- El Colón forma parte de la contemporaneidad en la medida que se encuentra en el espacio público, por lo que las protestas están pensadas para reivindicar los derechos del presente sobre el pasado.
Por: Redacción/
Cada una de las posturas expresadas en torno al retiro del monumento a Cristóbal Colón del Paseo de la Reforma expresan una distinta relación con el tiempo y siempre se consensan y aparecen de manera paradigmática en polémicas como la suscitada por la estatua llegada a México de París desde 1877, señaló la doctora Aurelia Valero Pie.
Al dictar la conferencia ¿Qué hacer con los vestigios del pasado?, organizada por el Posgrado en Historiografía de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), la académica expuso cómo desde hace varias décadas se habla de una crisis de la disciplina histórica y de su relevancia o irrelevancia; sin embargo, ésta se contrasta con expresiones del pasado no necesariamente en términos de memoria, sino como una preeminencia del pasado en el presente y en la arena pública.
La docente del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la Universidad Nacional Autónoma de México explicó que esto no significa que haya un desinterés por el pasado, sino que las herramientas propias que se han desarrollado en esta disciplina histórica parecen haber perdido pertinencia e incluso autores de libros muy recientes se preguntan qué necesita hacer la historia para mantener cierta utilidad y pertinencia en términos de “cómo nos orientamos en el presente” o como conocimiento de interés en el presente.
Por otro lado, existe también una proliferación de expresiones del pasado, referencias “que nos rodean en la forma de manifestaciones de la memoria en el espacio público o en discusiones como las relacionadas con las disculpas que el gobierno mexicano solicitó al de España y otros tipos de denuncia de los agravios del ayer.
Lo anterior se ha englobado, desde la perspectiva de la Filosofía de la Historia en “una nueva experiencia de la temporalidad que estaría en contraposición del tipo de pasado que se enuncia y se trabaja desde la disciplina histórica”.
Durante los últimos 20 o 30 años hay una vigencia o renacimiento de la Filosofía de la Historia y esto “yo lo relaciono con la necesidad de seguir pensado el pasado desde horizontes distintos al de la disciplina histórica. Pareciera que desde la disciplina sí podemos pensar este tipo de fenómenos como los que refieren los agravios del ayer o las protestas en torno a los monumentos”.
El monumento a Colón interesa en ese sentido porque es el tipo de objetos en el espacio público “buenos para pensar”, ya que en ellos se traducen distintas experiencias del tiempo que se hacen visibles en debates como el surgido a partir de su posible retiro y porque permite asistir a discursos en torno al pasado, articulados y vertebrados desde comprensiones distintas.
El monumento “lo podemos pensar como lo que en décadas recientes se ha llamado memoria cultural y transcultural”, pues permite construir una historia común para las américas y se convirtió para el siglo XIX en un símbolo de unidad continental de arraigo y de identidad, en principio ajeno a la violencia de la conquista, por lo que sus efigies existen prácticamente en todas las ciudades del continente, desde Vancouver hasta Buenos Aires.
Es transcultural porque estas narrativas viajaron a través de distintos países y grupos sociales y lograron arraigarse y “hoy somos capaces de identificar su figura a diferencia de muchos otros símbolos de dominación colonial que también pueblan el espacio público y no reciben la misma atención”.
Conceptos como el de memoria transcultural permiten explicar por qué una figura como la de Colón recibió tanta atención a diferencia de otros símbolos de dominación como la estatua de Carlos IV (El caballito) que estuvo en el centro del debate por fallidas labores de restauración.
En ese caso la autodenominada sociedad civil se movilizó e hizo un llamado a las autoridades a conservar el patrimonio, nunca se planteó la idea de derribar la estatua, sino de preservarla para generaciones venideras. El hecho es interesante porque no es su asociación con el régimen colonial lo que va a promover que ciertos objetos sean o no, sino su pertenencia a una memoria cultural.
En el contexto de las polémicas suscitadas por la remoción de la estatua, había tres principales posturas; había quienes abogaron por restituirla en su lugar una vez concluidas las labores de restauración, pues la consideran parte del patrimonio cultural; otros propusieron colocarla en un lugar más discreto como un museo y quienes mantuvieron la propuesta que finalmente prosperó que consistió en ubicarla en algún parque de la colonia Polanco. Hubo también quienes llamaron a convertir la estatua en calderilla y repartirla entre los ciudadanos de la Ciudad de México, aunque fueron los menos.
Cada una de estas posturas expresa una relación distinta con el tiempo; una estaría ligara al “tiempo de conservar” y que refiere al concepto de patrimonio heredado y que en su sentido contemporáneo es el conjunto de bienes administrados por el Estado y cuyo valor es que pueda ser transmitido a las siguientes generaciones.
Hay en esta idea una jerarquía temporal bastante clara en la que los derechos del pasado y del futuro se privilegian por encima de los derechos del presente al que sólo compete lograr que se conserven con el menor cambio o pérdida posible.
Otra de las posturas refiere al tiempo de protestar que está regido por una lógica distinta, relacionada en primera instancia con las movilizaciones vinculadas a la fecha del 12 de octubre, pero en años más recientes ligada también a otro tipo de demandas como las que exige la aparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa.
En este caso el Colón forma parte de la contemporaneidad en la medida que se encuentra en el espacio público, por lo que las protestas están pensadas para reivindicar los derechos del presente sobre el pasado.
Otra lógica temporal es el tiempo de gobernar, que sería la continuidad de un largo proceso histórico, por ejemplo, en las distintas etapas de transformación del país, donde el gobierno vendría a dar la culminación de distintas luchas emprendidas en el pasado.
Aquí hay cierto aliento providencialista en el mensaje del actual gobierno, pero “hay algo interesante que es una oferta de sentido temporal como no lo había habido en mucho tiempo, que permite pensar el cambio. Es a la vez un tiempo abierto al futuro, pero limitado por cuestiones pragmáticas como la sucesión presidencial, entre otros.
Todas estas experiencias del tiempo están presentes, se consensan y aparecen de manera paradigmática en polémicas como la suscitada por el monumento a Colón, por lo que es importante analizar si tales experiencias tienen una correlación con el discurso en torno a la historia y si el pasado puede concebirse de manera distinta en función de éstas.
La académica consideró que en todo caso es necesario encontrar las formas de habitar el cambio en lugar de negarlo o neutralizarlo y hallar significado en la transitoriedad, ese es el reto a enfrentar.
La conferencia tuvo lugar en el marco de los Debates contemporáneos en México en torno al monumento a Cristóbal Colón, organizados por el Posgrado en Historiografía de la UAM.
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