Por: Redacción/
La extracción de hidrocarburos en yacimientos no convencionales amenaza la seguridad y la salud de las personas, debido a que las empresas –nacionales y extranjeras– practican técnicas –incluida la popularmente llamada fracking– que emplean sustancias tóxicas y medidas limitadas de contención de desperdicios y de protección de instalaciones, considera la doctora Aleida Azamar Alonso, investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
Esto evidencia la “debilidad institucional en términos de regulación empresarial y protección socioambiental, así como los graves accidentes petroleros que han dejado a miles de personas desamparadas frente a los daños al ecosistema, ya que el Estado no ha tomado acciones contra las empresas involucradas”.
La académica del Departamento de Producción Económica de la Unidad Xochimilco señala en su artículo ¿Qué lecciones hemos aprendido del fracking? que en el caso de México esta herramienta no es una solución, pues “se trata de un proceso que nos vuelve más dependiente por el uso intensivo de combustibles fósiles, aumentando los riesgos y efectos negativos de esta situación”.
Ante este panorama, cuestiona “¿quiénes se benefician de este negocio?, ¿está preparado nuestro país para enfrentar estos y todos los retos desconocidos de largo plazo en esta industria?, ¿valen la pena los riesgos socioambientales a los que se enfrenta la sociedad y la naturaleza a cambio del beneficio económico que obtienen unos cuantos?”, sobre todo cuando ahora Estados Unidos tiene un ingreso de 300 billones de dólares por exportaciones y es la principal nación del sector energético a nivel mundial.
El fracking se ha empleado en México desde 1996 y hasta 2016 se sabe de 7,879 pozos (24.3 por ciento de los que se tienen registros oficiales) en los que se ha utilizado esta técnica para potenciar su productividad.
Sin embargo, lo único que han hecho evidente al utilizarla son los “diversos accidentes ocurridos en los últimos años, ya que han cobrado cientos de vidas y han provocado desastres con daños irreversibles para el medio ambiente”, pues el fracking es aplicado a través de inyección de agua, arena y diferentes químicos para buscar extraer hidrocarburos no convencionales de depósitos subterráneos, en los cuales las formas comunes de explotación no son útiles.
“Es un proceso barato y eficiente en términos de la obtención del recurso y en contraste con el aprovechamiento tradicional genera mayores y más severos efectos negativos”, y México debería de observar de su vecino país del norte que mientras en 2012 se consideraba deficitario de petróleo hoy en día se ha convertido en el primer exportador global de este recurso.
“Al realizar esta proeza ha sido muy costoso para este país, por lo que debiera valorarse dicho impacto como aprendizaje de lo que podría enfrentar México en el futuro en caso de seguir aplicando esta técnica”, advirtió la investigadora.
“El rápido desarrollo de la industria del fracking en Estados Unidos ha sido resultado de su alta dependencia al petróleo. Actualmente consume 18 millones de barriles diarios, lo que equivale a 20 por ciento de la producción mundial”, esto representa una debilidad para esa nación, “ya que el bien se caracteriza por su volatilidad ante cualquier tipo de conflicto –político, económico o bélico–, por lo que en este siglo se ha impulsado una estrategia de estimulación a la inversión intensiva, que ha conducido al dominio estadounidense del sector energético global”.
Aunado al lado oculto de los impactos negativos que arrojan: en enero de 2010 y julio de 2018 se registraron cinco mil 308 accidentes por esta técnica de explotación que provocó 125 personas fallecidas, 550 heridas, 27 mil habitantes evacuados y costos económicos materiales por aproximadamente cuatro mil millones de dólares.
Esta cifra no toma en cuenta los acuerdos de compensación que pagan las empresas a los afectados ni los efectos ambientales de largo plazo, incluida la contaminación de los mantos acuíferos subterráneos, la degradación del subsuelo, la devastación de paisaje y la generación de metano, entre otros.
La doctora Azamar Alonso refiere también los cinco millones de litros de agua por pozo que extraen diariamente para la aplicación de esta técnica, equivalente al consumo por día de ocho mil personas y la cercanía a las áreas de fracturación que provoca el riesgo de padecer asma hasta en un cuatro por ciento, pues se calcula que más de 15 millones de personas viven cerca de los pozos donde se realiza la extracción.
Ninguno de estos efectos nocivos, en su mayoría irreversibles, interesa a Estados Unidos frente a un negocio que le ha permitido colocarse como líder en exportaciones de petróleo, puntualiza la especialista de la Unidad Xochimilco de la UAM.
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