Por María Manuela de la Rosa Aguilar.
Una opinión generalizada e intelectualmente aceptable para considerarse de avanzada y con una cultura elevada es manifestarse de izquierda, porque la derecha es lo reaccionario, lo retrógrada, intolerante y de mentes cerradas. Porque lo moderno y sinónimo de progreso es todo lo que se refiere a la izquierda.
La ideología de izquierda está basada en la idea de la igualdad social, que debe velar por los sectores más desprotegidos en aras de un sano equilibrio social, en donde la solidaridad es el principio básico, donde se respete la pluralidad, la diversidad, el secularismo, un estado laico, promueve el internacionalismo, la justicia social, un estado de bienestar y una perspectiva de protección al medio ambiente. En tanto que la derecha se identifica con un orden jerárquico, la estratificación social, la libre empresa, el individualismo, la propiedad privada, la movilidad social en base al mérito, la importancia de la tradición, una perspectiva conservadora de los valores, el militarismo y la religión.
A la izquierda se le identifica con el progreso social y a la derecha como el retroceso. Pero vemos que el prototipo de régimen de derecha es el fascismo en Alemania, el fascismo en Italia, o el régimen de Pinochet en Chile. Pero, ¿bajo qué argumentos impusieron su gobierno estas dictaduras históricas si no de una falsa promesa de bienestar social, de equidad y de justicia? ¿qué diferencia vemos con Rusia, Venezuela o Cuba? El resultado ha sido el mismo, incluso sus postulados, porque el nacional socialismo también convenció a las masas de un supuesto bienestar generalizado, todos estos regímenes, aunque con sus específicas diferencias, bajo una motivación común: el odio y resentimiento hacia los que gozan de prosperidad, así que había que despojarlos para repartirlos al pueblo bueno, como así lo califica el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, quien según él iba a hacer del país una nación próspera con equidad, inaugurando una “cuarta transformación” (4T) en donde el pueblo sería feliz por fin y gozaría de bienestar, seguridad, educación y el mejor sistema de salud del mundo, entre otras muchas promesas, pero sobre todo, distribuir la riqueza entre los más pobres; claro, sin que se tenga necesidad de trabajar, porque lo merecen sólo por el hecho de existir.
Este pensamiento es el mismo que se ha vendido en todos los sistemas populistas, de izquierda y de derecha, porque todos los mencionados tienen algo en común y es la promesa de entregar al pueblo lo que supuestamente le pertenece, las riquezas nacionales, sin considerar que la riqueza se genera, no nace de manera espontánea. Ya hemos visto como Cuba está en la ruina, con una mayoría desocupada, lo mismo que Venezuela, y veamos a Rusia, que inauguró la era de la izquierda con el socialismo, de un sistema prácticamente feudal que era el Imperio Ruso, con la revolución, que abanderó la causa de la igualdad y de un sistema colectivo de producción, donde todos los bienes serían repartidos de manera equitativa, con igualdad, pese a la evidencia de las diferencias individuales y ahí tenemos, la mayor desigualdad sin esperanza, donde una mayoría paupérrima mantiene a una oligarquía multimillonaria, al mando de un dictador más poderoso aún que el Zar de todas las Rusias y gobernando a perpetuidad; ahí tenemos también a Fidel Castro, que derrocó un régimen de corrupción para situarse como el nuevo dictador vitalicio y mantener a los cubanos en situaciones límites de pobreza desde el siglo pasado.
Y qué decir de Venezuela, un país inmensamente rico por sus recursos naturales, donde un militar rebelde se apropió del poder con falsas promesas y se perpetuó, dejando a su muerte a su heredero Maduro, sólo para mantener un régimen totalitario y dictatorial que ha llevado al país a la miseria, donde no hay esperanza y miles han tenido que salir huyendo del hambre y de la miseria, porque al despojar a los propietarios legítimos de los medios de producción para supuestamente repartir la riqueza, han paralizado la economía y ahí están los resultados.
