Por: Redacción/
“Dos tercios de la población con hambre en el mundo viven en países en conflicto. Casi 490 millones de personas malnutridas, entre ellas 155 millones de niños, viven en estas naciones”, resaltó el secretario general adjunto para Asuntos Humanitarios, Mark Lowcock, durante una sesión informativa ante el Consejo de Seguridad.
Lowcock aseguró que sí es posible erradicar la hambruna en “esta vida”, ya que el riesgo de padecer hambre se concentra en un número relativamente pequeño de países afectados por conflictos graves y prolongados.
“El comportamiento de los combatientes en estos contextos es a menudo atroz. Se deniega el acceso humanitario y el hambre se utiliza como un método de guerra. Las partes enfrentadas dañan y destruyen los sistemas de agua, granjas, ganado y mercados, mientras los vendedores de alimentos se enfrentan a saqueos y costos exorbitantes para llevar comida a sus clientes”, explicó.
Lowcock dijo a los miembros del Consejo que ellos poseen los medios para investigar todas las violaciones del derecho internacional humanitario, velar por la paz y la seguridad internacional y prevenir que la hambruna vuelva a suceder.
“No hay soluciones humanitarias para el conflicto, son la paz y las soluciones políticas las que interrumpirán el círculo vicioso del conflicto y el hambre”, aseguró.
El director del Programa Mundial de Alimentos, David Beasley, hizo eco a las palabras del coordinador humanitario y enfatizó que el número de personas que padece hambre ha aumentado un 55 % en los últimos dos años hasta alcanzar los 124 millones.
Beasley resaltó que el vínculo entre el hambre y el conflicto es tan fuerte como destructivo. “Si un hombre no sabe de dónde vendrá la próxima comida de su hijo, puede verse obligado a tomar decisiones radicales, como unirse a terroristas”, dijo, señalando que estos grupos utilizan la escasez de comida como un medio de reclutamiento.
Si un hombre no sabe de dónde vendrá la próxima comida de su hijo, puede verse obligado a tomar decisiones radicales como unirse a terroristas.
El director además aseguró que el precio de los programas para acabar con las causas del hambre es mucho más bajo que el costo de los conflictos. “El Programa Mundial de Alimentospodía ahorrar mil millones de dólares al año si todos los grupos armados respetaran el derecho internacional humanitario”, dijo.
La solución, expresó, está en darle a las personas oportunidades para generar sus propios ingresos. “No se trata de darles comida, sino darles resiliencia”, resaltó.
Beasley citó el éxito de un programa que implementa su agencia en Níger desde el 2014, donde se ha ayudado a 250.000 personas en 35 áreas a través de la rehabilitación de las tierras para la agricultura y otra variedad de infraestructuras.
“Hemos regenerado la tierra y colecta de agua, hemos ayudado a las comunidades a vender sus productos y estamos viendo resultados. El 99 % de las familias dicen que su posición económica ha mejorado y la producción agrícola se ha triplicado en algunas áreas. Los jóvenes ahora se quedan en vez de migrar”.
Beasley le dijo al Consejo que poner fin a las guerras no es suficiente y que es necesario ayudar a las personas a reconstruir sus comunidades y sus medios de subsistencia a largo plazo.
“Este Consejo tiene la oportunidad ahora más que nunca de beneficiar al mundo, porque estamos enfrentándonos a la peor crisis humanitaria de la historia desde la creación de las Naciones Unidas, y yo creo que las mujeres y los hombres en esta sala, aunque tengan diferencias, pueden trabajar juntos para acabar con el conflicto, garantizar el acceso humanitario y apoyar el desarrollo. Hasta que no logremos eso no podremos acabar con el hambre”, concluyó
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