Por. Redacción/
La autonomía es un atributo ganado por la Universidad, fundamental para la transmisión de conocimiento, para gobernarse a sí misma ofreciendo rendición de cuentas.
En construcción constante, no es un elemento lineal, incluso ha tenido episodios convulsos; es un ejercicio autocrítico con dimensiones académica, administrativa y de gobierno, coincidieron especialistas de la UNAM en el coloquio “90 años de la Autonomía Universitaria”.
La autonomía es un privilegio que obliga a los universitarios, y “constituye un postulado jurídico que obliga al Estado”, afirmó Rolando Cordera Campos, profesor emérito de la Facultad de Economía y director del Programa Universitario de Estudios del Desarrollo (PUED), en la mesa “La Autonomía en la Dimensión Nacional”, moderada por Leonardo Lomelí, secretario general de esta casa de estudios
En el auditorio Alfonso Caso, resaltó que ante la autonomía universitaria tenemos un compromiso y no sólo una fecha por conmemorar. “Para cumplir con ella tenemos que encarar el tema de los recursos financieros, de su uso, asignación y transparencia. También, los procesos de capacitación, la cobertura con calidad, los contenidos y los métodos de enseñanza y aprendizaje”.
Otra responsabilidad a la que nos conmina es garantizar y elevar la calidad de nuestras habilidades académicas. Son tareas constantes, que debemos seguir ejerciendo, dijo.
Angélica Cuéllar Vázquez, directora de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS), expuso que la autonomía tiene un carácter contingente, en construcción constante.
“Es fundamental para el fortalecimiento de nuestra nación. En el momento que vive México, es preciso contar con espacios de libertad de pensamiento, con la integración de investigación de nuestros problemas. La Universidad debe garantizar espacios de disenso, crítica, reflexión, creatividad e imaginación”.
En tanto, Sergio García Ramírez, profesor emérito de la UNAM e integrante del Instituto de Investigaciones Jurídicas (IIJ), indicó que después de una etapa de construcción y de afirmación constante, la autonomía universitaria ha llegado a una hora de asedio y de crisis. “La autonomía es una gran guía para los individuos, pero también para la sociedad”.
Explicó que hay una caracterización orgánica en nuestra Constitución, con órganos públicos descentralizados. “Es el corpus de la autonomía, y en la Universidad está en nuestra Ley Orgánica de 1945. Es una forma intensa de descentralización que puede avanzar o retraerse”.
A su modo de ver, para la UNAM la Junta de Gobierno ha sido garantía de la estabilidad universitaria a lo largo de varias décadas y en situaciones de franca crisis.
Jacqueline Peschard Mariscal, profesora de la FCPyS, recordó que la autonomía dota a las universidades públicas del poder para autogobernarse, de las reglas de interacción, de organización interna, de métodos para dirimir conflictos, sin intervención de las entidades públicas, rindiendo cuentas puntuales.
En su defensa se debe incluir también el resguardo de la laicidad, pues garantiza que las universidades estén distanciadas de cuestiones ideológicas religiosas o políticas, expresó.
Por último, Pedro Salazar Ugarte, director del IIJ, precisó que la autonomía no debe entenderse como autarquía, entendiendo por ésta un dominio sobre sí mismo en un sentido absoluto y aislado, desvinculado de otras entidades.
“La autonomía, aunque parezca paradójico, se ejerce y se despliega dentro de un entorno de límites. Es un atributo que se adscribe a las instituciones de corte democrático. Es garantía de pluralidad, de disenso, de deliberación y del consenso que hace posible la vida democrática”.
El autogobierno universitario emana de la disidencia, del contrapunto, del contraste, “pero sólo es posible si es fruto del encuentro y del compromiso democrático”.
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