Autor Carlos Avilés Allende
Les llaman soñadores. Dicen que sus padres se los llevaron a Estados Unidos buscando el llamado “sueño americano”. Dicen que las nuevas cifras revelan que son más de un millón 800 mil jóvenes. Pero ni son todos los que están ni están todos los que son. Porque el acoso real, el ambiente acosador real es para todas sus familias y las familias de muchos otros jóvenes más.
Porque no sólo son ellos, solos, en lo individual.
Porque junto a ellos hay que sumar también a sus familias, a sus padres, tíos, abuelos, que tampoco nacieron allá, pero que llevan décadas viviendo en suelo estadounidense sin haber pisado una escuela, porque alguien tuvo que trabajar para que los demás estudiaran.
Porque junto a esos dreamers también hay que sumar a los otros jóvenes soñadores que conforman, a veces, sus hermanos, sus primos, sus tíos, que nacieron allá, que son estadounidenses de nacimiento, y que se pueden quedar solos en esa que ahora llaman su patria, si sus padres, que no son estadounidenses, son detenidos y deportados, muy previsiblemente de manera violenta y vejatoria.
Porque la más grande pesadilla, en que se ha convertido el sueño americano, envuelve a todas las familias que se pueden separar, desmembrar, romper, con el endurecimiento de las políticas migratorias en los Estados Unidos.
Porque no sólo es el futuro de esos jóvenes universitarios brillantes. Las políticas migratorias que chantajean con apoyos a cambio de la construcción del muro fronterizo afectan a muchos más.
Porque las políticas migratorias que impulsa la administración Trump, afecta no sólo a esta generación de soñadores, sino incluso de los que llegaron mucho pero mucho antes que ellos, allá por los ochentas y los noventa, y que ya daban por arreglada su situación.
Porque, sí, el escenario también pinta complicado hasta para quienes resultaron beneficiados con el denominado Estatus de Protección Temporal (TPS por sus siglas en inglés) creado desde 1990, gracias a ese estatus, se otorgaron permisos de residencia y trabajo a personas afectadas por conflictos bélicos, epidemias o desastres naturales.
Porque la administración Trump también está dando por concluidos estos permisos en perjuicio de salvadoreños, nicaragüenses, hondureños, y haitianos, principalmente, que viven y trabajan en suelo estadounidense desde hace más de 20 años, con hijos estadounidenses, que ahora ven en riesgo la integración de su familia sino también un patrimonio que han construido en décadas.
Porque, reitero, la pesadilla del sueño americano no sólo afecta a los dreamers, sino a todas las familias que tienen uno o más integrantes que no nacieron en suelo estadounidense, pero que han forjado su pasado, presente y que veían su futuro en ese país. Y todos están bajo acoso. No hay que perderlo de vista.
Porque no son sólo los dreamers. Todos los migrantes que están allá son o han sido en algún momento soñadores.
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