Por: Redacción/
Pese a enfrentar importantes retos en sustentabilidad hídrica, movilidad y desarrollo urbano, la Ciudad de México tiene oportunidades de resiliencia, una condición que dependerá de las acciones impulsadas por gobiernos y sociedad desde sus propios ámbitos, advirtió el maestro Carlos Arturo Alonso Muñoz, primer egresado de la recién creada Maestría en Sociedades Sustentables de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
Los habitantes de las metrópolis “estamos aumentando nuestra vulnerabilidad en forma impresionante al aglomerarnos, por lo que si no apostamos a ciudades resilientes y con posibilidad adaptativa y de transformación vamos a perder la oportunidad de seguir habitando el planeta”, aunque en realidad “no estamos acabando con éste, sino con nosotros como sociedad y como humanidad”.
En psicología la resiliencia es la recuperación emocional de una persona después de haber pasado por un periodo de shock, mientras que en física es la resistencia de algunos materiales a actuar como un resorte que se estira y regresa a su estado original, y en ecología alude a la recuperación de un estatus después de una fuerte perturbación por contaminación, deforestación o pérdida de alguna especie, pero en general alude a un ecosistema cuyas relaciones de equilibrio dinámico se van perdiendo.
El concepto de resiliencia urbana se refiere a una propiedad de urbes y sociedades, incluso de instituciones y empresas, de adaptarse y prosperar a pesar de todas aquellas condiciones que generan estrés crónico o algún tipo de impacto.
La organización 100 ciudades resilientes, auspiciada por la Fundación Rockefeller, separa conceptualmente los temas de impacto y estrés; el primero se refriere a aquellos fenómenos con efecto inmediato, por ejemplo, un sismo, una erupción volcánica o un incendio de gran magnitud, ante los cuales deben tenerse protocolos para atender el problema, recuperarse de la situación y superarla.
El estrés crónico está relacionado con casos cotidianos que disminuyen la capacidad de adaptación, entre ellos el aumento de vehículos automotores, que genera más congestionamientos y polución; la contaminación y la falta de tratamiento del agua, e incluso la economía informal, pues las personas que padecen pobreza son vulneradas en su capacidad de sobrevivencia.
Ante ello la resiliencia busca potenciar la adaptación, tanto a nivel del sistema urbano y todo lo que involucra, como de las personas, al tratar de identificar fórmulas y procesos que permitan no caer en esos impactos y estreses mencionados “recuperándonos de un sismo reconstruyendo edificaciones, pero también restableciendo el tejido social”.
El maestro Alonso Muñoz dijo que la capital de país está expuesta a múltiples riesgos, incluyendo impactos geológicos e hidrológicos, así como a tensiones políticas, económicas y sociales; sin embargo, “ha habido pasos importantes hacia la resiliencia” y en 2013 fue elegida por la Fundación Rockefeller para formar parte de las cien ciudades resilientes, lo que abrió la posibilidad para la institucionalización de esa materia.
A partir de esto el gobierno capitalino desarrolló una estrategia con varios ejes clave: la coordinación regional, la sustentabilidad hídrica, movilidad, desarrollo urbano, planeación territorial e innovación y capacidad adaptativa, los cuales tienen diferentes pilares y elementos que buscan que la metrópoli los obtenga paulatinamente.
Desde un principio se invitó a participar a todos los sectores en esta estrategia y en 2017 se creó la Agencia de Resiliencia de la Ciudad de México y a principios de 2018 la misma estrategia se publicó por la gaceta oficial capitalina, lo que le dio un carácter institucional.
Entre los retos más urgentes a resolver se encuentra el del agua y la necesidad de cambiar el esquema de importarla de regiones lejanas del país, pues ello implica, además de un gasto energético muy alto, fomentar un desbalance hídrico a causa de la sobreexplotación del manto acuífero.
El Sistema de Agua de la Ciudad de México y la nueva secretaría de Gestión del riesgo y protección civil deben trabajar en conjunto para ubicar estrategias que se están llevando a cabo, incluidas la captación de agua a nivel doméstico y proyectos de infraestructura más grandes.
Otro asunto relevante es el vinculado a la movilidad y aunque mucha gente dice que “no somos Europa”, una de las soluciones se encuentra en el uso de la bicicleta para recorridos de tres a cuatro kilómetros, por lo que el aumento del servicio de ecobicis y empresas de arrendamiento es muy positivo para la ciudad. Otra medida importante es seguir el incremento del servicio de Metrobús y del sistema de transporte colectivo, entre otras.
Entre los ejemplos de metrópolis resilientes en movilidad se encuentra Curitiba, Brasil, que muestra cómo hacer bien las cosas respecto del transporte público, ya que fue la primera urbe en América Latina en adoptar el sistema de Metrobús y enseñar que es posible ordenar este servicio, “porque se puede educar a quien lo ofrece y al usuario”.
En Chile y Perú se está avanzando en sistemas de captación de la niebla para obtener agua, mientras que en ciudades europeas de España trabajan en la separación en el drenaje respecto del agua de lluvia para cosecharla y reutilizarla o reinyectarla en los mantos freáticos, así como en la recuperación de cuerpos del vital líquido.
El investigador consideró que la Ciudad de México tiene oportunidades de ser resiliente, pero “tenemos que hacer algo para que así sea” porque en 2050, 80 por ciento de la población mundial vivirá en urbes “y si no apostamos a que éstas sean sustentables perderíamos como humanidad las posibilidades de seguir habitando el planeta”.
El trabajo de tesis con la que se graduó de la maestría La resiliencia urbana como respuesta para la generación de sociedades sustentables consistió en “avanzar los primeros pasos para construir el marco de evaluación de la estrategia de resiliencia, es decir, cuáles indicadores se tendrían que diseñar para contar con una evaluación del impacto de las acciones a 2040”.
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