Por: Redacción/
La esencia de la Universidad está en cultivar y engendrar saberes, y en producir progreso con beneficio social, afirmó el rector de la UNAM, Enrique Graue Wiechers, al presidir la ceremonia solemne de investidura a 10 doctores honoris causa.
Se trata de personalidades nacionales y extranjeras. Todos ellos han luchado por mejorar las sociedades a las que pertenecen, han contribuido al bienestar de la comunidad, y su dedicación y valor académico han dejado una huella imborrable, destacó.
Por sus méritos excepcionales y por sus contribuciones a la pedagogía, las artes, las letras y las ciencias, recibieron el máximo reconocimiento que otorga esta casa de estudios Alicia Bárcena Ibarra, Julia Carabias Lillo, Rolando Cordera Campos, José Antonio de la Peña Mena, Donald Bruce Dingwell, Vincenzo Ferrari, Alejandro González Iñárritu, María Elena Medina-Mora Icaza, Roberto Meli Piralla y Sandra Moore Faber.
“Celebramos en nuestros homenajeados la calidad de sus saberes y aportaciones; su trayecto de esfuerzos, de dedicación y de superación constante; la convicción de la necesidad de educar más y mejor, de investigar incansablemente y de crear en libertad y con imaginación.
“En todos ellos existe el común denominador de la excelencia académica. Ésta, en cualquier rama del conocimiento, no puede tener otro fin que no sea el del compromiso con la humanidad, y con el progreso y desarrollo de las naciones”, agregó el rector, acompañado por el presidente en turno de la Junta de Gobierno, Xavier Soberón Mainero; y el vicepresidente de la Junta de Patronos, Othón Canales Treviño.
Previo a dar lectura al acta de sesión extraordinaria del Consejo Universitario, por la que se aprobó otorgar los doctorados honoris causa, el secretario general de la UNAM, Leonardo Lomelí Vanegas, por instrucciones del rector solicitó guardar un minuto de silencio “en solidaridad por el esclarecimiento de los acontecimientos ocurridos hace cinco años en Iguala, Guerrero; por la localización de los estudiantes desaparecidos y por la correcta impartición de justicia”.
Ante los exrectores Guillermo Soberón Acevedo, Octavio Rivero Serrano y José Sarukhán Kermez, así como de directores de facultades, escuelas, institutos, consejos académicos y seminarios universitarios, Graue remarcó que las labores de la Universidad persiguen un fin común: contribuir a lograr un mundo más justo, en equilibrio, con libertad y en paz. “La ciencia y el arte, y quienes se dedican a ellas, no pueden ser considerados como elitistas; su labor conlleva un esfuerzo extenuante de vida en la incesante búsqueda y difusión de la verdad. Gracias a todos ustedes por ese compromiso y ejemplo”.
En la Sala Nezahualcóyotl, expresó que este tipo de ceremonias son un aliento de esperanza, pues recuerdan lo que los universitarios han sido y lo que debemos ser, más en esta época en que el mundo busca nuevos modelos económicos que den respuesta a la pobreza y la inaceptable desigualdad; en la que las fronteras son defendidas por nacionalismos artificiales y demagógicos que violentan los derechos humanos; en la que en aras de un progreso irracional se amenaza con la extinción masiva de especies; y la sinrazón encuentra el pretexto fatal del terrorismo, el crimen y la violencia.
“La obra, la erudición y las aportaciones de nuestros honoris causa han enaltecido al conocimiento y contribuido a las soluciones de los problemas que afligen a nuestra nación y la sociedad global. Sepan que la comunidad universitaria se siente muy orgullosa de ustedes”, concluyó Graue.
Compromiso redoblado con la UNAM y los valores universitarios
A nombre de los investidos con el doctorado honoris causa, Alicia Bárcena Ibarra, secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, destacó que la UNAM es lo mejor de México y “ella nos reconoce como una parte importante de sí misma. Por eso, este reconocimiento también nos interpela y nos exhorta a dar lo mejor de cada uno, para inspirar a otros a hacerlo como representantes de la Universidad”.
La bióloga por esta casa de estudios y maestra en administración pública por la Universidad de Harvard refirió que en un mundo fragmentado donde se cuestiona la evidencia de la ciencia frente a la urgencia de actuar ante el cambio climático, donde las instituciones democráticas no son las que definen las políticas económicas, donde emergen nacionalismos ofensivos y xenofobia, y donde los jóvenes viven en la desazón, el desencanto y la desconfianza, se requiere un entendimiento profundo, voluntad e ideas.
“Creo en esta Universidad, la más grande de América Latina, la mayor por su excelencia y el número de estudiantes de toda Hispanoamérica. El gesto de hoy nos alcanza como el honor más grande que nos ha tocado vivir. Frente a ustedes nuestro compromiso redoblado para ser promotores y embajadores de los valores, convicciones y aspiraciones de ésta, nuestra casa”, dijo.
En su oportunidad, también a nombre de los premiados, el jurista italiano Vincenzo Ferrari subrayó que vivimos una crisis de instituciones sociales, económicas, políticas y jurídicas fundamentales, “que pone en peligro conquistas históricas de libertad e igualdad, que son la misma cosa, pues la igualdad es el reflejo social de la libertad”.
El especialista en sociología del derecho recalcó que los científicos tienen la obligación de contribuir a las soluciones de esas crisis, porque la ciencia es parte de la vida social. “La interdisciplinariedad es indispensable para el conocimiento. Cuántas veces he comprobado hasta qué punto los datos sociológicos, económicos, antropológicos, psicológicos, semióticos, y también los que generan las ciencias naturales, ayudarían a entender mucha de la fenomenología social”.
Tras agradecer la distinción, Ferrari expuso que la UNAM se destaca entre las universidades de América Latina y el mundo por ser una de las más grandes en cuanto al número de docentes y estudiantes, por la alta calidad de su investigación científica en todas las áreas del saber, por la multiplicidad de cursos y enseñanzas, por la vigorosa participación de los estudiantes en la vida académica y por ser conciencia, particularmente visible en una universidad pública, que se funde con su irrenunciable compromiso social y con su interacción entre la ciencia y la sociedad.
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