Por: César Dorado/ 

Ante la emergencia sanitaria del Covid- 19 que vive la ciudad de México, el día de ayer la tradicional escenificación de la Pasión de Cristo en Iztapalapa no pudo llevar a cabo el recorrido por los Ocho Barrios de la alcaldía que, año con año, reúne en promedio 2 mil personas como nazarenos y a millones de espectadores.

Pese a las adversidades que enfrentó esta 117 representación, el montaje y la actuación de sus fieles no se descartó y se llevó a cabo vía televisión, reuniendo la atención de 5 millones de espectadores, según los organizadores de la puesta en escena. No cabe duda, que no existen los impedimentos para que se realice un evento que conjuga sentimientos religiosos, colectividad y una enérgica tradición popular.

Bajo las medidas preventivas del “Quédate en casa”, la gente pudo disfrutar una vez más de esta representación a las formas modernas; con transmisiones en vivo y otros métodos de la “Nueva Era”, como escribió Carlos Monsiváis para el libro “Pasión en Iztapalapa” (2008), un trabajo colectivo entre Trilce Ediciones y la alcaldía Iztapalapa, donde se retrata todo el proceso de la procesión. Una opción más para ver todo lo que conlleva año con año el trabajo de cientos de personas que no dejan morir esta tradición.

Desde aquellos que se encargan de confeccionar la vestimenta hasta las historias de personas que han ido comprometiéndose año con año, y bajo la herencia tradicional de sus familias, para representar bien su papel.

Este compilado fotográfico muestra cada elemento, por mínimo que sea, como un componente para que la pasión “sobre las lajas en el agua” sea uno de los momentos del año más esperados por los habitantes de los ocho pueblos donde se lleva a cabo el recorrido.

Las cámaras de Jorge Aguinaco, Carlos Contreras, Ricardo Espinoza, Karel del Ángel, Jesús López, el Archivo Comité de Semana Santa en Ixtalapalapa A.C. más otros colaboradores, retratan desde comerciantes, organizadores, niños, espectadores, a la par de que se escriben historias en donde impera la fe, la pasión y el respeto por poder estar un año más en el proceso, sin importar la profesión o el oficio.

Con Prólogo de Juan Villoro, quien describe el evento como un lazo que “une a los presentes con los tíos y los abuelos y los conocidos que antes recorrieron las calles de esos Ocho Barrios para ver las emblemáticas tres Caídas del Señor”, el trabajo de Trilce y la alcaldía Iztapalapa sugiere una labor antropológica contada a través de su propia gente, quien una vez entrada en su papel, no cabe duda que “no se le puede regatear seriedad a una celebración que pone en juego la resistencia física de los participantes”.

El análisis y el contexto histórico enriquecen aún más el trabajo de los escritores y fotógrafos, pues gracias a ello la pasión en Iztapalapa se puede ver como un fenómeno cultural que, gracias a la dedicación de su gente en más de 100 años, ha sido declarado como Patrimonio Cultural Intangible de la Ciudad de México.

También, con el análisis del escritor Carlos Monsiváis con su texto “Las Siete Palabras en Iztapalapa” se empieza a comprender esa evolución que ha tenido el evento  con la llegada de la tecnología sufriendo una transfiguración que critica pues “Mientras una parte mantiene la fe en la trascendencia, otra se precipita al encontronazo con lo propio de la Nueva Era: la televisión cuya lista de nuevos pecados incluye la falta de carisma, la ausencia de fotogenia,  la renuncia a la cirugía plástica, el rostro tan parecido al del vecino que para qué son de seres distintos”.

Agregando que La Pasión en Iztapalapa es una “obligación urbana muy dependiente de las cámaras y micrófonos, de la tecnología al servicio de los estremecimientos del alma”, una cita que bien podría encarnarse ahora, con una Iztapalapa que no puedo ver a millones de personas inundando sus calles por el Covid-19 y que tuvieron que ver desde sus casas.