Por: Redacción/
La tendencia hacia el aislacionismo y la desglobalización –un escenario que involucrará a personas y países– sobrevendrá después de la pandemia del COVID-19, advirtió el doctor José Luis León Manríquez, profesor de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
Estados Unidos contraído y con un liderazgo populista desorientado por parte del presidente Donald Trump, y China proyectada a ser potencia, aun con los problemas sanitarios, son señales de que la enfermedad que asola a la humanidad aceleró los cambios que se han venido gestando en el vecino país desde el arribo del mandatario republicano a la Casa Blanca, en el entorno globalizado del que se hablaba en 1990 e, incluso, en las dos primeras décadas del siglo XXI.
En este momento está latente un panorama de desglobalización con flujos financieros de inversión extranjera y de migrantes a la baja, derivado de “un movimiento iniciado con el proteccionismo comercial de Washington y la renegociación de tratados para adaptarlos a un mayor amparo, lo que sin duda se ha acelerado por el COVID-19”, una situación sin precedente desde la Segunda Guerra Mundial que arrastró la cancelación masiva de vuelos, intercambios académicos y de los propios Juegos Olímpicos que tendrían lugar en Tokio, como efecto claro de una crisis gemela: sanitaria y económica.
Ante este fenómeno “vemos una capacidad de respuesta muy limitada en términos del padecimiento epidémico” por parte de Estados Unidos, lo que ha sido aprovechado por el régimen de Beijing, no sólo por la rápida respuesta a la contención del virus, sino porque ha pasado a la ofensiva, al enviar equipo médico, pruebas y mascarillas a muchas naciones.
El miembro del Departamento de Política y Cultura de la Unidad Xochimilco y del Sistema Nacional de Investigadores precisó que el gigante asiático está asumiendo el liderazgo, no sólo en materia económica, sino también de cooperación, lo que le ha redituado bonos y otorgado una ventaja estratégica sobre la potencia estadounidense, sin embargo, la cadena de producción china ha resultado afectada de igual manera porque el país es proclive al comercio internacional, que “curiosamente depende de Estados Unidos y Europa”, además de que la pandemia ha dañado el desempeño de su Producto Interno Bruto (PIB) y sufrirá una contracción este año.
A diferencia del SARS en 2002 y del ébola en 2014 –cuando jugó un papel predominante– la Casa Blanca ha vivido desde hace años el dilema de todas las grandes potencias de la historia: mantenerse como líder económico del planeta o volverse hacia sí mismo.
El contexto actual le quita poder respecto de otras naciones que van ascendiendo, entre ellas China, un conflicto “que como hiperpotencia han tenido distintos jefes de Estado, resolviéndolo de maneras diversas”: Georges W. Bush atacando Afganistán en 2001 y luego Irak en 2003, pero los costos de esas guerras fueron muy altos.
Ahora Trump intenta mediante la táctica de cerco comercial, lo que aleja a su país de la cúspide en cooperación internacional –con medicamentos y respiradores, entre otros suministros– y lo introduce en un vacío de poder que –no cabe duda– está siendo llenado por China.
“Estados Unidos se ve ahora muy a la defensiva y pasivo en relación con los retos que implica este conflicto de índole sanitaria y económica”, mientras que gran cantidad de naciones está saliendo del déficit cero, contrayendo su deuda o sacando de sus reservas para inyectar las finanzas, ante una gran amenaza de quiebra de compañías y el desempleo que lleva a la inestabilidad y la violencia social.
México debe ver las experiencias sanitarias y económicas de Corea del Sur, Alemania, Perú y Argentina, en el sentido de cambiar la política económica, rescatar la mayor cantidad de empleos y reorientar los recursos de algunos megaproyectos a la conservación de fuentes de trabajo en la pequeña y mediana empresa.
Si el gobierno mexicano se decide a hacerlo “nos evitará un poco del sufrimiento político, económico y social que la epidemia está generando, y que ninguna otra generación había vivido, con todo ese desorden y turbulencia globales no observados desde la época entre conflagraciones del siglo XX y, probablemente, desde la Segunda Guerra Mundial”, concluyó.
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