Por: Redacción/
El conflicto es una posibilidad de transformación y crecimiento, al obligar a la sociedad a construir opciones frente a las consecuencias que –en este caso– dejará la pandemia del coronavirus COVID-19, ya que “si dejamos que el miedo nos gane y pensamos que todo va a ser un desastre”, las alternativas no aparecerán, advirtió la doctora Juana Juárez Romero, profesora de la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
La gente pasa por un momento de incertidumbre ante las secuelas –no sólo en el ámbito de la salud, sino en el económico– de la enfermedad que recorre el mundo, no obstante, “podríamos ver esto también como una oportunidad de cambio”, lo cual “no es fácil porque nos faltan muchas herramientas”, en particular allegarse información fidedigna para tener una opinión propia y no depender de la versión de la televisión o de las redes sociales, “que están haciendo eco de las aprensiones que hay detrás de todo esto”.
Por todo esto “necesitamos una fase en la que sobrepasemos el temor y hagamos algo” para superar la crisis, sostuvo la investigadora del Área de Psicología Política e Identidades.
La respuesta de la población a la convocatoria de las autoridades de salud para seguir recomendaciones que eviten la propagación de contagios ha sido diversa, lo que es comprensible porque “somos una sociedad enorme” en la que se dan expresiones como los saqueos de tiendas departamentales que también tienen que ver con el miedo, “que a lo mejor es legítimo por la merma en el ingreso de algunos que se preguntan cómo harán para comer mañana”.
El llamado a donar arroz y frijol a adultos mayores que empacan los artículos en los supermercados y que han sido enviados a sus casas corresponde al “tipo de acciones que pueden multiplicarse”, como las de quienes ofrecen alimentos a los peregrinos que cada 12 de diciembre se encaminan a la Basílica de Guadalupe.
“Si hemos logrado hacer eso podremos ayudar a aquellos que no tienen recursos, por lo que debemos ponernos imaginativos para responder, porque así lo hemos hecho en el pasado” y esta pandemia coloca a los mexicanos frente diversos fenómenos sociales que se dan en lo colectivo, grupal e individual.
En el primer caso aparecen procesos como los rumores o “las teorías de complot o conspiración”, que paradójicamente las tecnologías propagan y “que mueven temores que no son nuevos, sino que ya existían”, por ejemplo, la desconfianza hacia los chinos y a lo que ellos hacen.
Los mexicanos “no hemos desarrollado el hábito de buscar información fidedigna” y en general “acudimos a quien consideramos bien enterado para que nos desengañe o ratifique” la versión sobre algún tema, así que vencer este patrón será un reto y “si algo nos dejará esta experiencia será aprender a buscar y construir un punto de vista propio”.
Además está la ansiedad, otra reacción colectiva que, sumada a la falta de capacidad para obtener datos, no hacen una buena combinación porque pueden conducir a la histeria masiva, lo que exige reflexionar sobre el papel de los medios en toda esta situación.
En el nivel grupal hay dos tipos de situaciones: en el lado negativo se presentan los conflictos entre parejas o entre otros miembros de la familia que derivan, no sólo de una falta de herramientas para ejercer la comunicación mucho más abiertamente, sino de las carencias económicas, lo que se vuelve caldo de cultivo para la violencia.
Mientras no haya una sociedad más equilibrada, en la que nadie tenga la última palabra y todos puedan expresarse permearán el enojo, la tensión y la complicación.
En México se reconoce a las familias como solidarias, dentro y fuera del país, por lo que también está la oportunidad de convertir el encierro en un espacio de respaldo, creatividad y aprendizaje.
En el plano individual, en la medida en que “no sepamos estar con nosotros mismos se despertarán ansiedad, miedo y recelo, pero también la posibilidad de reconocerse a sí mismo como una persona valiosa, que logra cosas cuando se lo propone. El desafío está en cómo cada uno de nosotros vamos a reconciliarnos” para después hacerlo con los demás.
Una vez que pase la experiencia habrá innumerables situaciones que podrán explorarse, incluida “si recordamos que somos una sociedad solidaria”. En psicología social hay dos modelos: el funcionalista estadounidense, en el que se teme y evade el conflicto, y el genético europeo, que plantea posibilidades de transformación y crecimiento.
Si como colectividad se aprende a pensar así con la pareja, la familia, en los ámbitos laboral y social, y se busca el mejor partido, podrán construirse opciones frente a lo que ocurre.
Más allá de la incertidumbre “tendremos algo que comprender, igual que sucede cuando nos caemos y nos levantamos”, pues el ser humano tiene esa cualidad y capacidad. Habrá sociedades que asimilen más y otras menos, pero todo depende de “romper esa cápsula en la que nos hemos encerrado, haciendo depender nuestro bienestar de una sola persona, llámese sacerdote, presidente municipal o científico”.
La académica del Departamento de Sociología de la Unidad Iztapalapa añadió que “necesitamos tener nuestro punto de vista personal, aceptarnos, querernos un poco más y dejar a un lado el estereotipo negativo que nos ha impedido reconocer las cosas buenas que hay en nosotros”.
Resulta difícil, pero “hemos aprendido a evitar el conflicto, incluso en lo familiar, por lo que invito a pensar este momento de incertidumbre y tensión como algo que puede ser positivo”, concluyó la especialista de la UAM.
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