- El libro plantea las relaciones de poder de la cultura de género como categoría útil para el desarrollo de investigaciones que detonan las fronteras de la historia.
Por: Redacción/
En el contexto de los años veinte del siglo pasado surgieron grandes narrativas sobre la identidad nacional puestas en los dilemas del cuerpo, los géneros, las clases y la sexualidad, como lo retrata la doctora Elsa Muñiz García en su libro Cuerpo, representación y poder I. México y las políticas de reconstrucción nacional, 1920-1934, que fue editado por segunda vez, después de dos décadas, por la División de Ciencias Sociales y Humanidades de la Unidad Xochimilco de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
La lectura de este texto “nos pone frente a las distintas formas como fue organizada la reconstrucción nacional después del enfrentamiento armado, y quizás también ante el dilema de cómo refundar la humanidad entre las mujeres, señaló Rocío Mejía, estudiante del doctorado en Historia por la Universidad de Texas en El Paso, quien fue invitada a hacer la presentación del libro.
La historiografía de las mujeres se compone de un discurso analítico y contestatario que visita las imágenes de la remembranza para subsanar los silencios y conducir la imaginación hacia un trabajo menos solitario. En la época posrevolucionaria, los roles ya estaban establecidos, “lo que la autora define como la mitología de la verdad de la carne que habitamos en tanto proyecto de nación”.
El libro plantea las relaciones de poder de la cultura de género como categoría útil para el desarrollo de investigaciones que detonan las fronteras de la historia y que buscan dar coherencia a las políticas de un Estado que necesita de la subordinación de ellas para integrarlas a su proyecto político, es decir, la nación es inventario de discursos patriarcales que elaboran sus sustentos esencialistas para prohibir al sector femenino el derecho a la protesta.
Esto es lo que Muñiz García descubre a través del análisis de múltiples fuentes de la historia de México, entre las que destacan las normativas de la Secretaría de Educación Pública, los archivos judiciales, los códigos penales, los manuales de urbanidad, las reformas de salud, la literatura nacional, las conferencias internacionales y la intertextualidad del naturalismo europeo, así como cartas de la sociedad de padres de familia y entrevistas con mujeres y varones que vivieron su juventud en aquella época.
Mejía sostuvo que escribir como historiadora feminista implica el reto de forjar teoría mientras se descubren fenómenos de la vida cotidiana que no se nombran, invisibilizados entre múltiples discursos y silencios que conforman la experiencia histórica de ellas y ellos en relaciones de sumisión y resistencia.
La obra está organizada en cinco capítulos que van de lo general a lo particular, e inaugura una discusión terminológica pertinente con las nuevas realidades. “El lenguaje se violenta para nombrar los fenómenos que emergen y para imponer los límites a la utopía”, describe la maestra en Estudios Latinoamericanos y Fronterizos.
El primer capítulo presenta el desarrollo de la ciudad, la consolidación del protagonismo de la clase media, la pacificación del país y la institucionalización del Estado; recoge las dominantes estructurales de la iglesia y nos traza un mundo masculino que enaltece la familia, la patria y la religión. En el apartado dos expone cómo se conforman los cuerpos femeninos de dos personajes a través de la escritura y recepción de sus juicios, como parte de la aceptación de la cultura de género.
En el tercer capítulo discute la relación entre el cuerpo medicado, el social y el político; la dicotomía entre corporalidad y alma; el apartado cuarto dibuja el control sobre los cuerpos y las suposiciones entre trabajo sexual y afectivo, erotismo y procreación, anticoncepción y aborto como atentados contra la patria, mientras que la sección que cierra el texto aborda la admisión sexual del trabajo y las bases del matrimonio liberal y la familia.
La transformación de los códigos culturales y la impronta de un feminismo que no termina de intervenir en la sociedad siguen bordeando las preocupaciones epistemológicas de la autora y su creatividad crítica. El libro transita por los límites de la categoría de género como herramienta conceptual para ofrecer la noción de cultura de género, un paraguas que alberga la resistencia y estrategias de mujeres como tejedoras de alternativas frente a las costumbres del patriarcado.
La autora e investigadora del Departamento de Política y Cultura de la Unidad Xochimilco expuso que el libro parte de una dimensión que el feminismo de la ‘tercera ola’ trajo a la discusión, que es el cuerpo de las mujeres y todo el debate por la despenalización del aborto y el derecho del placer, entre otras situaciones.
La también coordinadora de Extensión Universitaria de ese campus afirmó que la publicación fue una piedra angular a partir de la cual forjó su trabajo académico y que generó toda una línea de investigación sobre la corporalidad que a principios del siglo XXI era prácticamente incipiente.
Además detalló que el volumen II ya está en proceso e intentará retratar un periodo conocido como ‘milagro mexicano’ desde una perspectiva feminista y con una mirada biopolítica sobre la corporalidad para entender el vínculo entre el Estado como poder y los sujetos de carne y hueso, lo individual y lo social.
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