Y ¿qué pasa en Europa? España, bajo un gobierno de izquierda está a punto de la ruina; una monarquía que ha sido infiltrada por una plebeya republicana de familia sindicalista que llegó a ser reina y hoy simpatiza y apoya iniciativas tan polémicas como la liberación de asesinos, entre los que se encuentran terroristas y psicópatas, una reina que es la antítesis de lo ejemplar, cuya reputación no sólo ha manchado a la monarquía, sino que curiosamente a partir de su llegada a la familia real ha comenzado su desmoronamiento, por escándalos, detonados por filtraciones a la prensa, casualmente del gremio de donde es esta reina plebeya.
Primero con el enjuiciamiento de su concuño (a quien se sabe odiaba), lo cual derivó en la exclusión de la hija del rey, una princesa, a quien se le despojó de su título y dejó de pertenecer a la familia real. Políticamente un supuesto blindaje para la familia, pero moral y emocionalmente devastador para todos; luego vendría el escándalo del propio rey (quien no veía con buenos ojos a su nuera plebeya y republicana), también a partir de filtraciones a la prensa, lo cual lo obligó a abdicar, lo que llevó a esta mujer republicana de mala reputación a ser la reina consorte y prácticamente la mujer más poderosa de España.
Pero escándalos tras escándalos, en donde se hace más que evidente la traición, no sólo como esposa, sino como reina de España de Letizia Rocasolano y no pasa absolutamente nada, al contrario, en los medios nacionales e internacionales se promociona con gran amplitud su imagen, su estilismo, su ropa, sus accesorios, el maquillaje, su belleza, si va, si viene. Una campaña de promoción de imagen por supuesto multimillonaria, pero ¿quién la está pagando? ¿por qué a pesar de la bajeza de sus acciones (amantes, abortos, traiciones a la institución, agresiones contra la reina emérita y madre de su marido, groserías y acciones prepotentes ampliamente difundidas, faltas al protocolo, agresiones en eventos diplomáticos, confabulaciones con los líderes de izquierda…) parece intocable? ¿quién es la mano que mueve la cuna, mientras España se hunde en una crisis institucional, política, social y económica con un gobierno de izquierda?
Y bueno, un ejemplo más de lo que hace un gobierno de izquierda, la igualdad en lo que se refiere a la generalización de la pobreza. Pero, claro, con unos gobernantes que disfrutan de una riqueza inexplicable cada vez más escandalosa, y ahí está Putin, Fidel, Chávez, Maduro, los hombres más ricos de sus respectivos países, en donde España no es la excepción, pues de la nada las familias de esos políticos ahora son millonarias gracias al arduo trabajo de la demagogia. En México los escándalos saltan a la vista, con un país cada vez más empobrecido, ignorante y desesperado, mientras que la familia presidencial luce orgullosa su flamante riqueza injustificable. Otro ejemplo de contraste: el máximo exponente de la dictadura y de la derecha, la familia de Porfirio Díaz (general), es de clase media; la familia del venerado presidente de izquierda, Lázaro Cárdenas del Río (también general), es multimillonaria, que incluso ha regalado haciendas al Ejército, no por generosos, sino para ahorrarse el mantenimiento, pero, ¿de donde? Las haciendas les fueron arrebatadas a sus legítimos dueños durante la revolución y resulta que luego pasaron a manos de los políticos, que valiente honestidad los ha caracterizado.
Hitler, Mussolini, Franco, Lenin, Stalin, Fidel, todos ellos dictadores que engañaron a pueblos enteros con la promesa de bienestar. Todos han usado a las fuerzas armadas para controlar a la población, por lo que el estigma institucional de este sector ha sido inevitable. Lo contrario ha sucedido en Estados Unidos, donde la figura de héroe se asocia al soldado desconocido.
Y la derecha que hasta intelectualmente está estigmatizada goza de libertad, propiedad privada, movilidad social y riqueza. Ahí está Estados Unidos como paradigma, o países como Inglaterra, Dinamarca, Noruega, Japón, curiosamente países monárquicos, que raro, incluso Arabia Saudita, una monarquía absoluta, pero con un altísimo nivel de vida. Y China, traicionando sus postulados socialistas, ha fomentado la libre empresa como cualquier país capitalista y ahí a diario surgen nuevos millonarios.
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