Por: Redacción
Fotografías que palpan el horror de un fenómeno social inexplicable documentan una década de violencia, muerte, crimen y militarización en México, convocando a tener presente en la memoria una batalla que desangra y llena de dolor a la sociedad entera.
2007-2017. Los años de la guerra fue presentada hasta el diez de marzo pasado en la Biblioteca Miguel León-Portilla de la Unidad Cuajimalpa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), en 22 imágenes realizadas por diez fotoperiodistas que subrayan la naturaleza irracional del crimen organizado, un flagelo que exalta su poderío mediante la intimidación que generan las ejecuciones masivas y la tortura.
Restos de hombres y mujeres tendidos sobre el asfalto en calles, carreteras, bodegas o en campos despoblados; colgados, puestos sobre una silla o en ataúdes aparecen en calidad de desconocidos, mientras a algunos los lloran sus seres queridos entre veladoras encendidas.
En gran contraste figuran también sujetos que portan armas de alto poder en actitud altiva, en la serie de fotografías de Guillermo Arias, Fernando Brito, Alicia Fernández, Mónica González, Héctor Guerrero, Félix Márquez, Pedro Pardo, Encarni Pindado, Saúl Ruiz y Chistopher Venegas, quienes documentan la cotidianeidad de una brutalidad hecha costumbre y su mirada intenta explicar o sólo exponer –sin adjetivos– una realidad sin ficción.
Los retratos son más que horrores y zonas oscuras de la condición humana, pues detrás de esos registros “se encuentran decisiones y actos concretos de seres concretos”, mencionó el maestro Jacinto Rodríguez Munguía, coordinador de la Cátedra Miguel Ángel Granados Chapa de la citada sede académica.
Las instantáneas plantean un cuestionamiento permanente “hacia nosotros mismos” y constituyen una herramienta para no olvidar, porque “desde el no olvido podemos impedir la repetición” de actos que “pueblan una década de violencia”.
Las obras se convierten en un reclamo o afrenta individual sobre “quiénes somos como individuos y sociedad frente a todo lo que ocurre” y “qué tanto de nosotros mismos está en la parte no visible de esas representaciones”.
La exposición muestra la verdad y en el transcurso de esos dos lustros los artistas de la lente forjaron su propia disertación, apartándose de la alocución social para hacer una agenda en la que pudieran captar a personas y no cifras ni objetos en escenas a las que tampoco estaban acostumbrados, pero que sin darse cuenta se convirtieron “en parte de su quehacer diario”, enfatizó la curadora de la exposición, Lucía Vergara.
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