Por: Redacción
En México hay un grupo de plantas comestibles conocidas con el nombre genérico de quelites. Algunas se siembran en las milpas y otras crecen de manera silvestre; el quintonil, la flor de calabaza, la chaya y el alache son algunas de ellas.
Contienen fibra, vitaminas, minerales y fitoquímicos que ayudan a conservar la salud. “Según la zona, muchas son subutilizadas y sólo se dan en época de lluvias, de ahí que sea oportuno considerar qué tipo de tecnología de alimentos pudiera servir para prolongar su vida de anaquel”, indicó Amanda Gálvez, del Departamento de Alimentos y Biotecnología de la Facultad de Química (FQ) de la UNAM.
En 2014, bajo la responsabilidad técnica de la universitaria, un grupo mutidisciplinario, conformado por 22 investigadores, inició el proyecto –con apoyo del Conacyt– “Rescate de especies subvaloradas tradicionales de la dieta mexicana y su contribución para el mejoramiento de la nutrición en México”.
El proyecto consiste en estudiar, en una primera fase, la chaya (Cnidoscolus aconitifolius), el alache (Anoda cristata) y el chepil (Crotalaria longirostrata).
A la fecha, estas plantas no están reportadas en ninguna base de datos internacional. Gálvez y sus colaboradores (entre los que también se cuentan varios estudiantes) ya generaron, a partir de la secuencia de pares de genes, sus códigos de barras biológicos; de esta manera podrán incluirse en el Código de Barras de la Vida (Barcode of Life Database o BOLD).
Patrimonio alimenticio olvidado
Debido a la urbanización de grandes áreas del territorio nacional y a la migración de los habitantes de zonas rurales, la gente ha dejado de cultivar o colectar esas plantas y, por lo tanto, no se incluyen en la dieta cotidiana ni se aprovecha su valor nutrimental.
Además, los cambios de hábitos en la alimentación de los mexicanos han causado problemas de salud. Hoy el país sufre una epidemia de obesidad, diabetes e hipertensión que impacta negativamente a las instituciones de medicina social. Con todo, esos inconvenientes se podrían prevenir, en buena medida, con una dieta balanceada que incluya estas plantas.
La chaya crece en Tabasco y la península de Yucatán. En el laboratorio de Ruy Pérez Tamayo, investigador de la Facultad de Medicina, de descubrió que combate a las amibas.
El alache es poco conocido, pero se colecta en el área de los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl, y en los alrededores de Ozumba, en el Estado de México. Rachel Mata, investigadora de la FQ, encontró y publicó recientemente que contiene flavonas antihiperglucemiantes.
Se tiene que batir y al hacerlo suelta un mucílago que, se cree, evita que el organismo humano absorba rápidamente el azúcar que consume. Junto con el efecto de las flavonas descubiertas, resulta esperanzador para los diabéticos.
En cuanto al chepil, abunda en Oaxaca y se usa, en cantidades pequeñas, como el epazote, para dar sabor a los guisos.
En la actualidad, los universitarios hacen evaluaciones acerca del sabor de estas plantas para caracterizarlas con más precisión; miden su efecto antioxidante y determinan sus propiedades antibióticas y profilácticas, su actividad anti-Helicobacter pylori (bacteria causante de la úlcera gástrica) y sus potenciales agentes nutracéuticos.
Además, pretenden analizar sus canales de comercialización y el impacto social que puede tener su cultivo.
Harán propuestas destinadas a darles un valor agregado que permita convertirlas en un buen negocio para quienes las han conservado y, eventualmente, presentarán algunas recomendaciones de política y de legislación que contribuyan a multiplicar la información relacionada y a retroalimentar a las comunidades en donde se cultivan o colectan.
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