Por: Redacción
En las últimas décadas fueron aprobados instrumentos internacionales que protegen los derechos de los pueblos autóctonos –el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre pueblos indígenas y tribales y la Declaración sobre Derechos de los Pueblos Indígenas de la Organización de las Naciones Unidas (ONU)– sin embargo, el panorama de conflictos, violencia e intolerancia que sufren las comunidades está lejos de resolverse y parece multiplicarse, dijo la doctora Laura Raquel Valladares de la Cruz.
La académica de la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) expuso que las luchas actuales en vastas zonas del planeta tienen que ver con las nuevas explotaciones de los recursos bioenergéticos de las comunidades, que responden a lo que es conocido como el “modelo de acumulación por desposesión”.
Los conflictos contemporáneos tienen como contendiente no sólo a estados nacionales que concesionan, venden o arriendan territorios indígenas para la explotación de los recursos, sino también a empresas transnacionales que jurídicamente han instituido el derecho corporativo que está incluso por encima del sistema internacional de la ONU con un poder casi ilimitado.
En la Mesa Redonda Racismo y Derechos de los Pueblos Originarios en el pensamiento de Rodolfo Stavenhagen, la académica del Departamento de Antropología y especialista en movimientos, organizaciones y garantías humanas e indígenas aseveró que somos “testigos de las expresiones más ominosas de finales y principios de este milenio”.
De hecho en “esta fase del capitalismo salvaje, a saber, la violencia contra comunidades indígenas, el desastre social-ambiental y el acoso sobre los bienes comunes de pueblos y naciones –que tienen su mayor expresión en los territorios del tercer mundo y en las calificadas economías emergentes, así como sobre el giro conservador y por lo tanto fundamentalista e intolerante– se extiende como cólera por nuestro planeta”.
Ese conservadurismo “conlleva a renovadas y fortalecidas intolerancias en las que nuevamente como en el siglo XIX es criminalizada y señalada la diversidad como causante de los desastres mundiales: los siempre enemigos, las clases peligrosas constituidas por los pobres, los desarraigados, los migrantes, los terroristas, los musulmanes, así como los viejos y los nuevos comunistas y socialistas, los indígenas autonomistas, las mujeres irredentas e incluso los ambientalistas, entre muchos otros desadaptados de la globalización”.
La antropóloga Serena Chew Plascencia, profesora de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en su ponencia leída por la antropóloga Berenice Rodríguez expuso que el pensamiento de Rodolfo Stavenhagen sigue vigente, sobresaliendo como un luchador incansable de los pueblos originarios.
Además de que fue pilar de los movimientos sociales, “la participación del sociólogo de origen alemán como relator especial para los pueblos indígenas fue crucial, pues sirvió para visibilizar las condiciones de los pueblos y las comunidades indígenas en el mundo”.
La académica sostuvo que el trabajo del autor de Siete tesis equivocadas sobre América Latina es el mayor ejemplo de la construcción de un “nuevo paradigma teórico sobre el proceso de descolonización intelectual, política y económica, mediante la inclusión de una diversidad social y cultural”.
En la actividad convocada por el Departamento de Antropología de la Unidad Iztapalapa de la UAM, la doctora en Ciencias Sociales Alicia Castellanos Guerrero comentó que el eje central de las investigaciones y de las inquietudes políticas y académicas de Stavenhagen fueron el racismo, la exclusión, los derechos humanos y colectivos de los pueblos originarios, que lo llevaron a ser un comprometido relator de la ONU para su defensa.
La investigadora indicó que en el libro Las clases sociales en las sociedades agrarias el defensor de los derechos humanos indígenas realizó un estudio comparativo entre las estructuras agrarias de México, América Central y África, en un periodo en el que la antropología mexicana pocas veces investigaba sobre formas de vida, relaciones de grupos comunitarios y pueblos originarios y de otras regiones subdesarrolladas.
La doctora María Teresa Sierra, académica del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), destacó que el galardonado con el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el Área de Historia, Ciencias Sociales y Filosofía 1997 fue un pionero en abrir campos de investigación, entre ellos el de la antropología jurídica y de los derechos indígenas vinculados con los humanos.
La especialista en estudios de etnicidad, justicia de género y pluralismo jurídico dijo que si bien en su campo de teorización no trabajó el tema de racismo como tal, en sus reflexiones siempre estuvo presente.
Como legado el equipo de trabajo que conformó hace tres décadas sentó las bases de la antropología jurídica latinoamericana crítica y comprometida, volcada al estudio de las configuraciones socioculturales del derecho y del pluralismo jurídico como una realidad constitutiva de la relación del Estado y los pueblos originarios.
Al exponer la biografía y recordar las inquietudes de su finado esposo, Elia Stavenhagen manifestó que como el primer relator de la ONU acompañó a los indígenas del mundo en un proceso creciente de empoderamiento. Además le preocupó el tema de los derechos humanos y la violencia política sufrida por líderes sociales y comunitarios en distintas partes del país, como un obstáculo para la democracia, por lo que fundó la Academia Mexicana de Derechos Humanos, precedente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos.
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