Por. Redacción/
Andrew Gilmour compartió con refugiados en el campamento de Kutupalong, que desde agosto del año pasado se ha convertido en el más grande del mundo. Allí varias personas le dijeron que los rohingyás que intentan abandonar sus aldeas en Myanmar son secuestrados y nunca más regresan.
“La limpieza étnica de rohingyás de Myanmar continúa. No creo que podamos sacar ninguna otra conclusión de lo que he visto y oído en Cox’s Bazar “, dijo.
La tasa de homicidios y violencia sexual en el estado de Rakhine ha disminuido desde agosto y septiembre del año pasado, pero existen testimonios creíbles de continuos asesinatos, violaciones, torturas y secuestros, así como de inanición forzada.
“La naturaleza de la violencia ha cambiado del frenético baño de sangre y las violaciones masivas del año pasado a una campaña de terror e inanición forzada diseñada para que los rohinyás que quedan abandonen sus hogares y se vayan a Bangladesh”, aseguró Gilmour.
Los rohinyás cuentan su pesadilla
Durante la visita de Gilmour un hombre contó cómo su padre fue secuestrado por el ejército de Myanmar en febrero y días después recibió una notificación para ir a recoger su cuerpo. El refugiado aseguró que tuvo mucho miedo de preguntarle a los militares qué le había sucedido a su padre, pero que el cadáver estaba cubierto de hematomas.
Otro hombre describió haber sido retenido por la policía fronteriza dentro de su propia casa en enero mientras secuestraban a su hija de 17 años. Al padre le apuntaron con un arma a la cabeza y lo patearon repetidamente. Más tarde, cuando salió a buscarla, lo atacaron de nuevo. Su hija no ha sido vista desde entonces.
La Oficina de Derechos Humanos asegura que se trata de un tema recurrente: mujeres y niñas secuestradas, que nunca regresan; y que sus familiares temen lo peor: que fueron violadas y asesinadas.
“El gobierno de Myanmar está ocupado diciéndole al mundo que está listo para recibir de nuevo a los rohingyás, mientras que al mismo tiempo sus fuerzas militares continúan forzándolos a huir a Bangladesh”, dijo Gilmour. “Los retornos seguros, dignos y sostenibles son, por supuesto, imposibles en las condiciones actuales. La conversación ahora debe centrarse en detener la violencia en el estado de Rakhine, garantizar la rendición de cuentas de los responsables y la necesidad de que Myanmar cree las condiciones para el retorno”, agregó.
El gobierno de Myanmar está ocupado diciéndole al mundo que está listo para recibir de nuevo a los rohingyás, mientras que al mismo tiempo sus fuerzas militares continúan forzándolos a huir a Bangladesh.
Gilmour aseguró que el mundo no puede permitir que los autores de este “caso brutal de limpieza étnica que puede constituir un genocidio” sean recompensados.
“Será necesaria la repatriación de los rohingyás a sus hogares y a su país, así como la rendición de cuentas por los crímenes de lesa humanidad que puedan haberse cometido contra ellos”, dijo.
La amenaza de la temporada de lluvias
Durante su visita a Bangladesh, Gilmour se reunió con equipos locales de la ONU y ONGs involucradas en la respuesta humanitaria de Cox Bazar, y alertó sobre la amenaza mortal que representa la inminente temporada de lluvias.
Aunque la respuesta del gobierno de Bangladesh y de organismos internacionales a la crisis de los rohingyás ha sido notable, las lluvias posiblemente tendrán un efecto devastador en campamentos como el de Kutupalong, que consiste en un extenso complejo de refugios hechos con láminas de plásticos y postes de bambú.
“Después de haber sufrido tanto por una tragedia provocada por el hombre, existe el riesgo de que sean víctimas de un desastre natural que con certeza podemos decir que causará deslizamientos de tierra e inundaciones. Además, las fuentes de agua podrían contaminarse y causar brotes de cólera mortales”, aseguró el secretario general adjunto.
El pedido a los donantes internacionales
En Dhaka, la capital de Bangladesh, Gilmour elogió la gran hospitalidad de ese país al proporcionar protección y refugio a quienes más lo necesitaban.
El alto oficial de derechos humanos de la ONU aseguró que el país ha demostrado un nivel de generosidad que desafortunadamente falta en muchas otras partes del mundo.
Es absolutamente esencial que los donantes internacionales demuestren su aprecio y apoyo al asumir compromisos a largo plazo para ayudar a los refugiados, así como a las comunidades locales.
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