Por: Redacción/
Desde finales del siglo pasado y crecientemente en la actualidad, la vida diaria se ha llenado de artefactos tecnológicos que permiten a las personas relacionarse y conectarse con el mundo, obtener información, desarrollar vínculos afectivos y adicciones, así como disimular la soledad, sostuvo la doctora Lidia Girola Molina, profesora de la Unidad Azcapotzalco de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
Al participar en las Jornadas de pensamiento sociológico 2018: Teoría sociológica y agendas emergentes de investigación: campos, temas y giros conceptuales sostuvo que la cotidianeidad “forma parte de un sistema tecnológico que impregna de lleno la existencia y las relaciones con los demás”.
La académica afirmó que la Teoría del Actor Red propone una sociología relacional de redes, considerando que la realidad está constituida por entidades heterogéneas interconectadas que incluyen a seres humanos y todo tipo de objetos naturales o materiales.
Dicha concepción considera que para explicar cualquier hecho o proceso social, científico, estético o del tipo que sea es necesario considerar los elementos asociados en dichas redes, tanto los actores humanos, sus acuerdos y/o conflictos, como los soportes materiales y simbólicos que permiten al hecho o proceso ser lo que es.
El estar conectado de manera instantánea, continua y sin filtros a una comunidad virtual de amigos o seguidores a través de redes sociales “que consideramos hasta cierto punto neutras y libres para comentar hasta los más ínfimos y triviales sucesos de nuestra vida”, y esa conversión en adictos potenciales a ese afán de conexión es parte de una nueva socialidad derivada y, a la vez, constituyente de un imaginario sociotécnico contemporáneo.
La socialidad está referida a los vínculos complejos de interacción entre humanos, no humanos –animales, plantas o fenómenos naturales– y objetos, incluidos tablets, teléfonos móviles, automóviles, carreteras, bicicletas, computadoras, aviones, instrumentos nano para la intervención del cuerpo, medicamentos basados en ingeniería genética, y un largo etcétera, más los constructos simbólico-culturales que han generado y generalizado esas redes de interacción.
Los cambios tan vertiginosos que el desarrollo tecnológico de las últimas décadas han supuesto en la vida diaria “nos confronta con estas nuevas formas de socialidad, en la medida en que reconocemos que no podríamos entender la vida cotidiana actual sin ese cúmulo de artefactos que nos la facilitan” y que son objeto de deseos, miedos, ansiedades y adicciones.
Por esa razón la nueva socialidad es un entramado de relaciones en las que lo material, emocional-sensible, simbólico e imaginario están inextricablemente unidos y mediados por el sistema tecnológico que prevalece en las sociedades actuales, aseguró la especialista en teoría de los imaginarios y las representaciones sociales.
Las relaciones interpersonales, cara a cara o virtuales, están por lo general acompañadas de artilugios técnicos; basta pasear la mirada por cualquier plaza, café o calle de alguna ciudad para ver a las personas enviando mensajes o ‘selfies’ por su celular, leyendo los últimos chismes de alguna de las redes sociales en su Tablet o incluso procurando un vínculo afectivo o efímero a través del Tinder, Match.com o alguna otro espacio de encuentros.
“Quizás tengamos que reflexionar acerca de si las perspectivas teóricas con las que hemos analizado los imaginarios y las representaciones sociales hasta ahora nos permiten comprender la realidad actual o si tenemos que echar mano de teorías como la del Actor Red para incorporar en nuestros análisis el papel de los intermediarios no humanos en la configuración de las asociaciones y las redes que constituyen el entramado del mundo”, concluyó la investigadora del Departamento de Sociología de esa sede universitaria.
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