Por: Redacción/
Desde que la capital de México empezó a desbordar sus límites de crecimiento hacia los municipios vecinos del Estado de México, no se ha instituido organismo de escala metropolitana alguno que cumpla de manera integral las funciones de planeación regional estratégica, cuente con patrimonio y recursos propios, y esté integrado por representantes elegidos democráticamente para ejecutar acciones que resuelvan los problemas que la aquejan.
El artículo Ciudad de México: la megalópolis fallida, del doctor José Antonio Rosique Cañas, fue publicado en la revista Veredas, órgano de difusión del Departamento de Relaciones Sociales de la Unidad Xochimilco de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
El doctor en Ciencias Políticas y Sociales por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) refirió que de reciente creación, la Comisión Ambiental de la Megalópolis (CAME) es una instancia intergubernamental sin fundamento constitucional, como el resto de las que se crearon desde mediados de la década de 1970 para la Zona Metropolitana de la Ciudad de México (ZMCM).
Este organismo está presidido por un funcionario federal, representantes de los cinco estados circundantes y de la capital y con funciones limitadas, entre ellas determinar restricciones de circulación vehicular, según los índices de ozono o restringir el funcionamiento de fábricas, gasolineras y otras unidades productivas que emiten gases contaminantes.
Las relaciones intergubernamentales entre los tres órdenes de gobierno y las acciones que de ellas derivan para ejecutar obras o administrar servicios de vialidad, educación, salud, dotación de agua, manejo de aguas residuales, desechos sólidos y seguridad están previstas en leyes y reglamentos como recomendables, pero casi nunca como obligatorias, dada la alternancia en el poder que produce una fragmentación administrativa.
El investigador del Departamento de Relaciones Sociales de la Unidad Xochimilco explicó que en esas circunstancias ninguna comisión de ese tipo tiene fuero para impulsar y decidir sobre proyectos de escala metropolitana, aun cuando desde hace varios años hay órganos legislativos especializados en los temas en cuestión dedicados a discutir y promover planes para algunas de las grandes urbes, incluyendo la de México.
Por ello el doctor Rosique Cañas se refiere a la capital del país como una megalópolis fallida y cuestiona si esto se debe a un Estado fallido, concepto que explica como crisis de gobernabilidad o de ingobernabilidad, términos que se enfocan en los desequilibrios de los resultados económicos, sociales, políticos y ambientales esperados por la sociedad, dadas las políticas operadas por sus dependencias y diseñadas desde un Estado burocrático.
La responsabilidad constitucional de gobernar el Distrito Federal por muchos años quedó prácticamente en manos del presidente de la República, mientras el gobierno local se mantuvo bajo una figura de departamento centralizado; a principios del siglo XX su territorio estuvo dividido en 13 delegaciones y a partir de 1970 en 16, que son las subdivisiones que hasta la fecha se mantienen con los mismos tamaños territoriales, aunque su población ahora es mucho mayor.
La Ciudad de México estuvo centralizada bajo el control del jefe del ejecutivo durante ocho décadas y el jefe del Departamento formaba parte del gabinete; los delegados eran nombrados por el regente con el visto bueno del presidente y fue hasta 1988 que se votó por representantes ante una Asamblea Legislativa con facultades limitadas para discutir y aprobar algunos reglamentos y hasta 1997 que se eligió ante las urnas a un jefe de gobierno del Distrito Federal.
El investigador considera que mantener los límites geográficos de las antiguas delegaciones en la reforma política actual es prueba de que la organización gubernamental para la metrópoli del siglo XXI quedó atrapada en el diseño constitucional de mediados del siglo XIX, pues esta urbe en su expansión citadina imparable está asentada mucho más allá de dichos espacios establecidos para el Distrito Federal.
La realidad es que prevalece una megalópolis fallida, con más de 30 millones de habitantes asentados en un radio de 100 kilómetros a partir del zócalo, involucrando las ciudades capitales de cinco estados vecinos, siete millones de vehículos circulando en todos los sentidos y poniendo en gran riesgo el equilibrio ecológico de toda la región centro y su rica biodiversidad, que cuenta con innumerables especies endémicas de plantas y animales.
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