Por: Redacción/
Con el fin de entender la resistencia para correr de los tarahumaras o rarámuris, Luis Alberto Vargas Guadarrama, del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) de la UNAM, junto con sus alumnos Javier Rivera Morales y Martha Balcázar Quintero, estudian la influencia de factores ambientales, biológicos, culturales, geográficos y alimenticios para explicar las características físicas de esta comunidad.
Según Vargas Guadarrama, tras analizar los resultados obtenidos, es claro que la carrera para los tarahumaras no es algo competitivo —como lo sería para nosotros—, sino consecuencia de una forma de vivir, de concebir el mundo y de ver el Universo, y por ello es preciso evaluar su cultura, sus condiciones de subsistencia y cómo se han relacionado con lo que les rodea.
La iniciativa surgió hace seis años a partir del interés de Balcázar (nutrióloga) y Rivera (antropólogo físico) de ahondar en el tema. Para ello aprovecharon sus contactos con colegas como Patrick Pasquet (del Centre National de la Recherche Scientifique) y se dieron a la tarea de estudiar a los tarahumaras, pero no en un sentido anecdótico, sino en toda su complejidad.
Para el investigador del IIA, un aspecto que debe tomarse en cuenta es que, aunque la carrera rarámuri se conoce desde hace tiempo y está acuciosamente documentada, ha sufrido cambios importantes a últimas fechas debido a la industrialización.
“Ahora tienen patrocinios, les llevan bebidas comerciales y se organizan carreras supuestamente tarahumaras en el Bosque de Chapultepec; todo ello ha hecho que esta actividad pierda parte de sus componentes. Sin embargo, también hemos encontrado que subsisten raíces muy importantes”, subrayó.
Más que una actividad física, una cosmovisión
“La carrera tiene un componente ideológico y de cosmovisión que aún no se ha esclarecido, pero todo parece indicar —porque no hay fuentes históricas— que está muy relacionada con el Sol, el cual es representado en la bola pateada por los corredores mientras se desplazan, lo que podría representar el tránsito del astro a través del cielo y relacionarse con situaciones hidrológicas muy profundas”.
Además, expuso, cada elemento se relaciona con otros; así, esta cosmovisión ligada a los ciclos solares y el agua se vincula a uno de los pilares alimenticos de esa cultura: el maíz, que en la tierra tarahumara crece en una variante única, producto de una selección de siglos y que proporciona los elementos requeridos para la actividad rarámuri.
De ahí surge una bebida de maíz tostado y molido: el pinole, que no sólo se puede almacenar por años, sino que al tomarse les aporta los nutrimentos y energía necesarios para carreras largas.
“Como médico, gran parte de mi actividad se centra en la nutrición y por eso consideramos este factor muy relevante, aunque no el único, pues un elemento no puede entenderse sin el otro. Así, poco a poco vamos construyendo una visión más global”, indicó.
La sierra, clave para entender la vida tarahumara
La comunidad tarahumara se asienta de manera dispersa a lo largo de la sierra, lo que los obliga, desde muy pequeños, a recorrer grandes distancias. Ello ha ido preconfigurando su resistencia corporal que, desde un principio, ha sorprendido a los visitantes de la región.
“La topografía, con subidas y bajadas prolongadas, a veces por kilómetros, obliga a los rarámuris a caminar y correr para llegar a sus destinos. Esta actividad física cotidiana influye en que estén en mejores condiciones, incluso que en poblados vecinos”.
Vargas destacó el trabajo realizado por Javier Rivera, quien “se ha dedicado a estudiar los cambios ocurridos en este grupo indígena a fin de explicar su éxito como corredores. Ha dejado de lado un pensamiento lineal para indagar cómo ciertas características han sido seleccionadas al paso del tiempo, y no sólo lo hace desde la genética, sino desde la adaptación biológica”.
Hasta el momento, ha encontrado algunos cambios en el esqueleto y en la proporción de las piernas de los rarámuris, pero quizá lo más interesante es que no ha hallado genes específicos para la carrera, pero sí algunos que parecen estar ligados al metabolismo, al aprovechamiento de sustancias y a la resistencia. Los resultados no son definitivos, pero es un aspecto que complementa lo que se ha hecho hasta ahora.
Finalmente, Vargas Guadarrama dijo que se sienten orgullosos porque los antropólogos físicos mexicanos siempre han tenido una visión integradora de la sociedad, la biología, la cultura y la alimentación.
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