Por: Redacción/
Las universidades son espacios donde se construye el futuro y para ello es necesario que sean autónomas, afirmó Leonardo Lomelí Vanegas, secretario general de la UNAM, en la conclusión del “Coloquio sobre los 90 años de la Autonomía Universitaria”.
No sólo es importante para los universitarios, sino para el país, y lo es porque permite que las instituciones de educación superior sean espacios de reflexión, lo que hace posible trazar horizontes amplios para construir sociedades más justas y proyectos de largo plazo que brinden coherencia al desarrollo de los países, alimenten su cultura y hagan factible desarrollar investigación con libertad.
En el auditorio Alfonso Caso, Hugo Casanova Cardiel, director del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación (IISUE) y moderador de la mesa “Autonomía y conocimiento: la docencia”, indicó que en la Universidad interactúan cada vez más voces. “La condición es asimilarse al espíritu de la autonomía universitaria, de la racionalidad que aquí cultivamos”.
Mercedes de la Garza, investigadora emérita del Instituto de Investigaciones Filológicas, recordó que la sociedad es la que subsidia a la Universidad, y la que directa e indirectamente recibe los beneficios científicos, humanísticos, tecnológicos y culturales que produce.
“La libertad de la Universidad no es impuesta, sino resultado del diálogo colegiado entre sus miembros. Aquí se encuentran y cultivan todas las ideologías, se abren caminos de realización. La autonomía se proyecta a todas las áreas, y la libertad de cátedra e investigación impera en todas ellas, sin privilegiar ninguna, desechando los dogmas religiosos, políticos, sociales e intelectuales”, destacó la experta.
A su vez, Ángel Díaz Barriga, investigador emérito del IISUE, expuso que si bien en los últimos tiempos se ha ejercido la autonomía de investigación, es necesario repensar el valor de la docencia y renovar los contenidos y planes de estudio.
“Renovarla con la construcción de formas didácticas; sin descuidar los fines de la educación ni la base conceptual del conocimiento, implementar estrategias de trabajo, una didáctica del siglo 21”.
Con él coincidió Jorge Linares Salgado, director de la Facultad de Filosofía y Letras, quien subrayó que la idea de una cátedra donde el profesor tiene todo el poder y el alumno sólo escucha y aprende no corresponde con las nuevas tendencias.
“La autonomía, que se concreta cotidianamente en la libertad de cátedra e investigación, necesita una profunda autoreflexión y autocrítica. En los próximos años la Universidad debe enfrentarse a una revisión y renovación de sus propias estructuras, de sus planes docentes, de sus líneas de investigación y formas de evaluación, para generar las nuevas bases de la autonomía, que debemos seguir defendiendo”.
Catalina Stern Forgach, directora de la Facultad de Ciencias, recalcó que es responsabilidad de esta casa de estudios luchar por la autonomía para formar a los jóvenes que atenderán los problemas del país y del mundo, y reflexionar en la forma en que se imparte cátedra.
“Tenemos gente valiosa en la Universidad, hay ejercicios para cambiar la forma de enseñar y podemos reunirnos en grupos para discutirlo. Tenemos mucho que aportar a México y el mundo”.
En su oportunidad, Roberto Rodríguez Gómez, del Instituto de Investigaciones Sociales, recordó que a lo largo de su historia la Universidad ha enfrentado retos para defender su autonomía, desde el tipo de textos a utilizar, hasta la presentación de informes o la publicación de artículos.
“Hoy estamos en otra condición. Las posibilidades de las instituciones están ceñidas al acceso a recursos fiscales, lo que implica un proceso complejo, sobre todo si la política de educación superior sigue constreñida a un solo objetivo, que es la ampliación de la matrícula”, concluyó.
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