Por: Redacción
Para sobrevivir, los humanos requerimos un cerebro dinámico, flexible, eficaz, eficiente y adaptable a los cambios del ambiente. A esto se le llama plasticidad neuronal y refiere la capacidad del sistema nervioso para cambiar adaptativamente su organización estructural y funcional ante estímulos y el entorno, y ocurre al aprender, recordar o memorizar algo (como al asimilar una nueva lengua o tocar un instrumento musical), dijo César Casasola Castro.
El profesor de la Facultad de Psicología de la UNAM señaló que en la vida cotidiana ese proceso se aprecia cuando alguien cambia de domicilio y debe familiarizarse con una nueva ubicación, rutas de transporte y sitios aledaños, como el supermercado, gasolineras o consultorios médicos. No obstante, también entra en acción ante una lesión por enfermedad cerebro-vascular, infarto isquémico, trombosis, embolia, tumor o traumatismo craneoencefálico, entre otras.
La clave, ejercitar el cerebro
Para el universitario, es importante que las personas ejerciten la plasticidad debido a su importancia en la conservación de las capacidades funcionales del cerebro. “De esta manera, los procesos cognoscitivos, sensorio-perceptuales, motores e incluso de procesamiento emocional estarán sanos”.
De inhibirse esta cualidad, el cerebro se deteriorará, degenerará, y será incapaz de responder a condiciones de daño o lesiones, resaltó.
Por ello, es necesario involucrarse con acciones que reten al órgano referido y logren el cambio. En este rubro hay dos escenarios de intervención: el primero se da en el ámbito de la atención especializada, como cuando una persona sufre un proceso demencial o un traumatismo craneoencefálico, entre otras afectaciones, y requiere recuperar funciones.
En este caso, un profesional (neuropsicólogo, neurólogo o fisioterapeuta) trabaja con técnicas, modelos o metodologías especializadas encaminadas a rehabilitar al paciente y aumentar su calidad de vida.
El segundo tiene que ver con acciones cotidianas como alimentarse, dormir bien o practicar ejercicio. Por ejemplo, la ingesta balanceada y la actividad física promueven la salud y protegen de patologías como hipertensión arterial, obesidad, sobrepeso y diabetes, que afectan al sistema nervioso, además de perjudicar su desempeño, explicó Casasola.
Sobre la demencia vascular, el investigador recalcó que afecta funciones cognoscitivas. Algunos de sus factores de riesgo son la obesidad, la hipertensión arterial o niveles altos del colesterol, alteraciones prevenibles con una dieta adecuada o el deporte.
En cuanto al sueño, para un adulto es importante dormir de siete a nueve horas diarias, pues la privación del descanso inhibe la plasticidad. Por otro lado, la actividad física (sobre todo el ejercicio aeróbico) promueve la oxigenación cerebral, la neurogénesis y la conectividad neuronal.
“Es recomendable usar nuestras funciones cognoscitivas y retarnos con dinámicas que promuevan esta capacidad, por lo que también se sugieren lecturas cada vez más complejas o resolver laberintos o crucigramas”, subrayó Casasola Castro.
Al respecto, investigadores de la Universidad de Edimburgo (Reino Unido) han planteado que aprender otra lengua retrasaría la aparición de la demencia hasta cuatro o cinco años.
“La plasticidad está presente toda la vida y sin ésta los organismos no podrían sobrevivir. Es impensable un cerebro rígido, estático, inflexible y acartonado”, concluyó el universitario.
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