Autor Arnulfo Roque Huerta
Este semestre he tenido la oportunidad de impartir clases en tres escuelas distintas: dos de ellas preparatorias y una más secundaria; cada una de ellas tiene sus particularidades, sus formas de trabajo, su organización, pero sobre todo una gran diferencia en cuanto a sus estudiantes. He identificado que su forma de hablar, actuar y pensar es muy disímil, así como el nivel de aprendizaje pues difiere en gran manera en cada escuela, noto que el respeto a la autoridad es comprendida desde puntos de vista distintos y que los sueños, metas y propósitos distan abismalmente entre unos y otros.
En una de las escuelas el alumnado se compone de chicos que habitan en lugares tranquilos, en comunidades humildes donde aún los valores son relevantes y parte importante de la educación hacia los más jóvenes, por lo cual los chicos se muestran atentos a la clase, respetan el trabajo del profesor, evitan las palabras obscenas y buscan cumplir con las actividades que se les asignan, se esfuerzan por aprender, preguntan con coherencia y responden oportunamente, sin duda como todo joven llegan a equivocarse o cometer errores pero son humildes y saben pedir disculpas.
En otro de los colegios el nivel adquisitivo de las familias de los alumnos es mayor, pero el lograr darles una mejor vida a los chicos cobra factura pues la mayoría de ellos han crecido solos o han sido criados por los abuelos lo que da como resultado que los padres no conozcan a sus hijos y estos les tengan nula confianza. Sus objetivos se limitan un poco debido a que todo lo han recibido con facilidad, les cuesta trabajo reconocer autoridad pues no están acostumbrados a convivir con una; sin embargo con el paso del tiempo van reconociendo y respetando al profesor de tal manera que muchas veces llegan a confiar en él así como a escucharlo y comprender el sentido del aprendizaje, de la educación y de la escuela en general.
La tercera escuela es la más complicada, pues los alumnos son muy limitados en el lenguaje, las palabras obscenas son su vocabulario particular, su conocimiento general es poco o en muchas ocasiones nulo, ignoran la autoridad de los docentes, algunos ya son víctimas de vicios (mínimo el tabaco); asisten a la escuela sin muchas ganas de aprender, la mayoría no entrega tareas, no participa en clase y se conforman con la calificación mínima aprobatoria, muchos esperan concluir la preparatoria para después dejar que el destino decida por ellos. Otros esperan avanzar lo más que puedan antes de rendirse o que sus padres se fastidien de sus malas calificaciones y mal comportamiento para terminar quitándoles su apoyo, orillándolos a dejar la escuela y buscarse un trabajo de lo que sea para aportar mínimo algo a la casa.
Estos son solo tres contextos que tengo la oportunidad de conocer en cuanto a la educación, sé que no podemos culpar a los chicos pues como decía la periodista Cristina Pacheco: “Aquí nos tocó vivir”. Nosotros los profesores lidiamos un par de horas con esto pero los chicos lo viven a diario, nadie les dio a elegir en cuál de todos los contextos del país querían vivir, pero aun escogiéndolo cada uno tiene sus pros y sus contras, en cada uno de ellos los muchachos tienen que luchar, crecer y buscar salir adelante como sea.
Hoy existen evaluaciones a los docentes, donde se habla de acuerdos, de planeaciones argumentadas, de carpetas pedagógicas y de un sinfín más de situaciones que se pueden aprender estudiando para lograr obtener una idoneidad como profesor frente a grupo, pero todo eso no ayuda cuando tienes que afrontar los contextos tan cómodos para algunos, tan complicados para otros y muy crudos para muchos más. En realidad es que no hay cursos, maestrías o doctorados que te puedan preparar para dominar el contexto, sin embargo pasar tiempo en ellos te permite estudiarlos, comprenderlos y saber actuar cuando la situación se pone difícil.
Siendo que los chicos no tienen culpa de estar en el contexto en el que se encuentran es deber de quien ha decidido ser docente, ayudar al alumno en la búsqueda de mejorar, sin ser lingüista enseñarles a hablar correctamente, sin ser psicólogo trabajar en su autoestima, animarlos a vencer sus miedos y limitantes, sin ser sus padres comprenderlos, llamarles la atención y por qué no aconsejarlos. Es deber del docente comprender el contexto para que el chico deje de lado el pretexto y se enfoque más en el texto.
Concluyó con la frase del arquitecto holandés Rem Koolhass: “Intento entender el contexto más amplio en el que suceden las cosas de forma que nuestras intervenciones encajen bien en este entorno.”
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