Por: Redacción
Cada año, el territorio nacional está expuesto a escasez hídrica o huracanes y sus repercusiones reflejan nuestra vulnerabilidad y ponen en evidencia el potencial de estos eventos para causar afectaciones considerables, afirmó Víctor Magaña Rueda, del Instituto de Geografía (IGg) de la UNAM.
En este escenario, la UNAM busca mejorar la capacidad de pronosticar sequías, pues aunque hay avances en el rubro, aún no hemos traducido estos conocimientos en políticas públicas encaminadas a estar mejor preparados, subrayó.
Las sequías en el país no son las que provocan desastres, sino las condiciones en torno a ellas; si tuviéramos un esquema de manejo de agua más eficiente, no padeceríamos las consecuencias actuales, aseguro Magaña Rueda.
Algunos especialistas llaman a esto paradigma naturalista, porque nos olvidamos de que el contexto es el que propicia las condiciones para que un fenómeno natural o meteorológico termine en desastre, resaltó en rueda de medios.
Otro inconveniente es que, con frecuencia, confundimos aridez con sequía, cuando la primera es una condición permanente y la segunda es transitoria, aunque puede durar años, precisó.
En el discurso prevalente subsiste la idea de que el gran enemigo es la naturaleza y se emprenden acciones contra la escasez hídrica en vez de implementar estrategias para evitar el mal manejo del líquido o apoyar al campo a fin de prevenir la merma del recurso. “Hay formas de enfrentar este problema para que no genere superimpactos”, destacó el investigador.
Por ello, no sólo es relevante entender el papel e implicaciones de la vegetación en el clima, sino dar mayor importancia en la agenda climática a la reforestación o recuperación de servicios ecosistémicos como vías de gestión del riesgo.
Al presentar los resultados del Mapa de áreas quemadas de muy alta relevancia en México 2000-2014, Lilia de Lourdes Manzo Delgado, del IGg, sostuvo que entender mejor los incendios forestales es crucial, porque los de gran relevancia propician cambios en la flora, disminuyen la calidad de los servicios ambientales y contribuyen al calentamiento global.
A partir del análisis de estos datos encontró que los estados más afectados por los siniestros ígneos de “muy alta relevancia” fueron Coahuila, con más de 400 mil hectáreas (ha); Sonora, con 288 mil, y Durango, con 269 mil.
Si la ponderación es por años, el mayor número de los de “gran relevancia” fueron: 2011, con 59 de ellos y una afectación de cerca de 680 mil ha; 2005, con 44 y 280 mil ha, y 2000, con 32 y más de 160 mil ha.
Aunque las conflagraciones de la última categoría representan 0.6 por ciento del total, provocan una cuarta parte de las afectaciones en superficie. En cambio, los de “muy baja relevancia” —aquellos con impacto menor a 50 ha— representan 69 por ciento del conteo global, pero su impacto dañino es menor a siete por ciento, concluyó.
Esta investigación forma parte del libro La geografía de México: una reflexión espacial contemporánea, de próxima publicación.
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