- Para Moisés Garduño García el regreso se da ante el fracaso de la ocupación estadounidense y una corrupción generalizada en las instituciones del gobierno nacional.
Por: Redacción/
La situación que se vive en Afganistán es el resultado dramático de una política equivocada en la cual Estados Unidos, una vez que castigaron a los talibanes por los atentados del 11 de septiembre de 2001, decidió quedarse a instaurar una democracia; sin embargo, las promesas de liberación y de construcción de un país democrático nunca se materializaron, señalaron académicos de la UNAM.
A lo anterior se añade otro fracaso, político y social con el regreso de la burka (la vestimenta impuesta a las mujeres) y otras restricciones, junto con el atentado contra el derecho a la educación y la cultura de niñas y niños, todos ellos acontecimientos de lo más lamentable, calificó José Luis Valdés Ugalde, del Centro de Investigaciones sobre América del Norte (CISAN).
Respecto a las condiciones socio-económicas diezmadas de las mujeres, Moisés Garduño García, de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS), dijo que son resultados no sólo de los talibanes de 1996, sino de la corrupción del gobierno nacional afgano y la violencia de la ocupación militar estadounidense. “No es el regreso del oscurantismo; es probablemente la continuidad del mismo”.
Al analizar la problemática en ese país, destacaron que los estadounidenses se quedaron demasiado tiempo y después de casi 20 años se retiraron rápido, desde el punto de vista táctico. Más allá del asesinato de Osama Bin Laden, en mayo de 2011, Washington no cosechó ningún éxito en materia de seguridad nacional, dado que grupos extremistas como Al Qaeda o ISIS aún existen.
En la conferencia de medios a distancia “Situación actual de Afganistán ¿qué sigue?”, Valdés Ugalde afirmó que en la región de Asia central y en aquella nación, la Unión Americana ha perdido poder relativo frente actores como China, Rusia o Corea del Norte.
Para el politólogo e internacionalista, lo que ocurrió es un golpe de Estado de los talibanes en contra del gobierno constituido y apoyado por EU, lo cual provoca un regreso de “200 años en la historia afgana, y de una manera dramática. Además, es un fracaso estratégico y militar” para nuestro vecino país del norte.
Vemos cómo se posiciona el islamismo radical como opción de gobierno; es el retorno del yihadismo y, al mismo tiempo, el declive de Estados Unidos en esa zona del mundo y a escala global. Este podría ser el momento que marca el fin de esta nación en la región, consideró el exdirector del CISAN.
La victoria de los talibanes en Afganistán y su toma del poder, así como el derrocamiento de un gobierno transitorio pero democrático, representa la victoria del oscurantismo y “esta vez será más duro”, enfatizó el investigador.
Los billones de dólares que Estados Unidos invirtió durante 20 años de presencia en aquel país, en este momento se fueron a la basura y buena parte de la infraestructura física que dejó -helicópteros, medios de comunicación, armamento y equipo-, se la apoderaron los talibanes, y eso representa para ellos una victoria que les levanta la moral.
Estamos viendo el daño a las mujeres afganas, abundó, una regresión importante desde el punto de vista de la democracia política, social y económica. Afganistán es uno de los países más pobres del mundo; prácticamente toda su población se encuentra en situación de vulnerabilidad, con crecimiento del PIB escaso y difícil situación financiera.
No queda claro si el talibán va a poder resolver dichas problemáticas y si tiene una propuesta de gobierno integral, coherente, que responda a las demandas adquiridas por la sociedad afgana. Además, enfrentarán el problema del reconocimiento internacional, el cual podría tomar tiempo; ahí, China puede coadyuvar a que sea veloz y consistente, en la medida que los propios talibanes ofrezcan moderación, expuso Valdés.
En tanto, Garduño García, de la FCPyS, expresó que el caso afgano representa el fracaso de la política exterior y de seguridad de EU, sobre todo, porque con el regreso de los talibanes al poder se demuestra que este grupo en realidad nunca abandonó el país y, por el contrario, mantuvo un apoyo popular cada vez mayor.
En contraste, el académico no consideró que se trata de un golpe de Estado, porque el ejército afgano no participó en el derrocamiento del presidente Ashraf Ghani, sino que él huyó y se reusó a combatir. Se trata, más bien, del regreso del Talibán ante el fracaso de la ocupación estadounidense y una corrupción generalizada en las instituciones del gobierno nacional.
El movimiento talibán ha ofrecido una retórica mediáticamente bien diseñada. Ya no se trata del mismo talibán de 1996-2001. Ahora, al lado de una generación joven bien entrenada militar e ideológicamente, coexiste otra que se muestra pragmática y flexible para formar un gobierno que pueda ser reconocido por la comunidad internacional.
Aunque en ambas persisten sectores rigoristas que buscan la imposición de un sistema legal literalista, también existen otros que buscan cumplir con el compromiso firmado en las negociaciones de Doha, de febrero de 2020, donde con intermediación de Qatar y la presencia de EU, China, y la observación de otros países regionales, se comprometieron a formar un gobierno incluyente con grupos locales y otras fuerzas políticas, así como a garantizar los derechos humanos y de las mujeres. “Las garantías para esto solamente han sido manifestadas a través de declaraciones en la prensa internacional; los hechos hablarán por sí solos en los próximos días”, aclaró.
El especialista en Medio Oriente explicó que el talibán no es un movimiento homogéneo y tendrá que discutir formas de equilibrar sectores pragmáticos y rigoristas para ocupar un lugar en Naciones Unidas y confirmar las relaciones diplomáticas, por ejemplo con China, Rusia y Pakistán, actores clave para el futuro inmediato del país.
Uno de los países más interesados en mantener la estabilidad afgana es China, pues el talibán estará a cargo de la frontera con unas de las provincias más sensibles para la seguridad nacional de Pekín que es Xinjiang, y estaría en riesgo su proyecto económico de la nueva ruta de la seda. Igualmente, vecinos como India, Irán y Pakistán mantienen el interés común de lograr un Afganistán estable.
Hoy, los talibanes saben que la recuperación económica afgana pasa por la incorporación de las mujeres al sector económico-productivo del país y no por la imposición de leyes retrógradas que limitan su desenvolvimiento en el espacio público. Por eso, es posible decir que están a prueba “de ellos mismos y de su sociedad”, concluyó.
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