- “En AL se redujo en casi 98 por ciento la incidencia de la rabia humana transmitida por canes”, según la OMS.
Por: Redacción/
México es un ejemplo mundial de prevención contra la rabia humana transmitida por perros. En 2019 se declaró erradicada en nuestro país, por ello es importante continuar con la vacunación y la tenencia responsable de estos animales, asegura Jorge Francisco Monroy López, de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia (FMVZ) de la UNAM.
Aunque a partir de 2006 no hemos tenido casos en humanos que hayan enfermado por mordedura de perro, en el mundo anualmente se registran aproximadamente 60 mil defunciones por esta causa, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), refiere el epidemiólogo.
Si se vacuna al can, principal transmisor a las personas, se controla este virus; sin embargo, han existido uno o dos casos anuales de transmisión por otras especies, como murciélagos, zorros y zorrillos, expresa.
En Latinoamérica cerca de 100 millones de perros son vacunados al año en campañas. La región logró reducir la incidencia de la rabia humana transmitida por canes en cerca de 98 por ciento, de acuerdo con ese organismo internacional.
“Es sorprendente debido a que ahora existen sueros inmunes y vacunas (para individuos expuestos al virus), muy nobles y seguras, de células diploides, donde el diluyente ya no es formol, sino agua destilada y tienen la gran ventaja que no duelen; he recibido ese tratamiento preventivo, se coloca en el brazo, con un poco de reacción local”, abunda Monroy López.
En ocasión del Día Mundial contra la Rabia –que se conmemora el 28 de septiembre para promover la lucha contra esta enfermedad, aumentar la concientización sobre su prevención y conmemorar los logros alcanzados, según la ONU–, comenta que subsisten mitos entorno a esta enfermedad.
“Aquel como el refrán de que ‘muerto el perro se acabó la rabia’, pues no es así, porque se trata de una enfermedad transmisible y si un animal contagiado estuvo en contacto con otros, podría permanecer el virus”, destaca.
Otro es que las ratas pueden ser un problema para la transmisión de rabia, y no hay evidencia científica alguna publicada que lo compruebe; o que al llegar la temporada de calor o con el Sol se expandía la rabia, eso es falso.
Lo que sucede es que en ese momento las hembras inician su primer ciclo estral (proceso reproductivo) y eso incrementaba la tasa de contacto, por ende la probabilidad de contagio, ya que por cada perro infectado se pueden contagiar de 10 a 15 más, subraya el académico del Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la FMVZ.
Además, persiste “la creencia de que los perros pasivos o tranquilos no podrían estar infectados, solo aquellos activos e incluso agresivos, eso también es un mito”.
Mejores tratamientos
El maestro en Ciencias Veterinarias indica que tras la mordedura de un perro, lo inmediato que se debe efectuar es lavar con agua a chorro y jabón en el área afectada, lo cual reduce 99 por ciento el riesgo de enfermar; también un médico debe evaluar si se requiere aplicar tratamiento profiláctico o vacunación posexposición, lo que implica de tres a cinco dosis.
“En los años 80 me tuvieron que aplicar las 14 dosis de la antigua vacuna, que era terriblemente dolorosa porque venía diluida en formol, que se ponía de forma subcutánea, normalmente en el vientre, cuando llevaba siete no me podía ni cerrar el cinturón. Y dije: ‘probemos en la espalda, y ahí la sensibilidad y el dolor fue menor’”, recuerda el experto.
Monroy López explica que además es necesario solicitar al propietario del perro “agresor” que un médico veterinario mantenga en observación al animal, por lo menos 10 días, y que no sea remitido a algún centro de control canino.
“Si transcurren cinco días y no ha desarrollado la enfermedad será buena noticia, pero se da un margen de cinco días más por seguridad”, acota el experto universitario.
Algunos de los signos de alerta en los perros, son: dilatación de las pupilas; hiperacusia (sensibilidad a los sonidos); la hiperestesia, es decir, la incomodidad a cualquier tipo de contacto; así como la fotofobia, que hace que los cuadrúpedos huyan de la luz y busquen un lugar oscuro.
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