Por: Redacción/
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, debiera buscar otra forma de atender la problemática migratoria sin hacer uso de los más vulnerables de esta historia, los niños, que son personas en formación, denunció la doctora María Elena Sánchez Azuara, profesora-investigadora de la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
Con su política de tolerancia cero hacia el flujo de migrantes y pese a que dio marcha atrás el pasado 20 de junio al revocar esa política, el gobierno de aquel país está poniendo en riesgo a los pequeños, que al ser separados de sus seres queridos están en un estado de pérdida de identidad, pues no hay una nutrición afectiva y es muy probable que tampoco puedan alimentarse ni dormir, que son necesidades biológicas básicas.
Para sobrevivir a esa edad, por naturaleza, los menores necesitan de familiares cercanos que los protejan y les permitan vivir las experiencias que responden a sus necesidades básicas en términos emocionales, pero al estar aislados del cariño y la protección de sus familiares, así como privados de la posibilidad de ser vistos y escuchados, su personalidad y seguridad resultan afectadas.
Al no contar con sus padres –debido a la nueva política estadounidense de ‘tolerancia cero’, a partir de la cual las autoridades fronterizas han procesado penalmente a cualquier migrante ilegal y mientras espera juicio le arrebatan a sus hijos para apartarlos en centros de detención en condiciones de barbarie– les están provocando una alteración muy grave.
Lo preocupante es que estos infantes –alejados de sus padres desde mediados de abril para dejarlos entre rejas dentro de almacenes y en tiendas de campaña en medio del desierto– están en peligro de perder la vida por enfermedades, por problemas nerviosos o tristeza, ya que lo que están viviendo es un estrés traumático.
Los que logren sobrevivir sufrirán de un desequilibrio en el sistema nervioso autónomo que está en todo momento alerta, lo que significa que todas las funciones de su organismo están alteradas, lo cual puede provocar cualquier tipo de mal.
Esto remite al complejo vínculo existente entre el cuerpo y la mente, porque la manera de abordar esta problemática no puede ser sino de una forma holística que permita comprender al sujeto en su totalidad psicocorporal.
Para referirse a esta problemática, la profesora del Departamento de Sociología retoma las aportaciones de Luciano Rispoli, fundador de la Psicología funcional del sí, teoría que constituye un modelo integral que concibe al organismo humano como una totalidad de funciones interrelacionadas entre sí.
Así concibe los peligros a los que están sometidos los niños en cautiverio y cuya referencia a la psicología funcional permite comprender con mayor claridad la relación psique-cerebro-órgano y las relaciones sociales.
Estas aportaciones contribuyen a una concepción diferente del riesgo de enfermedad y permiten fundamentar la relación entre el estrés crónico, el postraumático y las enfermedades.
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