Por: Redacción/

Las buenas hierbas –un filme que explora la enfermedad del Alzheimer como un remolino de amor y recuerdos inmisericordes– fue ovacionada y recomendada de nueva cuenta por expertos, esta vez en un diálogo virtual entre María Novaro, su directora, y un grupo de académicas y activistas de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), organizado por la Casa de la Primera Imprenta de América.

Con esta obra de introspección “sobre mi oficio de cineasta” quise regresar a una propuesta más libre, que convertí en un lienzo que escribí, produje y edité; media película está filmada en mi propia casa con todo el apoyo de mi crew, formado por alumnos míos de varias generaciones del Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC) y en cada aspecto intenté volver a lo autoral y profundamente íntimo”, dijo Novaro.

La realizadora de Lola, Danzón, El jardín del Edén y la más reciente, Tesoros, trabajó en su juventud con la escritora y feminista guatemalteca Alaíde Foppa y con las actrices María Rojo, Tiaré Scanda y Ofelia Medina, entre otras.

“Aun cuando no soy etnobotánica, mi afición por las plantas me condujo a usarlas como aparato narrativo de esta historia”, que se grabó en dos años porque parte del guion requería ver a los intérpretes transcurrir por distintos momentos del año, como cuando las jacarandas entran en flor en marzo y los cactus en mayo.

En paralelo, Novaro estudiaba el Códice de la Cruz Badiano –el primero sobre hierbas medicinales elaborado por un par de sabios de Xochimilco y Tlatelolco– haciendo una pausa especial en el capítulo Las plantas que curan el alma, con el cual terminó de hilar toda la trama.

Las actrices principales –Ana Ofelia Murguía, Medina y Úrsula Pruneda– hacen espejo a la relación que las mexicanas tienen en los espacios de mayor amor y confianza: hija a madre, vecina a vecina, o niña y abuela, resultando en una propuesta de relato radical desde la femineidad y en una reflexión de la vida, con detalles, recuerdos, conocimientos y, desde luego, afectos y dolores.

Y ahí, desde la privacidad de su propio lenguaje cinematográfico, aborda entre otros temas la muerte asistida y el Alzheimer. La doctora Elsa Muñiz García, coordinadora de Extensión Universitaria de la Unidad Xochimilco de la UAM, refirió que Dalia en un acto amoroso por completo ayuda a su madre Lala a bien morir, haciendo de éste el clímax de la película.

Esas acciones encarnadas tras el deterioro de la madre resultan en brebajes medicinales y preguntas sobre “¿qué menjurje nos echamos para quitarnos la tristeza? o ¿cómo se cura el espanto mamita?”, por lo que “Las buenas hierbas fue una experiencia muy fuerte que atraviesa las emociones haciéndote sentir mojada por la lluvia y llevándote lentamente a recordar que antes de los pensamientos y la razón están lo sentidos”.

Como la parte del remedio contra el miedo y las incertidumbres –dijo la doctora Verónica Rodríguez Cabrera, profesora del Departamento de Política y Cultura de la Unidad Xochimilco– la enfermedad de Lala afecta de manera profunda a todas las mujeres alrededor, haciendo pensar al espectador en la serie de cuidados que involucra un padecimiento mental o la misma senectud y, desde luego, el modo en que ellos viven ese deterioro.

Y no sólo aborda lo anterior, sino que lleva una carga discursiva de honda liberación feminista, que también politiza a las jóvenes y coloca con potencia el nuevo papel de las mujeres en el cine, al reivindicar la muy particular forma de ver la vida que sólo poseen, “porque todo se constriñe a la decisión de elegir sobre nuestro cuerpo, vida y muerte”, argumentó Rodríguez Cabrera.

La licenciada Ingrid Gómez Saracíbar, titular de la Secretaría de las Mujeres de la Ciudad de México, sostuvo que a pesar de haber sido filmada en 2010, la parte sobre los cuidados es de lo más actual debido a la pandemia del COVID-19, además de que cerca de 70 por ciento de quienes atienden a pacientes de Alzheimer es población femenina.

También se pronunció por reconocer el trabajo doméstico que siguen realizando en mayor medida las mujeres, no sólo para visibilizarlo, sino para reducirlo, pues al menos en la capital del país se dedican cerca de 28 horas semanales a cuidados y 22 horas a este tipo de labores, casi otra jornada que durante la emergencia sanitaria se ha triplicado.

Para Theresa Solís, presidenta de la Asociación de Mujeres en el Cine y la Televisión y moderadora de la charla, la cinta significó una especie de medicina para ella y sus cinco hermanas, quienes vieron a su madre padecer los estragos de dicho mal.

Con la iniciativa de Ivette Gómez Carrión, responsable de la Casa de la Primera Imprenta de América de la UAM, y Cristian Calónico, director general del Fideicomiso para la Promoción y Desarrollo del Cine Mexicano de la Ciudad de México (ProCineCDMX), el encuentro se llevó a cabo como parte de la Mesa: Ser Mujer. Una cruzada cotidiana.