Por: Redacción/
Debido a su función de intercambio económico y a la posibilidad de articulación de relaciones sociales, los mercados públicos tienen gran importancia en la ciudad y su transformación muestra las etapas de transición del espacio urbano, señala el doctor Adrián Hernández Cordero, profesor-investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
En el artículo Los mercados públicos: espacios urbanos en disputa, el académico del Departamento de Sociología de la Unidad Iztapalapa refiere que durante la segunda mitad del siglo XX fueron organizados y cubiertos bajo estructuras de hierro, mostrando que en esa época imperaba la idea de regular la actividad comercial, así como hacerla higiénica.
Hernández Cordero precisa en su investigación –que apareció en el número 83 de la Revista de Ciencias Sociales y Humanidades, editada por esa unidad académica– que un siglo después, la expansión de la periferia urbana y la desinversión en los centros de las ciudades generaron un proceso de decadencia en estos espacios, que se agudizó con la introducción de nuevas formas de consumo propias del capitalismo, entre ellas los supermercados.
Sin embargo, en las últimas décadas los centros de abasto son redescubiertos en el contexto de reurbanización y se han vuelto equipamientos altamente capitalizables en la era neoliberal.
La ciudad de Barcelona resulta un buen ejemplo de la reconversión de los mercados públicos, sobre todo de aquellos que se ubican en zonas de alta rentabilidad económica, por ejemplo, el Centro Histórico y los barrios turísticos.
La apuesta del ayuntamiento de Barcelona ha consistido en dotar de nuevos usos a los viejos equipamientos alimentarios: el mercado de la Boquería es la más clara muestra del impulso de las políticas turísticas que se ha desarrollado en los últimos años, ya que dicho mercado es uno de los principales atractivos de la capital catalana debido a su localización céntrica que permite que sea más visitado por turistas que por los propios pobladores de la localidad, ante la progresiva transformación de los locales tradicionales, que han dejado de ofrecer alimentos comunes y en su lugar venden productos gastronómicos.
Otro caso es el del mercado de Santa Caterina, que se ubica en el barrio de La Ribera también en Barcelona y que originalmente se erigió como uno de los principales centros de abasto de la ciudad.
Tras un proceso de desinversión desde mediados del siglo XX, vivió un largo periodo de remodelación que buscó la transformación socioespacial de su entorno y detonar la actividad turística.
A partir de su reapertura en 2015 la nueva oferta del mercado de Santa Caterina se caracteriza por poner a la venta además de productos alimentarios básicos, artículos de tipo gourmet y orgánicos dirigidos a los sectores de clase media instalados en el Casco Antiguo.
En su investigación el especialista en geografía urbana ha observado que progresivamente se destina una mayor superficie comercial a mostradores de degustación, así como a la oferta de productos artesanales, ecológicos y gourmets que tienen costos superiores a las mercaderías comunes.
En ambos casos, los mercados dejaron de cumplir su papel principal de equipamiento público que brinda alimentos a precios accesibles a los residentes de la zona y de la ciudad, y se han conformado como espacios excluyentes, dirigidos a satisfacer las demandas de distinción de turistas y habitantes de clase media.
La experiencia de la capital catalana respecto de la reforma de sus mercados municipales ha sido paradigmática. Diversos autores han demostrado cómo los mercados estudiados se han vuelto un referente exitoso a escala internacional, por lo que se ha asumido como casos dignos de replicar por parte de gobiernos y la iniciativa privada en diversas latitudes como Madrid o la Ciudad de México.
Sin embargo, concluye, los mercados se erigen como espacios de lucha de clases en los que se enfrentan grupos populares para los cuales la vida en ese espacio es parte de sus mecanismos de supervivencia, mientras que los nuevos habitantes promueven intereses relacionados con su calidad de vida. Chocan proyectos políticos que entienden a la ciudad en forma desigual.
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