Por: Redacción/
El movimiento #MeToo abre la oportunidad de luchar contra prácticas de poder como el acoso sexual, pero sin volver al puritanismo ni caer en el victimismo, la acusación o los fundamentalismos; además, permite retomar el asunto a nivel de leyes y protocolos, y tratar de homologar las distintas definiciones, señalaron académicas y activistas feministas en la UNAM.
En el conversatorio “Acoso Sexual: del silencio al estruendo. Dilemas actuales”, efectuado en el Instituto de Investigaciones Sociales, su organizadora, Sara Sefchovich, resaltó que lo que más se debe entender al momento de analizar los acosos sexual, laboral o salarial, es la situación social, “porque en cada cultura se maneja de modo diferente y no hay una solución que sea universal. Si queremos hacer algo al respecto en el país, ésta es la realidad de la que debemos partir”.
La universitaria externó su confianza en que en nuestra sociedad haya la oportunidad de conseguir avances culturales y legales para detener, o por lo menos hacer conciencia y castigar este tipo de situaciones.
En México, el problema del acoso sexual está presente en fábricas, escuelas y oficinas, pero tenemos un elemento más: la delincuencia organizada y no organizada, resaltó Sefchovich .
Cecilia Soto, diputada federal por el PRD, destacó que “hemos visto en vivo y en directo la toma de conciencia, la valentía al elevar la voz de decenas, cientos de mujeres sobre el acoso sexual”.
El problema no sólo consiste en manos que sin permiso buscan apropiarse del cuerpo de las mujeres en situación de vulnerabilidad, especialmente laboral, sino que “en México las matan, nos matan, y no pasa nada”.
Las lecciones que se pueden tomar de #MeToo, subrayó, son permanecer unidas alrededor del objetivo de un entorno más justo, libre y liberador para las mujeres, en especial las jóvenes; escuchar todas las voces y hacer alianzas.
Para la investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios de Género de la UNAM, Lucía Núñez, lo que antes no era nombrado, ahora se dice; lo que no era considerado una agresión, acoso u hostigamiento, ahora lo es, e incluso puede configurar un delito.
Uno de los temas a debatir en torno al consentimiento, es el contexto en que se manifiesta, y si se considera verdadero, libre, inducido o forzado. Sin embargo, en este debate hay también una serie de cuestiones como la victimización y sus implicaciones, porque “el juego de la víctima inocente es patriarcal y muchas veces caemos en él. No necesitamos ser víctimas inocentes para que se reconozcan las agresiones que sufrimos”.
Núñez refirió que “la denuncia de algo que no podríamos articular con palabras porque no sabíamos qué era, ni cómo entenderlo, es un acto revolucionario, transformador”.
Susana Vidales, activista feminista, expuso que en México estamos en el silencio, no en el estruendo. “Veo rabia, coraje, sobre todo de las mujeres jóvenes, quienes sufren más esta violencia”. En este tema no sólo hay diferencias de sectores sociales, sino de tipo generacional: las viejas y las jóvenes sufren la violencia de manera distinta.
El mayor problema de acoso u hostigamiento sexual está en los ámbitos laboral y escolar, empero, no fue sino hasta 2012 que se incluyó el tema en la Ley Federal del Trabajo, aunque eso no implica que se cumpla ni que haya procedimientos. Además, sólo cinco universidades en todo el país, incluida la UNAM, tienen protocolos para atender el problema, y en todos esos documentos, como el Código Penal Federal y dicha ley, las definiciones varían.
Marta Ferreyra, feminista y docente universitaria, recalcó que las cifras de asesinatos de mujeres por razón de género en México son muy altas. “La violencia en el espacio académico es por todos conocida, sin embrago, apenas llevamos poco más de un año con el protocolo de la Universidad Nacional.
“Eso enfada, pero históricamente hemos reaccionado con el enojo para pelear nuestros derechos. No es algo de ahora, pero temo que las prisas por resolver o ahorrar violencia nos hagan tomar atajos y pasar de largo las complejidades de los problemas que nos golpean”.
Por último, la doctorante de Sociología, Luz del Carmen Jiménez, consideró que se debe pensar hasta qué punto puede ser que grupos conservadores estén retomando ideas feministas para facilitar el retroceso de los logros de las mujeres.
Se trata de grupos con orientación cristiana evangélica dedicados a combatir principalmente la trata con fines de explotación sexual. Retoman la lucha contra la violencia de género para sostener sus acciones, no obstante, forman parte de coaliciones más amplias de grupos que han promovido campañas por el derecho a la vida desde la concepción.
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