Por: Redacción/
El distanciamiento social, aislar a los enfermos, proteger a grupos vulnerables y lavarnos las manos con frecuencia, son cuatro medidas con las que podemos cambiar el curso a la epidemia de COVID-19 en nuestro país, afirmó Mauricio Rodríguez Álvarez, vocero de la Comisión Universitaria para la Atención de la Emergencia del Coronavirus, creada por la UNAM.
Carlos Rosales Ledezma, del Instituto de Investigaciones Biomédicas y también integrante de la comisión, subrayó que el aislamiento físico es lo más importante en este momento, pues los próximos ocho o 10 días son los más críticos y se deben extremar precauciones.
“Es lo que las autoridades nos están pidiendo; éste es el momento para que no nos contagiemos unos a otros”, dijo en el programa “La UNAM responde”, transmitido por TV UNAM.
Rodríguez Álvarez, académico de la Facultad de Medicina y especialista en microbiología, remarcó que la historia sobre esta enfermedad se está escribiendo en estos momentos y que el conocimiento sobre ella se va modificando casi en tiempo real. Por ejemplo, hasta hace unas semanas se decía que las personas asintomáticas no contagiaban mucho, pero recientemente se publicaron dos artículos en los que se documenta que sí generan una transmisión importante del coronavirus.
“Los asintomáticos pueden tener un papel importante, y con mayor razón todos tenemos que guardarnos en casa. Si alguien estuvo en contacto con un enfermo y está asintomático o con síntomas muy leves, podría contagiar a otros y amplificar la epidemia. El impacto de los asintomáticos en China fue muy alto”, aseveró.
Asimismo, resaltó que las pruebas para detectar el SARS-Cov-2 no son la solución, sino quedarse en casa para evitar los contagios y no saturar los sistemas de salud.
Las pruebas diagnósticas sirven para vigilar la epidemia, dar seguimiento a la propagación del virus en la comunidad, no para el manejo clínico de los pacientes, explicó el universitario, en plena coincidencia con lo señalado en días pasados por Samuel Ponce de León, coordinador de la Comisión universitaria sobre el tema. Por ello, consideró Alvárez, “deben racionalizarse este tipo de pruebas, porque los reactivos e insumos están siendo demandados a nivel global, no sólo en México”.
En todo el mundo se hacen pruebas, y los insumos, equipos y líneas de producción relacionadas están saturados. Apostarle tanto a las pruebas no es correcto, es mejor racionalizarlas y usarlas con inteligencia, para que ayuden a vigilar la epidemia”, insistió.
Desde el inicio de la epidemia, en China, se empezaron a evaluar estrategias terapéuticas con fármacos ya existentes. A la fecha se realizan estudios muy serios con dos de ellos: cloroquina y azitromicina, expuso.
“Seguramente en un par de meses habrá resultados robustos y podremos tomar acciones sobre la marcha. Las medidas terapéuticas requieren soporte científico que documente la seguridad y eficacia antes de usarlos, pero todo apunta a que pueden servir, sólo hay que determinar en qué pacientes y en qué momento se pueden utilizar”, recalcó el especialista.
No obstante, advirtió que la cloroquina tiene efectos adversos en el corazón, “si la gente la toma para salvarse del coronavirus, puede tener arritmias o un infarto, y por comprarlo, dejar sin este medicamento a quienes tienen lupus o artritis”.
Finalmente, Rodríguez Álvarez pidió a la población mantenerse informada con fuentes confiables como las páginas de la UNAM, de la Secretaría de Salud y de la Organización Mundial de la Salud.
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