Por: Redacción/
a vacuna que se desarrolle para atacar el COVID-19 tendrá que ser accesible a toda la población a través de los sistemas de salud en México, como sucede ahora con la aplicación de la correspondiente a la influenza estacional, aunque no está en el esquema obligatorio, señaló el doctor Jorge Castañeda Sánchez, investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
El gobierno deberá invertir en la compra del producto –una vez que su eficiencia y seguridad hayan sido probadas– e integrarlo el programa nacional de vacunación adicional, considerando que después de la influenza H1N1 de 2009 se ha contado con campañas anuales para inmunizar, primero a grupos de riesgo –niños y adultos mayores– y luego al resto de la sociedad, pues no es obligatoria, pero está disponible en la llamada cruzada extra de la Secretaría de Salud, refirió el profesor del Departamento de Sistemas Biológicos de la Unidad Xochimilco.
Hay dos “intentos de vacuna en Estados Unidos y China” –donde empezó el brote epidémico del SARS-CoV2, virus causante del COVID-19– pero podría ser en un lapso de entre seis meses y un año cuando se cuente con las últimas pruebas, antes de determinar si sirven.
La estadounidense se está intentando con tecnología de punta y aunque los laboratorios de investigación tratan de tenerla lo más pronto posible, no pueden adelantar los tiempos porque un desarrollo de este tipo requiere ciertas etapas científicas y tecnológicas, así como de comprobación de eficiencia y seguridad.
Uno de estos procesos pudiera resultar “funcional, sin embargo, falta el examen de fuego para saber qué tanto protegerá y cuáles serían sus efectos adversos”, ya que podría ser muy positiva y generar inmunidad, pero también conlleva un riesgo y es la fase en la que está”.
Aun cuando hay medicinas contra las infecciones del coronavirus que causaron el SARS y el MERS, en el caso del SARS-CoV2 no existe alguna todavía, no obstante los intentos con algunos fármacos, los cuales no han sido exitosos del todo, por lo que corresponde a la industria del sector seguir experimentando con nuevas moléculas potencialmente útiles en la terapéutica del COVID-19.
Castañeda Sánchez sostuvo que debiera haber una estrategia de alcance global que involucre a empresarios y gobiernos para recabar toda la información posible sobre el virus, con el fin de producir en breve un medicamento o una vacuna para poder contender con la pandemia en curso.
Las farmacéuticas debieran ser sensibles a la situación que afecta a todo el mundo, aunque como cualquier firma privada, la generación de patentes y la distribución de un bien tiene que ver con dinero.
Mientras “no contemos con inmunización frente al COVID-19, no debemos caer en pánico social” y menos ignorar la enfermedad, como si no existiera, ya que la población debe continuar con las medidas de precaución de manera correcta, de acuerdo con las recomendaciones de las instituciones nacionales y de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
La gente debe saber “que ya pasamos por varias pandemias, que no es la primera y en algún libro de historia de epidemiología podría encontrar qué pasó con las fiebres española y de Hong Kong; el SARS; el MERS, y la H1N1, en la que los mexicanos fuimos protagonistas en 2009; quizá más adelante habrá más virus, bacterias u otros microorganismos que pudieran causar algún padecimiento a grandes grupos de habitantes”.
Lo único que “nos queda es estar preparados respecto de lo que nos toca hacer y seguir las instrucciones de los organismos que se dedican al estudio de este tipo de pandemias”. “La vacuna no deberá salir de nuestra bolsa, sino que los gobiernos tendrán que invertir en obtenerla y aplicarla en esquemas de inoculación adicionales, como los que hay ahora”, finalizó el coordinador del Doctorado de Ciencias Biológicas y de la Salud de la UAM.
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