Por María Manuela de la Rosa Aguilar/
(2ª y última parte)
Así como en los orígenes de la caballería predominaba el espíritu guerrero, en los primeros relatos artúricos se daba mayor énfasis al valor militar, a los hechos de guerra y a las descripciones de las batallas. La iglesia procuró moderar los excesos bélicos con instituciones como la tregua de Dios y encauzó el apetito de combate de las milicias hacia objetivos más acordes con el espíritu cristiano: la lucha contra las injusticias y la lucha contra los infieles.
La incorporación de las tradiciones violentas de la caballería en el seno de la propia iglesia permitió que clérigos fueran célebres narradores artúricos, como es el caso de Robert de Boron, a finales del siglo XII.
Dentro de esta estructura feudal, los caballeros mantenían un feudo que un señor les había concedido, a cambio de rendirle homenaje y prestarle servicio con las armas. A su vez este señor podía ser vasallo de otro señor más poderoso, o el caballero ser servido por otros caballeros de inferior rango.
Con el paso del tiempo eran muchos los milites, a veces de baja extracción social, que querían convertirse en caballeros, por lo que se impuso una prueba selectiva, que acabó por tomar la forma de un rito de iniciación, bendecido por la Iglesia, llamado espaldarazo o palmada.
Como su nombre indica, el rito consistía en el golpe solemne dado al principiante por su padrino o caballero que le había instruido y le introducía en la Caballería. Y todavía podemos ver cómo continúa ejerciéndose el espaldarazo, ahora más común entre la clase política.
El prestigio que adquirió la citada ceremonia y el carácter sagrado que le confirió la Iglesia, provocó que muchos nobles de nacimiento se hicieran armar caballeros. Con el tiempo, hacia el siglo XIII, nobleza y caballería acabaron confundiéndose, aunque en general los nobles eran los responsables de mantener la paz debido a su asunción de autoridad real, y a veces a un especial carisma basado en su descendencia de héroes o santos, mientras que los caballeros eran sus auxiliares, sin un linaje distinguido y con poca o ninguna tierra.
No obstante, se debe resaltar que el título de caballero no es parte del escalafón feudal en sí, sino que puede atribuirse a señores de muy distinto rango. Ejemplos de ello son Ricardo III de Inglaterra, que antes de ser rey fue duque de Gloucester y fue armado caballero, o Eduardo el príncipe Negro, que era príncipe de Gales y duque y fue armado caballero tras la batalla de Creçy (que tuvo lugar el 26 de agosto de 1346 y fue una de las batallas más importantes y decisivas de la Guerra de los Cien Años).
El auge de la caballería tuvo lugar en Francia hacia los siglos XII o XIII, en la misma época que los relatos artúricos, pero se desarrolló y tomó forma en un contexto europeo. En los primeros relatos (Cantar de Roldán) la caballería o caballerosidad se identifica con la acción valerosa en el campo de batalla. Sin embargo, a partir del siglo XII ésta se entiende como un código social, moral y religioso de conducta caballeresca, haciendo hincapié en las virtudes de coraje, honor y servicio.
Durante esa época se escribieron múltiples tratados sobre cómo ser un buen caballero, los cuales hablaban de los ideales de la caballería, obras que sirvieron como base a Miguel de Cervantes Saavedra para escribir Don Quijote. Sin embargo, dichos ideales caballerescos no tienen nada de ridículos y sí encierran grandes valores morales y humanos y de hecho en su obra, Cervantes nos muestra cómo la sociedad entera se burla de aquellos que tratan de luchar por un mundo mejor y defienden sus ideales con la vida.
Para el común de los mortales dichos ideales son absurdos, pero para los verdaderos caballeros esto es cuestión de honor, aunque son pocos los privilegiados con una educación y buenas maneras, como para que el vulgo por sí comprenda esa actitud. Pero sólo los tontos se ríen de la buena educación y ésta distingue al caballero, poniéndolo por encima de cualquiera. Por eso en todas las escuelas militares del mundo se hace mucho énfasis en los buenos modales.
El código que seguían los caballeros en la Edad Media y que mantiene su vigencia, hablan por supuesto de:
Valor.- La fortaleza con la que los caballeros defendían su causa, alcanzando incluso actos heroicos, por lo que debían soportar sacrificios personales para servir los ideales y a las personas necesitadas. Esto implica el elegir mantener verdad a toda costa. El valor no significa arrogancia, sino tener voluntad de hacer lo correcto. Estos personajes tenían un gran valor, capaces de pelear con gran coraje contra seres superiores que mantenían a las personas de los pueblos aterrorizados. Los caballeros eran capaces de enfrentarse a personas con mayor habilidad para luchar, sin medir consecuencias.
Defensa.- La prestancia para estar siempre alertas, a que los caballeros juraban cuando eran ascendidos, defender a sus señores y señoras, a sus familias, a su nación, a las viudas y a los huérfanos, y a la Iglesia.
Fe.- La devoción que debían manifestar y el hecho de creer firmemente en sus preceptos religiosos, ya que los caballeros que si tenían una fuerte fe en Dios, ello les permitía llevar a cabo toda una vida de sacrificios y tentaciones, dándoles raíces y esperanza fuertes contra los malvados del mundo. Por ejemplo: El Cid siempre antes de una batalla, la encomendaba a Dios y sabía que de Él dependía la suerte del éxito.
Humildad.- Nada más añejado a la soberbia que esta virtud, porque los caballeros humildes eran los primeros en decir a las otras personas cuando llevaban a cabo hechos de gran heroicidad, dándoles el honor que merecen de sus buenos hechos. Y dejando o otros que los feliciten por sus propios hechos y estos los ofrece a Dios. Esta es una de las características más sobresalientes de un caballero.
Justicia.- La búsqueda del bien común y el dar a cada cual lo que le corresponde para los caballeros era muy importante buscar la verdad sobre todo, los caballeros no buscaban su beneficio personal. La justicia sin templar por misericordia puede traer pena, sin embargo. La justicia buscada por los caballeros sin la flexión a la tentación era la utilizada por ellos.
Generosidad.- La generosidad era una característica de un caballero. Para contradecir la debilidad de la avaricia, los caballeros eran tan abundantes como sus recursos permitirían. Un caballero generoso puede recorrer mejor la línea entre la misericordia y la justicia fría.
Templanza.- El caballero debía estar acostumbrado a comer y beber con moderación. Además el caballero debe ser moderado con sus riquezas, esto no significaba abstenerse de ellas sino, no utilizarlas vanamente. Sin templanza no se podía mantener el honor de la caballería. El caballero debía contenerse de sus apetitos sexuales.
Lealtad.- Los buenos caballeros juraban defender fervientemente sus ideales, a la Iglesia y a sus señores, ellos darían su vida por defenderlos. Por ejemplo: El Cid bien pudo haber luchado contra el rey Alfonso y derrotarlo, pero él le era fiel y cumplió sus órdenes de destierro.
Nobleza.- La nobleza es el principio de la cortesía. Y los caballeros debían así ser corteses, honrados, estimables, generosos e ilustres equitativos a todos mientras que desarrollaron y mantuvieran un carácter noble con los ideales de la caballería. Un caballero es por siempre un ejemplo a seguir.
Como podemos observar, éstos ideales no han perdido su vigencia, sino que siguen teniendo un valor intrínseco, no sólo por su contenido filosófico, sino moral y espiritual. Y las reglas de la urbanidad, buenas maneras, etiqueta y protocolo tienen a ese nivel de perfección humana.
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