- Con Biden el panorama político se avizora muy diferente, dados los antecedentes de su gestión como vicepresidente, en donde lideró los esfuerzos para aprobar el nuevo tratado START, de reducción de armas estratégicas entre Estados Unidos y Rusia.
Por: María Manuela de la Rosa Aguilar/
La inminente llegada de Joe Biden a la presidencia de los Estados Unido pone en alerta a las potencias, después de cuatro años de una política enfocada en los asuntos internos, que se caracterizó por continuos manotazos y declaraciones sin consecuencias reales para la seguridad internacional, pero sobre todo, muy lejos de la tradicional política intervencionista como la primera potencia mundial. Con Trump el poderío y beligerancia norteamericanos parecieron estar en receso.
Con Biden el panorama político se avizora muy diferente, dados los antecedentes de su gestión como vicepresidente, en donde lideró los esfuerzos para aprobar el nuevo tratado START, de reducción de armas estratégicas entre Estados Unidos y Rusia en el 2010 (mismo que con Trump no ha sido ratificado); respaldó la intervención militar en Libia en el 2011. Como presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado apoyó la expansión de la alianza de la OTAN en la Europa del Este y su intervención en las guerras Yugoslavas en 1990, respaldó la resolución que apoyaba la guerra de Irak, aunque también se opuso a la Guerra del Golfo en 1991.
Con el nombramiento de su gabinete, se nota el impulso que dará a la política exterior:
Anthony Blinken fue nominado como secretario de Estado (canciller); Linda Thomas-Greenfield ocupará el puesto de embajadora ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU); y el veterano político demócrata John Kerry actuará como enviado presidencial para el clima. Los tres funcionarios tienen la experiencia de haber participado en la administración Obama y tienen una coincidencia de objetivos con Biden, así que muy posiblemente se encarguen de materializar lo que ha anunciado el presidente electo. Un retorno al Acuerdo de París y una renegociación del Acuerdo Nuclear Iraní, que ha mencionado como dos temas de primera prioridad. Asimismo volver al sistema de alianzas tradicionales de Estados Unidos, por ejemplo, los países de la Unión Europea o, en Asia, países como Japón y Corea del Sur.
Se espera que el objetivo declarado de esta nueva política sea la reconstrucción de una alianza con países de corte democrático liberal, opuesta a los gobiernos autoritarios.
De acuerdo a su promesa de redefinir las relaciones con países aliados de Estados Unidos que presentan un comportamiento cuestionable en materia de derechos humanos, es posible que, por ejemplo, deje de apoyar la intervención de Arabia Saudita en la guerra civil de Yemen.
Respecto de China, se ve la necesidad de mantener una cooperación comercial y en otros rubros como la tecnológica, teniendo cuidado de mantener equilibrada la balanza comercial con el gigante asiático, que ha logrado permear en todo el planeta.
La política exterior estará dirigida por el mismo equipo del presidente Obama, cuando se hizo la intervención en Siria, tema que aun continúa vigente. Pero además no se puede soslayar el hecho de que impusieron récords de deportación de inmigrantes y se hizo más válida que nunca la política hegemónica de los Estados Unidos.
También es probable que se mantengan las medidas coercitivas contra Cuba, Venezuela, Nicaragua y Siria, así como del apoyo a la causa israelí para la dominación de territorios palestinos.
Esta posición fue clara con la aseveración de Biden de que ”Estados Unidos está de vuelta”, lo cual se entiende como un reposicionamiento en el tema internacional, con miras a un liderazgo global, por lo que las potencias como China y Rusia han despertado, ante la amenaza de ver reducido su poderío.
Por lo dicho, Biden volverá al Acuerdo de París para enfrentar el cambio climático, trabajará contra la deforestación y promoverá el uso de energías renovables, en donde Europa actualmente es líder.
Al decantarse por el multilateralismo, su rol en los organismos internacionales será muy activo, en primer lugar en la OMS, a la cual regresará para enfrentar de manera conjunta el grave problema de la pandemia que tiene de rodillas al mundo. Asimismo se sumará a los acuerdos internacionales y trabajará muy activamente en la UNESCO, siendo la ONU su plataforma para impulsar la política exterior que posicione a los Estados Unidos. Y a ver qué acciones toman las demás potencias, que se encuentran expectantes al inicio de la nueva administración.
