Por. Redacción/

Una de cada cuatro personas son desplazados en la República Centroaficana, según Najat Rochdi, la coordinadora de la ayuda humanitaria en el país, que añadió que la situación de violencia se ha extendido a regiones que anteriormente vivían en calma, como el norte y el centro.

En una rueda de prensa en Ginebra, Rochdi advirtió que la malnutrición aguda afecta a más del 15% de la población en seis regiones administrativas, mientras que la mortalidad infantil se sitúa en el 18%.

“Me rompe el corazón cada vez que un niño se me acerca y me dice que tiene hambre”, explicó Rochdi al comentar la grave escasez de fondos para financiar las operaciones humanitaria. Después, añadió: “Es horrible, realmente horrible”.

“Lamentablemente, la situación ha empeorado porque en un año ha aumentado en un 70% el número de personas desplazadas, lo que significa que hay más niños y niñas desplazados. También significa que se va a sacrificar a una generación entera porque esos niños no van ir a la escuela. Es muy importante que sigamos suministrándoles una ayuda humanitaria que va más allá de la distribución de comida y de proporcionar acceso al agua potable y a la salud. Es simplemente darles acceso a la esperanza”, afirmó.

Me rompe el corazón cada vez que un niño se me acerca y me dice que tiene hambre.

En lo que va de año sólo se ha recaudado el 20% de los 515 millones de dólares que se necesita para ayudar a 1,9 millones de personas en la República Centroafricana.

La última espiral de violencia tiene su origen en los enfrentamientos entre la fuerzas gubernamentales y los rebeldes cristianos y musulmanes, así como entre los ataques mutuos entre estas milicias.

La gran riqueza natural del país, que posee diamantes, oro y uranio, continúa alimentando el conflicto, según la coordinadora, que comentó que “no hay ningún problema” en las áreas “donde no hay mucho que robar”.

La violencia ha alcanzado la capital, Banqui, a principios de mes tras un año de relativa tranquilidad. En un incidente reciente, 70 personas murieron en los enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad, milicias armadas y miles de desplazados.

La coordinadora dijo que las tropas de la misión de la ONU tuvieron que intervenir después de que a un grupo de musulmanes se le negara el acceso a los servicios sanitarios.

La ciudad de Bambari también ha sido testigo del retorno de los grupos armados a pesar de que se había declarado el año pasado como un lugar seguro para todas las comunidades.

Las milicias están poniendo presión sobre el Gobierno para obtener una amnistía, pero eso sería “un desastre”, según Rochid, que resaltó que los esfuerzos para acabar con la impunidad han dado como resultado la creación de una Corte Criminal Especial que debe empezar a trabajar la semana próxima. Algunos de los primeros acusados serán “líderes de alto rango de los grupos armados”.

Uno lugar peligroso para los trabajadores humanitarios
La funcionaria también explicó que la República Centroafricana es uno de los lugares más peligrosos para los trabajadores humanitarios, después de que el año pasado seis de ellos fueran asesinados y después de que el saqueo se haya convertido en un acto regular.

El aumento de la violencia ha provocado que un número de civiles cada vez mayor haya tenido que desplazarse a zonas remotas y de difícil acceso. En abril del año pasado, 670.000 personas se vieron obligadas a abandonar sus hogares dentro del país, mientras la cifra de refugiados en las naciones vecinas, como Camerún y Chad, alcanza los 580.000.

Cerca de un 70% de las familias no tienen acceso a agua potable y un 80% no tienen acceso a letrinas, lo que representa “una puerta abierta a las enfermedades”, aseguró la coordinadora.

La situación se agrava porque las comunidades están tomando las armas para defenderse y para tomar la justicia por su mano.

Pese a la creciente inestabilidad y al hecho de que los niveles de financiación de la ayuda en 2017 llegaron solo al 40%, Rochid dijo que la asistencia que se entrega supone una gran diferencia sobre el terreno y está ayudando a preparar a las comunidades para soportar nuevas contingencias en el futuro.

El año pasado, más de un millón de personas tuvieron acceso al agua y se pudieron entregar más de 7000 toneladas de comida y otros artículos de primera necesidad. Además, 60.000 niños pudieron ir a clase. Alrededor de 70.000 familias campesinas recibieron semillas para poder plantar sus futuras cosechas y ser autosuficientes. Más de 17.000 niños de entre 6 y 59 meses que sufrían de malnutrición aguda también recibieron atención.

No subestimar la esperanza

Lo más importante es que haya gente en la República Centroafricana que tenga la sensación de que hay un futuro, destacó Rochdi, explicando que la ayuda humanitaria “es la diferencia entre la vida y la muerte”.

Este país ha pasado a menudo por ciclos de violencia y diferentes ciclos de trauma, por lo que solo conocen la ayuda de emergencia, y esto significa que si la pierden perderán la esperanza y con ella el compromiso con un proceso de paz.

La ayuda es también “la mejor forma para todos nosotros de mantener la paz”, agregó, ya que la financiación también da esperanza a las comunidades.

“No debemos subestimar la esperanza en al República Centroafricana. Este país ha pasado a menudo por ciclos de violencia y diferentes ciclos de trauma, por lo que solo conocen la ayuda de emergencia, y esto significa que si la pierden perderán la esperanza y con ella el compromiso con un proceso de paz. Y cuando eso se pierda acabará lo todo lo que estamos haciendo para mantener la paz”, concluyó