Por: Redacción/
Las caravanas de personas que han ingresado a México procedentes de América Central, principalmente de Honduras, de tránsito hacia Estados Unidos no van a terminar y continuarán conformándose por causa de la pobreza y la inseguridad en la zona, advierten colaboradores de la revista Diarios del terruño. Reflexiones sobre migración y movilidad, que publica la Unidad Cuajimalpa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
En una entrevista para UAM Radio 94.1 FM, el licenciado Arturo Preciado Guerra, alumno del Posgrado en Ciencias Sociales de esa sede, advirtió que se trata de un fenómeno que proseguirá con flujos integrados por madres de desaparecidos que han iniciado ya el recorrido seguidos de otros desde El Salvador.
De acuerdo con la Comisión Económica para América Latina, 67 por ciento de los hondureños está en situación de pobreza y en esa condición vive 47 por ciento de salvadoreños y 39 por ciento de guatemaltecos, un problema que gran cantidad de familias de la región resuelve con las remesas que recibe desde Estados Unidos, lo que ha convenido a algunas naciones centroamericanas, ya que de ese modo no se ven obligadas a atender las carencias de esos sectores.
A esas circunstancias han influido también golpes de Estado y la militarización de áreas, entre otros aspectos sociales y políticos registrados en las décadas de 1970 y 1980, alcanzando en el caso de Guatemala niveles de genocidio, el cual ha sido reconocido.
En Honduras, el huracán Mitch ocurrido en 1998 acentuó el desplazamiento de grandes cantidades de campesinos afectados, además de que los gobiernos centroamericanos “no han sabido generar una reparación social y muchos jóvenes han formado pandillas que al principio no tenían una connotación delictiva o delincuencial, pero que con el tiempo se han empoderado hasta constituir las llamadas maras”, que cobran a la gente por respetar su seguridad, en particular a los migrantes.
Todo esto desencadenó un conflicto social muy fuerte que convirtió a Honduras en el país sin guerra más violento del mundo entre 2006 y 2010, incorporando dos de sus ciudades a la lista de las más peligrosas del orbe, “una descomposición social que no se ha sabido revertir” y ante la cual fue detonada “una cacería contra esos grupos, en vez de integrarlos”, en medio del cambio a las leyes por el gobierno.
En la búsqueda de salidas a la situación, las personas deciden emigrar con la idea de reunirse con quienes les envían dinero desde Estados Unidos y por eso en las caravanas pueden verse a más niños y madres, que a hombres.
El maestro Carlos Alberto González Zepeda, director y editor de Diarios del terruño, comentó que el éxodo de centroamericanos que ha ingresado a México comprende a dos mil 632 hombres, dos mil 234 mujeres, mil 70 niños y mil 307 niñas, cuya movilidad obedece a la ausencia de fuentes de trabajo y falta de alimento y de seguridad en sus lugares de origen.
En Honduras –con una población de 9.3 millones de habitantes– un promedio de 25 personas por hora pretende sumarse a los 1.2 millones que ya viven en territorio estadounidense, “un porcentaje muy alto y parecido al de mexicanos que vive en aquella nación.
El maestro Alberto Baltazar Cruz, académico de El Colegio de la Frontera Norte y colaborador de la revista, dijo que México, en términos prácticos, desde mediados de la década de 1990 ha implementado toda una maquinaria para frenar el tránsito de centroamericanos, incluido el intento, en 2014, de blindar la frontera sur.
Sin embargo debe haber cautela para definir los límites territoriales de la nación, porque si bien existen la norte y la sur, los investigadores hablan de que todo el territorio se ha convertido en una frontera que se despliega conforme se mueven los migrantes, de tal manera que una vez que éstos pasan la primera valla deben enfrentar chequeos en autopistas, aeropuertos y terminales de autobuses.
Los especialistas coincidieron en que ninguno de los gobiernos involucrados está atacando de raíz los aspectos estructurales del problema, que es el sistema neoliberal que explota a comunidades a las que no les queda otro camino que abandonar sus países.
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