Por: Carolina Carrasco
Tambores, flautas, manos y dedos ágiles se deslizan, empujan, golpean; las bocas soplan y todo en un instante llena el espacio de notas, alegría, sentimientos, emociones. Técnicamente hablando, se conforma de instrumentos de aliento madera, aliento metal, percusiones, alma y entrega; son un solo cuerpo con más de 70 integrantes que visten de blanco, de gala, que ejecutan grandes obras musicales y representan al país ante cualquier nación. Son la Banda Sinfónica de la Secretaría de Marina.
En la sala de ensayos de color azul pálido, los músicos, acomodados en media luna, miraban atentos al director que, con ahínco desmesurado, les daba indicaciones para interpretar a Bach, mejor de lo que nadie lo hubiera hecho.
Mugs acompañó a este grupo de músicos profesionales desde los instantes en que se afinan los instrumentos, que son extensión de sus almas y gustos, de armonías y compases que ahora repiten una, diez, las veces que sean necesarias, pero que un día, el que sea, presentarán en comunidades que tal vez nunca tengan la posibilidad de conocer una agrupación como ésta, integrada por músicos y militares.
La vibración del sonido de las tubas hacían cosquillas en la planta de los pies, y el bom bom de los tambores obligaban al corazón a alinearse con el compás de las percusiones. La música, lenguaje universal, tiene la capacidad de trascender fronteras de todo tipo, de pertenecer, de adaptarse y de expresar lo que las palabras no pueden.
Mientras perfeccionan la ejecución de sus instrumentos, el compañerismo es evidente: marinos y oficiales conviven como iguales durante esos momentos, unidos por el compás de un Cielito lindo y querido que vibra, que enorgullece, que enchina la piel.
En palabras de la Teniente de Fragata Elisa Castillo, durante los ensayos se cuida “la armonía musical y el buen trato entre compañeros”.
Tras 16 años de servicio a la Banda, la Teniente Castillo asegura haber visitado toda la República Mexicana, con los constantes viajes que la agrupación ha realizado a lo largo y ancho del país.
En todos ellos, asegura, han recibido a los músicos con los brazos abiertos, como ocurrió en su última presentación, en el Festival Cultural de Santa Lucia, en Monterrey: “fue muchísima gente a la explanada del Museo de Arte Contemporáneo, y estuvieron muy contentos… La verdad hubo comunión con el público, y al final la gente también se acercó a dar gracias por compartirles música”.
La SEMAR tiene múltiples grupos: mariachis, jaraneros, jarocho…pero esta banda sinfónica, que está a punto de cumplir 75 años, es capaz de interpretarlo todo, gracias a que sus integrantes se formaron en distintas escuelas: el Conversatorio Nacional de Música, la escuela Ollin Yoliztli, la Escuela Nacional de Música de la UNAM, o la Escuela de Música de Jalapa, de la Universidad Veracruzana, entre otras, y en algunos casos, los músicos aun estudian, se siguen preparando.
La Banda Sinfónica de la Secretaria de Marina, además, ha representado al país en encuentros de bandas militares a nivel internacional; la Teniente de Fragata Cecilia Cedillo recuerda algunos de esos viajes con emoción, como Francia en 1997, o Rusia hace unos meses, donde la banda tuvo la oportunidad de interpretar su música en la Plaza Roja de Moscú.
Todos los viajes, nacionales y extranjeros, asegura, son demasiado significativos, pues la gente para quienes tocan son quienes lo hacen inolvidable.
“Que nosotros estemos con ellos, por la música, yo me imagino, es el sentimiento que queda grabado, hay gente que uno voltea a ver cuándo está tocando, y ve, y se le salen las lágrimas pues de… de que están contentos”.
Al final de las presentaciones, relata, la gente se acerca, felicita y agradece que pudieran estar allí, llevándoles un poco de música a las mil situaciones que sus vidas albergan, y esta gratitud, es a su ver, la mejor recompensa
Estar en una agrupación como esta significa trabajar en equipo, conocer a los músicos, confiar en ellos, todo para que, como asegura el Teniente de Fragata Domingo Dorantes, director interino de la Banda Sinfónica, cada una de sus presentaciones sean más que excelentes.
Para el Teniente Dorantes, dirigir a la banda es, lejos de una responsabilidad, un compromiso para con los músicos y con la gente ante la que se presentan, pues el mensaje que tratan de transmitir debe ser en funciones de lo que simboliza ser marino, y pertenecer a esa noble institución.
“Nos ven como militares, pero en un momento dado se pueden acercar, pueden charlar de la música, independientemente de otras funciones que se realicen”.
Estar en el extranjero, dirigiendo la banda, significa un enorme sentimiento de orgullo para el Teniente Dorantes, pues es representar al país, y a la Secretaria de Marina, de todas las maneras posibles:
“Es una satisfacción enorme, muy grande, creo que no tendría palabras para describirte lo grande que me siento cuando estamos en otro lugar representando a la institución y portando el uniforme.”
Al cuestionarle sobre su pieza musical favorita, el Teniente Dorantes asegura sonriendo que es imposible precisarla debido al sinfín de temas que la agrupación interpreta música clásica, popular y hasta marchas militares nacionales e internacionales.
“Nosotros tenemos el compromiso de manejar un archivo muy variado por la situación en la que nos presentamos: tanto en eventos oficiales, ceremonias, eventos presidenciales, como al público abierto.”
Dicen que no hay mejor manera de demostrar amor a través de la música, y los integrantes de la Banda Sinfónica de la Secretaría de Marina no hacen otra cosa que transmitirlo a su país, a su institución, al uniforme que portan, cada que ejecutan una melodía.
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