Por: Redacción/
La transformación digital puede contribuir a reducir la deserción escolar en las universidades, pero no es la panacea porque los estudiantes que deciden abandonar lo hacen no sólo por factores académicos, sino por problemas de índole económica, familiar y emocional, entre otros, sobre todo en el contexto de la pandemia del COVID-19, coincidieron investigadores participantes en el Seminario Metropolitano de Innovación Educativa Mediada por las Nuevas Tecnologías.
En el encuentro, organizado por la Secretaría de Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación del gobierno de la Ciudad de México, el doctor Eduardo Peñalosa Castro, rector general de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), afirmó que las instituciones debieran ofrecer actividades motivantes que favorezcan condiciones adecuadas para el aprendizaje, lo cual es un elemento sustancial para la permanencia de los alumnos.
Los estudiantes deben percibir un ambiente óptimo y entender la relevancia de los temas revisados, es decir, que sean pertinentes y estén situados alrededor de un entorno auténtico, un proyecto, un dilema o una pregunta vinculada a un contexto práctico.
El soporte institucional a partir de la asignación de becas, apoyos de movilidad y bolsas de trabajo, entre otras acciones, es prioritario porque las razones económicas son las más recurrentes para el abandono; también deben aplicarse políticas y lineamientos generales que impulsen programas de formación continua y socioculturales.
El refuerzo de habilidades cognitivas, así como el fomento de la vocación, la autonomía y el pensamiento crítico para que emprendan ejercicios de abstracción, argumentación y escritura son fundamentales para evitar la deserción, puntualizó durante el Foro Transformación digital de la educación superior para contribuir en la disminución del abandono escolar.
Todas estas diligencias son esenciales en la modalidad presencial, pero en el ambiente virtual –que indica un mayor abandono si se adopta al cien por ciento– “tendríamos que trabajar para afianzar habilidades digitales”, sin embargo, no debe haber tareas excesivas que no atañan al curso, sino una intensidad razonable en la carga académica.
Lo ideal es que ambos modelos sean pensados y diseñados en forma adecuada antes de instrumentarlos; en este caso “no tuvimos la posibilidad de hacerlo, pero las instituciones de educación superior estamos respondiendo de la mejor manera que podemos”.
El doctor Francisco Cervantes Pérez, rector de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR México), dijo que el fracaso escolar es un fenómeno multidimensional con causas distintas, cada una de las cuales requiere diferente atención; algunas están relacionadas con la enseñanza presencial, aspectos personales, familiares, emocionales, trastornos psicológicos y acoso sexual; en la modalidad virtual, con el asedio cibernético, entre otros factores, “y ahí el acompañamiento tendría que ser personalizado” por parte de tutores que ayudaran a resolver esas situaciones.
Otro problema es el ambiente, donde el tema económico es uno de los más importantes, sobre todo en el nivel superior, que es cuando muchos alumnos necesitan trabajar para contribuir al gasto del hogar.
También cuenta la estructura familiar, que en muchos casos se rompe por diversas causas y uno más –“que nosotros sí podemos modificar– es el sistema educativo, pues algunos de los que usamos ya son obsoletos”, por ejemplo, la cátedra magistral ya dio lo que podía dar y los planes de estudio cuentan con más de 20 años, por lo que tendrían que actualizarse.
Las causas del abandono son multivariadas y deben ser atendidas por quienes corresponda, es decir, la parte familiar por un equipo de tutorías; la estudiantil con un seguimiento personalizado, y respecto de los métodos pedagógicos, con la innovación como una actividad cotidiana de las universidades.
La deserción por cuestiones de la escuela y las deficiencias académicas de los jóvenes se pueden solucionar recurriendo a la transformación digital, pero no es la panacea, porque las otras causas deben subsanarse en términos de inclusión social.
La doctora Mónica Camacho Lizárraga, docente del Centro de Investigación y Docencia Económicas, refirió que la presencialidad y la virtualidad son esquemas en los que “aspiramos a que el acto formativo ocurra, con todos los intercambios, transferencias e interacciones que implica y que son inherentes al sector educativo.
“Una de las virtudes de la enseñanza digital es que fomenta la capacidad de los jóvenes para planear, gestionar y controlar su proceso de aprendizaje, cualidades que se vuelven relevantes respecto del logro, permanencia o abandono, sobre todo ante la situación en que nos vimos obligados de súbito a cambiar de una modalidad a otra”.
La doctora Concepción Montero Alférez, académica del Instituto de Estudios Superiores Rosario Castellanos, subrayó que la deserción escolar presencial o a distancia se asocia a una poca o nula adaptación a la vida universitaria y esto tiene que ver con altos niveles de reprobación, bajo rendimiento académico y falta de orientación y motivación en algunas áreas, tanto de tipo personal como económico.
En la pandemia se ha agudizado porque algunos de ellos sufren la pérdida de algún pariente o del trabajo, y la carencia de condiciones para poder asistir físicamente o de conectarse a un recurso tecnológico. La interacción educativa entre profesores y estudiantes es un punto nodal que “las universidades tenemos que buscar en el contexto de la transformación digital”.
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