Por: Redacción/
El papel de la cultura en la regeneración urbana no debería quedarse sólo en construir museos, galerías o estadios, sino en promover la calidad de vida en las calles y los espacios públicos, de manera que actúe también como un adhesivo para comunidades fragmentadas, sostuvo la doctora Elizabeth Espinosa Dorantes, de la Unidad Azcapotzalco de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
En la ponencia El concepto de la ciudad creativa, la jefa del Área de Arquitectura y Urbanismo Internacional afirmó que la noción de metrópoli creativa se enmarca teóricamente en las ciencias económicas y su origen se remonta al concepto de industrias culturales, formulado por los teóricos de la Escuela de Frankfurt en la década de los cuarenta del siglo pasado.
Al participar en el XIV Seminario Urbanismo Internacional Ciudad Creativa. Acciones sustentables de la economía naranja en la nueva agenda urbana –realizado en el Museo Franz Mayer– aseveró que ahora las formas de creatividad citadina residen en las relaciones socioeconómicas incorporadas en un nuevo orden cognitivo y cultural, como fenómenos que traen cambios en los patrones de organización y el carácter del ambiente urbano.
Por ello en el espacio de la ciudad tienen gran importancia actividades, bienes y servicios con la capacidad de dinamizar la economía, expresiones culturales y ciudadanas metropolitanas (conciertos, ferias o exposiciones), labores educativas y de investigación (universidades y centros especializados de difusión creativa que se concentran en bibliotecas, galerías y museos), entre otras.
Dichas acciones tienen en su núcleo a la clase creativa, que es el grupo de personas que desempeña actividades artísticas: creadores, escritores, cineastas, galeristas, críticos, editores, productores, investigadores, así como diseñadores, arquitectos y urbanistas, entre otros.
“Las principales economías se concentran cada vez más en la producción intensiva de tecnología, comercios, servicios financieros y personales, y en una amplia gama de industrias culturales que van desde los medios de comunicación hasta las artesanías y la moda”.
La expresión más visible de estos fenómenos se encuentra en los distritos de negocio de las grandes ciudades, donde se busca dar visibilidad al medio urbano mediante la construcción de edificios estéticamente relevantes diseñados por “arquitectos estrella”.
Otro fenómeno significativo es el reciclaje de zonas industriales o áreas de almacenamiento en decadencia para convertirlas en galerías, locales de música, boutiques, puntos de venta e instalaciones, lo que puede verse en países como Alemania, apuntó Espinosa Dorantes.
Este dinamismo depende de inversiones, competencias profesionales articuladas en red o de la existencia de un espacio mediático autorreferencial, entre muchos otros factores.
“Ahora la cultura se concibe y se instrumentaliza en un sentido muy diferente, como un bien o servicio que puede reportar un beneficio económico directo para las metrópolis, ya sea a través de estrategias vinculadas a la construcción de su imagen para el atractivo turístico o como industria o sector para el desarrollo”.
Sin embargo, asumir que el dinamismo cultural es potencial motor de desarrollo ha conducido a una instrumentación en la materia que no permite apreciar las capacidades de transformación específicas, de ahí que las ciudades compitan como territorios para captar todo tipo de capital humano y económico en escenarios de absoluta desigualdad.
Por ello, dijo la especialista en Composición Urbana por la Universidad Politécnica de Bucarest, Rumania, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha planteado enfoques temáticos como base para las urbes sostenibles y creativas, entre las que destacan el promover ciudades humanas e inclusivas a través de la cultura, de mejorar la calidad del medio ambiente urbano y de generar políticas públicas que fomenten un desarrollo sostenible.
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