Por: Redacción
El discurso de Donald Trump es una primera declaración unipersonal, egocéntrica de todo su poderío; es muy populista, conservador y profundamente demagógico, afirmó Diana Marenco Sandoval, académica de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la UNAM.
Los discursos de la democracia no sólo reconocen al otro, al pueblo, como interlocutor, sino que lo considera partícipe de los planes, de los proyectos que plantea. El de Trump es unipersonal. Es él, el gran señor, quien le regresará “América” a los “americanos”, aunque se refiere sólo a los WASP (white anglo-saxon protestant). No obstante, los más desprotegidos han sido precisamente los latinos y las minorías que tanto desprecia.
La suya es una pieza de oratoria profundamente ignorante, carente de información y de bases argumentativas: desconoce su pasado y su historia, es el discurso de un ególatra. Es el inicio de una nueva era del discurso “político” en el que se acaban los sacrificios por los demás; es, más bien, una declaración de guerra a sus adversarios, agresivo, en donde deja claro quiénes son y a qué se deben atener si no obedecen sus órdenes, dijo.
Es una alocución que corresponde más a un “emperador” que a un presidente democrático, porque excluye al pueblo y carece de toda empatía. La alusión que hace de desaparecer de la faz de la tierra al terrorismo islámico no es sólo beligerante, sino peligrosa. Y cuando se refiere a su lucha contra la pobreza, su narrativa es falaz porque en el fondo su alegato va en contra de los más vulnerables: negros, mexicanos y latinos.
Es demagógico y patriotero, subrayó Marenco, porque apela al sentimiento más primitivo e irracional del nacionalismo: “América” es lo primero y para los “americanos”, refiriéndose a los estadounidenses.
Su narrativa es vacía y sin argumentos, pues ofrece, por ejemplo, que con la construcción de más puentes y carreteras se logrará el crecimiento y desarrollo de EU, y es esa prosa simple lo que lo ha llevado al éxito: el efecto es de adhesión y de simpatía para quienes piensan como él. No tiene necesidad de ser empático, lo que promete es para él y sus simpatizantes.
Populista y mesiánico
Por su parte, Eduardo Rosales Herrera, académico de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Acatlán, explicó que el discurso que Donald Trump dio tras rendir protesta como presidente de Estados Unidos fue populista, fantasioso, con mentiras y hasta con tintes mesiánicos.
“Fue populista al expresar que devolverá el poder al pueblo. Son los tintes recurrentes precisamente de la demagogia populista. Fue patriotero porque señala que Estados Unidos va a ser nuevamente grande y, además, ‘ayudado de Dios’, lo cual raya en lo místico y mesiánico”.
El doctor en Relaciones Internacionales señaló que un ejemplo de las mentiras expresadas por el nuevo presidente de la Unión Americana son sus afirmaciones de que en esa nación ha caído el empleo. La administración de Barack Obama es una de las que mejores números entrega en ese rubro; En EU el desempleo está por abajo del cinco por ciento”.
Otra de sus mentiras es la afirmación de que Estados Unidos ha enriquecido y protegido la frontera de otras naciones, cuando ha ocurrido lo contario. “Ha empobrecido a otros países y no ha protegido sus fronteras, sino sus intereses geopolíticos, como sucedió en Afganistán, Libia y Siria”.
El carácter fantasioso en el discurso de Trump se muestra cuando asegura que erradicará el terrorismo de la faz de la Tierra, como si ello dependiese de un solo país, un solo factor y un solo individuo. “Éste es un problema multidimensional y multifactorial”, remarcó Rosales Herrera.
Entre los políticos estadounidenses el mensaje fue calificado como agresivo y descortés, al expresar frente a expresidentes que entregará el poder al pueblo y asegurar que antes sólo un grupo o camarilla era la que dominaba.
“Nunca tuvo un gesto de atención para los logros que tuvieron sus antecesores, particularmente Barack Obama. Un país no se inventa de un día para otro o de una presidencia a otra: es el cúmulo de aciertos y errores, fortalezas y debilidades que recoge un nuevo presidente para continuar apuntalándolo y resolver sus debilidades”, aseveró.
En conclusión, el universitario expresó que el discurso del nuevo mandatario fue desafortunado.
Emocional retórico
Al respecto, Iván Alfredo Islas Flores, también de la FCPyS, expuso que el lenguaje utilizado por Trump en su primer discurso como presidente de EU fue claro en su estructura, pero con un tono emocional, retórico y con un rasgo muy personal.
El docente del Centro de Estudios en Ciencias de la Comunicación de la entidad refirió que fue una buena alocución en términos de su estructura, y en términos de contenido condensó todos los elementos que había expuesto en su campaña, aunque sin ser manejados de una manera tan beligerante. Por el contrario, “estuvieron envueltos en una retórica que selecciona de manera muy atinada las palabras y los elementos para mantener las posturas autoritarias y nacionalistas que ha promovido”.
Iván Islas reiteró que Trump confirmó mucho de lo que expresó durante su campaña, y como presidente electo su discurso fue dirigido sobre todo a los electores que votaron por él. “No fue inclusivo, apeló a un cierto auditorio”.
Utilizó referencias que fueron seleccionadas, con contenido totalmente nacionalista: la nación es primordial; las relaciones que se establezcan dentro del propio país son lo esencial; aunque el mundo está globalizado, la prioridad es siempre al interior de la Unión Americana.
Otro recurso en su lenguaje es el de la comparación, al resaltar lo que sus antecesores no hicieron y que él sí hará. Las marcas de autoritarismo en su mensaje no son explícitas, sino implícitas, dejando ver que el nuevo presidente considera que lo importante o lo valioso es su visión.
Se puede considerar que su discurso continuará igual, aunque siendo optimistas se podría matizar al momento de la acción política, porque entonces intervendrán otras variables impuestas por la propia realidad y por la circunstancia del contexto mundial, finalizó Islas Flores.
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