Y no olvidemos que desde el 2016 Vladimir Putin anunció una nueva política exterior para Rusia, priorizando la seguridad, soberanía e integridad territorial de su país, con énfasis en el impulso económico para incrementar su competitividad, así como para reforzar la posición de Rusia como un país predominante y recuperar su influencia respecto a la estabilidad y seguridad global.
Por ello se ha enfocado en mantenerse muy al pendiente del cumplimiento de las leyes internacionales, manifestando abiertamente su lucha contra las presiones políticas y económicas de Estados Unidos y sus aliados, situación que con Trump estuvo controlada, dada la pasividad que mostró el presidente norteamericano, que pronto dejará la Casa Blanca.
Con Biden se espera que su posición sea más combativa respecto a la diplomacia internacional, argumentando una posible desestabilización global, en la búsqueda de coincidencias con la Unión Europea, que es un importante socio político y económico. Asimismo ha tenido un acercamiento con Canadá, a fin de proteger los intereses mutuos en el Ártico, para evitar que se instale material bélico en esa región.
Rusia también cuidará de mantener su influencia en Medio Oriente, sobre todo respecto al Norte de África.
Y un aspecto en el que se ha estado trabajando silenciosa y permanentemente es en el desarrollo de tecnologías informáticas para reforzar su posición en los medios. Y por eso no es raro que se le haya acusado de intervenir en la elección que llevó a Donad Trump a la presidencia, cuyos resultados aun siguen bajo la sombra de la sospecha.
Para Putin es un objetivo estratégico lograr que se declare la indivisibilidad de la seguridad en la región del Atlántico Norte, por lo que trabaja en la consolidación de un sistema de defensa antiaéreo para reaccionar con fuerza a cualquier acción hostil.
Y un aspecto novedoso en la geoestrategia es el interés de Rusia en fortalecer los vínculos diplomáticos con países de América Latina, en donde México tiene una alta prioridad, dada su vecindad con Estados Unidos. Tañl vez esto explique por qué el presidente ruso como el mexicano aún no han felicitado a Joe Biden por su triunfo.
Y todo parece indicar que se espera una relación tensa entre Estados Unidos y Rusia. Aunque tal vez Biden logre suavizar la situación buscando las coincidencias hegemónicas, favoreciendo al gigante euroasiático, con lo que podría generarse un nuevo liderazgo.
Por su parte, China, que si bien tardó en reconocer el triunfo de Biden, ya envió sus felicitaciones al presidente electo, dejando atrás la tensión generada por su silencio al término de la contienda electoral. Y es que el gigante asiático tiene muchos intereses en la economía norteamericana. Baste considerar que un tercio de la deuda externa de los Estados Unidos le pertenece a China, además de que es su principal socio comercial, junto con la Unión Europea y el mercado más grande del mundo, por lo que China no tuvo que pensarlo mucho antes de congratularse del triunfo del demócrata.
Con la llegada de Biden los exabruptos terminarán y las formas cambiarán a un trato respetuoso y profesional, sin duda no exento de una contienda por la supremacía, pero tomando en cuenta el poder que tiene la economía en el concierto mundial, China lleva la delantera, pero también tiene la necesidad de cuidar sus intereses, pues tampoco le conviene una caída en las finanzas norteamericanas y los equilibrios entre las potencias se mantienen más o menos equidistantes. Tomemos en cuenta que las tres naciones en cuestión cuentan con los ejércitos más poderosos del orbe:
Estados Unidos con 1´400,000 efectivos y un presupuesto de 750,000 millones de dólares.
China con 2´693,000 efectivos y un presupuesto de 237,000 millones de dólares.
Rusia con 48,000 millones de efectivos y un presupuesto de 48,000 millones de dólares.
Pero no podemos soslayar la creciente influencia de la India, que no sólo está casi a la par con China en cuanto a población, sino que tiene un ejército de 1´444,000 efectivos, con un presupuesto 61,000 millones de dólares. Que además es uno de los países que ha logrado tener un crecimiento económico exponencial y que seguramente seguirá posicionándose, ya que se ha mantenido con un crecimiento del 4.9%, por lo que se espera que en dos décadas pueda llegar a ser la segunda economía del mundo.
Los retos para Biden son grandes y ya ha dado muestras de su capacidad de liderazgo. Los gigantes despertarán y el panorama geopolítico presentará nuevas disyuntivas.
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