en el que están por un lado los trabajadores informales y por otro los formales.
Hay un acuerdo generalizado en que la educación tiene un efecto en los ingresos debido a las habilidades productivas que adquieren las personas, por lo que, al ampliarse el nivel de escolaridad, aumenta a su vez el de la productividad; no obstante, es posible que a la educación “se le esté dando mucho peso como promotor de mayores ingresos y factor de reducción de la desigualdad económica”, apuntó.
El estudiante del Doctorado en Ciencias Económicas de la UAM sostuvo que la “credencial educativa” en el mercado tiene un valor por su carácter posicional; es decir, “que yo la tenga y otros no, es lo que le da valor”, pero independientemente de que “me haga más productivo, ésta actúa como un filtro”.
Aproximadamente 50 por ciento de la fuerza laboral se encuentra en la informalidad “y la evidencia empírica muestra que ésta tiene repercusiones importantes en los ingresos de los trabajadores y que los rendimientos de la escolaridad en este segmento suelen ser también inferiores”.
En ese sentido, mayor escolaridad “no conduce automáticamente a mayores ingresos”, pues esto dependerá del sector –formal o informal– en el que el trabajador se desempeñe.
En tal contexto, un elemento incorporado a este trabajo de investigación es el concepto de “desajuste”, donde la idea fundamental es que la productividad está fuertemente influenciada por la calidad de la fuerza de trabajo y no puede hablarse solamente de escolaridad y de que cualquier persona que tenga alta escolaridad va a tener la misma productividad en cualquier trabajo.
El tipo de ocupación “impone ciertas restricciones que limitan los beneficios económicos de la educación”.
Por su parte el maestro Rigel Castro Hernández, jefe de Proyecto “A” del Instituto Nacional de la Evaluación de la Educación, se refirió a la contribución de los falsos ‘ninis’ a la reproducción económica del hogar, y expuso que hay una gran cantidad de jóvenes en los hogares que si bien no estudian o trabajan formalmente, desarrollan trabajo como cuidadores de un familiar enfermo o realizando trabajo doméstico, entre otras actividades no remuneradas pero que son económicas, porque contribuyen “a la sobrevivencia de los integrantes del hogar” y, por tanto, “es necesario visibilizar”.
El maestro en demografía aseveró que de acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo 2016, de seis millones de “ninis”, solamente un millón 300 mil están sin empleo y no van a la escuela, un millón está buscando trabajo y el resto, casi tres millones 700 mil, están desempeñando diversas actividades no remuneradas, como el trabajo doméstico, que en 70 por ciento es realizado por mujeres jóvenes.
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