Por: Redacción
La crisis actual de Brasil afecta a México, pues ambos países pertenecen a la misma región. Esta situación manda señales de desconfianza en la inversión pública y aleja a los capitales de las economías emergentes como la nuestra, expuso Mario Ojeda, del Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe (CIALC) de la UNAM.
Además, podría tener otras repercusiones en territorio nacional debido a la percepción de que nuestra clase política está involucrada en temas de corrupción. “Es factible que se dé un efecto de imitación, como movilizaciones sociales similares”, añadió.
El mes pasado, la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, fue acusada de maquillar las cuentas públicas poco antes de las elecciones de 2014 a fin de fortalecer la imagen de su partido, mientras su país vive una crisis económica terrible que abre un periodo de incertidumbre, refirió Ojeda.
Lo anterior se suma al pronóstico del Fondo Monetario Internacional (FMI), que vaticina un decrecimiento de ocho por ciento —entre 2015 y este año— para esa nación. Ojeda explicó:
“Han habido dos recesiones seguidas de menos de cuatro por ciento en 2015, y otra de menos cuatro por ciento en 2016, lo que significa una contracción más profunda que la de los años 80, lapso llamado “la década perdida de América Latina”. Asimismo, el desempleo alcanzó un 11 por ciento en el primer cuatrimestre del año, lo que aviva el descontento social.
Crisis política de legitimidad
Este panorama genera incertidumbre porque la crisis económica comienza con una inestabilidad política. La sociedad brasileña vive una polarización entre los partidarios de Lula da Silva y Rousseff. En estas circunstancias la presidenta fue separada de su cargo por 180 días para ser juzgada por el Senado y existe la posibilidad de su destitución. La reemplazó Michel Temer, acusado de malas prácticas y corrupción, detalló el académico, quien agregó:
“Se trata de una crisis de legitimidad de la clase política brasileña, mayoritariamente implicada en escándalos como el famoso Petrolão, en el que se empleó a la paraestatal Petrobras para lavar dinero o financiar campañas de manera ilegal”.
Esto no sólo plantea el riesgo de vacío en el Partido de los Trabajadores, sino en la élite política y en el poder mismo, lo que derivaría en movilizaciones populares, violencia y un agravamiento de las adversidades económicas.
No obstante, la situación no surgió con esta administración, viene de un mal manejo de las finanzas, sobre todo a partir de la segunda reelección de Lula, quien se confió en el boom de las materias primas —como el hierro y la soya— y con ello financió el asistencialismo, al tiempo que soslayó la construcción de grandes infraestructuras y el mejoramiento de la educación pública, concluyó.
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