Por: Redacción/
La importancia social de la propiedad intelectual radica en la posibilidad de conservar el arte tradicional, generar nuevas fuentes de empleo, conseguir ingresos propios y fortalecer el impacto social y productivo de los inventos, sostuvo el doctor Enrique Medellín Cabrera al participar en el Circuito Interuniversitario del World Design Capital 2018.
Además mantiene el posicionamiento competitivo de las empresas y ayuda a incrementar el prestigio institucional que trae consigo la invención de nuevos productos, dijo el director de Innovación de la Coordinación General para el Fortalecimiento Académico y Vinculación de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
La propiedad intelectual puede ser ofensiva o defensiva, dependiendo de su uso: en el primer caso busca sacar provecho de algo que quizá no fue creado, que aún no tiene dueño y juega en función del beneficio de unos cuantos, y en el segundo aplica como protección para quienes diseñaron un producto que genera valor y pretende conseguir el respeto de terceros.
A nivel nacional esta universidad ocupa la tercera posición en patentes obtenidas y la sexta en solicitudes de patente entre las instituciones mexicanas de educación superior, al sumar 110 registros.
El ranking de la actividad de propiedad industrial hasta 2016 coloca a China como el país con mayor número de patentes, seguido de Estados Unidos, Japón, Corea, Alemania y Francia, mientras México ocupa el lugar 34 de 180 naciones que participan en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos.
Sin embargo hay una escasa cultura de protección a la propiedad intelectual, pues en muchos casos se patenta el producto pero no se desarrolla ni se comercializa, incluso algunos sectores de la industria han preferido pagar regalías antes que invertir en un nuevo desarrollo.
Esta mentalidad urge cambiarla pero para ello se requiere de políticas de Estado para impulsar la inversión pública e incrementar y fortalecer la privada, señaló Medellín Cabrera.
El funcionario citó el caso de elaboración del papel amate, para cuyo blanqueamiento solían emplearse corrosivos que se desechaban en ríos y lagos, y el cual fue reinventado en una colaboración entre la Universidad Veracruzana y la UAM, realizada en el pueblo de San Pablito, Puebla.
Gracias a numerosas investigaciones se logró el proceso con encimas derivadas de piña, naranja y otros frutos, lográndose la patente que rescató el trabajo ancestral de esta comunidad y permitiendo mantener el ingreso de cientos de familias.
El origen geográfico de los bienes puede agregar valor siempre y cuando goce de reputación y prestigio, como el caso del tequila que ha empezado a producirse en otros lugares, pero sin la calidad del agave mexicano.
Medellín Cabrera sumó la importancia del atractivo estético en la creación de un producto, lo que decanta la preferencia de los consumidores constituyendo un valioso aporte a la propiedad intelectual.
Ariel Rojo, creador de Design Studio, una firma especializada en el desarrollo de conceptos y productos de la Ciudad de México, señaló que el registro de autoría es una forma de protección ante la piratería, pero existe también el recurso de propiedad industrial que se utiliza para comercializar las piezas y el registro de marcas.
El joven artista apuesta por el trabajo colaborativo entre diseñadores para dar soluciones a necesidades de diferentes tipos y escalas a través de la creación de mercancías, espacios y servicios, ofreciendo experiencias con valor que mejoran la calidad de vida.
La experiencia al frente de esa empresa le ha permitido adentrarse al mundo de las patentes con las cuales ha podido defenderse de los imitadores y del robo de ideas, además de permitirse compartir regalías y créditos para todos los colaboradores de la marca.
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