Por: Redacción
En la actualidad nuestra Constitución es un documento confuso, contradictorio e inaccesible, incluso para los expertos; sumamente complicado en su estructura y complejo en su redacción: es un texto abigarrado, lleno de “parches” e inconsistencias, señalaron expertos de la UNAM.
Esto es el resultado de las reformas que se le han hecho en distintos momentos y que han desajustado la técnica constitucional. Por ello, hoy corresponde ver cómo darle mayor claridad, expresaron expertos en el Coloquio México: ¿necesita o no una nueva Constitución?, organizado por la Coordinación de Humanidades.
En la mesa “Estado laico, minorías, derechos humanos y garantías de protección”, Pedro Salazar Ugarte, director del Instituto de Investigaciones Jurídicas, dijo que se deben aquilatar en toda su dimensión las enormes aportaciones que la Carta Magna de 1917 tuvo para la construcción de la civilidad política, “frágil, pero real, sobresaltada, pero constante”, que hemos logrado en los últimos 100 años.
Pero las constituciones requieren adecuarse a los tiempos y desafíos que el devenir histórico les va presentando. Por ello, la nuestra cuenta hoy con una extensión tres veces mayor en número de palabras a la que tenía hace un siglo.
Tantas reformas han tenido consecuencias en la dimensión técnica del documento, consideró el experto. Por ello, en el IIJ “nos dimos a la tarea de hacer una propuesta de reordenamiento y consolidación del texto, mejorado técnicamente y complementado con una ley de desarrollo constitucional”.
Es una alternativa que, desde la Universidad, hemos propuesto a los actores políticos relevantes para intentar conservar nuestro pacto constitucional actualizado y, al mismo tiempo, sortear los desafíos que supone ese desajuste técnico.
Pauline Capdevielle, coordinadora de la Cátedra Extraordinaria Benito Juárez sobre Laicidad, de esta casa de estudios y del Instituto Iberoamericano de Derecho Constitucional, sostuvo que la equidad de género y los derechos de las mujeres deben ser considerados como un eje fundamental de la reflexión si queremos una Constitución verdaderamente incluyente.
Los derechos sexuales y reproductivos se relacionan con la laicidad, afirmó. Un Estado laico respalda y garantiza las libertades fundamentales, en particular la de conciencia y religión, y el principio de no discriminación. Más laicidad implica más derechos para las mujeres; la capacidad de ellas para controlar su cuerpo es una condición indispensable para su acceso a una ciudadanía plena, opinó.
Alejandro Carrillo Castro, director de la Fundación Miguel Alemán y exintegrante del Patronato Universitario, señaló que en la Constitución ya está planteado en términos adecuados el asunto del laicismo; no obstante, esa disposición puede no cumplirse a cabalidad por distintos motivos.
Por ello, cuando se haga la revisión del documento para hacerlo más sencillo o evitar algunas contradicciones, y regresar al texto constitucional de 1917, recomendaría que se cambiara una palabra en el Artículo 1º: ‘En los Estados Unidos Mexicanos todas las personas gozarán de los derechos humanos establecidos (y no reconocidos, como dice en la actualidad) en esta Constitución”.
En la Mesa IV, Derechos Políticos, Rolando Cordera, profesor emérito de la Facultad de Economía y coordinador del Programa Universitario de Estudios del Desarrollo, aseguró que la mejor manera de conmemorar a la Constitución es reconfigurar el significado del interés general o del bien común, alineándolo a los objetivos de igualdad, justicia y democracia.
Desarrollo y justicia social deben ser vistos como componentes de la misma ecuación fundadora del Estado mexicano moderno. Esta podría ser la gran tarea: construir una nueva sintonía entre economía y sociedad y, en especial, entre política económica y social, en la perspectiva de un desarrollo cuyo horizonte sea el de los derechos humanos fundamentales: económicos, sociales y culturales. “Como lo fue hace 100 años, es fundamental subrayar la prioridad que tiene lo social”.
Jacqueline Peschard, académica de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, exconsejera electoral y excomisionada del Instituto Federal de Acceso a la Información Pública, refirió que nuestra Carta Magna ha sido reformada en 686 ocasiones (hasta agosto de 2016) y sólo 22 de sus 136 artículos no han sido tocados desde 1917. Tan sólo el 73º, relacionado con las facultades del Congreso de la Unión, ha tenido 77 cambios.
Se ha mantenido el carácter de la República, representativa, federal, democrática; pero sí se necesita algún tipo de ejercicio para darle consistencia, un armazón más lógico, más comprensible. Además, reconoció Peschard, hoy no tenemos la posibilidad de armar un pacto social y político fuerte para lanzarnos a una nueva Constitución.
Por último, Germán Sandoval, de la Facultad de Derecho, consideró que antes que construir una nueva Constitución, hay que refundamentar la democracia, y con ello, al Estado, en donde la clase política se allane al Estado de derecho y no prostituya a las instituciones. Antes que pensar en cambiar la Constitución, “es nuestro deber cambiar a la clase política”.
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