Por José Sánchez López/
El autor, ha sido reportero durante décadas. Laboró en áreas de Comunicación Social de la policía capitalina y del gobierno federal, muchas de las narraciones fueron de situaciones presenciadas.
***De “retintero” a jefe máximo de la Policía Judicial Federal
***Después, protector de grandes capos del narcotráfico
***Luego, testigo bajo protección para declarar contra ellos
Sobre los orígenes de Adrián Carrera Fuentes, no hay datos concretos, aunque en el populoso barrio de la Merced, principalmente en las inmediaciones del mercado Jamaica, se dice que fue el rumbo donde nació quien se convertiría en el director de la Policía Judicial Federal y en protector de uno de los capos del narcotráfico más poderoso: Amado Carrillo Fuentes, “El Señor de los Cielos”.
De condición humilde, pero con una condición física y una agilidad envidiables, se dice que desde joven le gustó el dinero fácil por lo que rechazaba cualquier trabajo y prefirió hacerse “retintero” (ladrón que arrebata y corre, emulando, por su velocidad, al caballo retinto).
La rapidez con la que lograba escapar de sus perseguidores, le valió el mote de “La Ardilla”, pero aun así, fue atrapado varias veces, lo que lo convirtió en “cliente” de los agentes de la Policía Judicial del Distrito Federal, que lejos de remitirlo, vieron que podía ser “productivo” y lo pusieron a “trabajar” para ellos.
Esos fueron sus inicios dentro de la policía.
Al cabo del tiempo, ya tenía en la corporación y de repente, dejó de ser un ladrón extraoficial, para transformarse en uno “oficial”, ya que ingresó como agente a la Policía Judicial del Distrito Federal (PJDF) en 1966, a la edad de los 24 años.
No obstante su escasa preparación, desde sus inicios demostró amplia “vocación” policíaca y conocedor del mundo delincuencial, comenzó a cosechar triunfos al atrapar a sus mismos compañeros de andanzas, lo que lo que hizo que en breve lapso destacara de entre los demás.
Pero esa misma actitud despertó la antipatía de sus compañeros policías y después de cinco años se vio obligado a presentar su renuncia.
Las amistades le permitieron que en 1972, fuera inspector de Alimentos y Bebidas en la Secretaría de Salubridad, cargo en el que solamente estuvo algunos meses, para después engrosar las filas de la Policía Judicial Federal (PJF).
Fue en dicha corporación donde hizo una meteórica carrera, pues de agente pasó a ser jefe de grupo en Guanajuato, luego jefe de grupo en el área de Interpol y comandante en el área de narcóticos, donde entabló amistad con Arturo “El Negro” Durazo Moreno.
En 1976, cuando Durazo fue nombrado director general de Policía y Tránsito, en el sexenio de José López Portillo, llamó a Carrera Fuentes, quien de 1977 a 1980, fue capitán esa área, en la Dirección de Inspección; mayor inspector de la Brigada de Homicidios y mayor inspector de la Brigada de Robo de Autos.
El modus operandi del mayor Carrera para atrapar delincuentes no era nada ortodoxo; alquiló un hotel, completo, en la colonia de los Doctores y lo convirtió en su cárcel particular.
Ahí era donde llevaba a los presuntos delincuentes, a los que sometía a brutales interrogatorios hasta hacerlos confesar lo que él quería. No fueron pocos los detenidos que murieron durante los “científicos interrogatorios”, pero como la División de Investigaciones para la Prevención de la Delincuencia (DIPD) era la policía preferida del régimen, ninguna acusación prosperaba.
La gota que derramó el vaso, fue cuando se le nombró jefe de un grupo al que denominaron “Jaguares”, destinado exclusivamente para resolver casos que encomendaba de manera personal el director general de la DIPD, Francisco Sahagún Baca.
Uno de esos casos, fue un asalto bancario a la sucursal 62 del Banco de Comercio, situada en Polanco, en agosto de 1981. Los ladrones, colombianos, se llevaron 10 millones de pesos.
Por órdenes de Sahagún Baca, Carrera Fuentes, junto con los mayores de la DIPD, José Luis Licona Morales, Rosendo Páramo Aguilar, Heriberto Nah Esparza, Rodolfo “El Rudy” Reséndiz Rodríguez y Carlos Bosques Zarazúa, se encargaron de las investigaciones y detuvieron a los asaltantes, pero se quedaron con la mitad del botín.
Sin embargo, los asaltantes podrían delatarlos y ello no lo podrían permitir, así que, simplemente, decidieron eliminarlos.
Pasaron cinco meses y, aparentemente, había sido otro de tantos crímenes que quedarían impunes a manos de la temible DIPD, pero el 14 de enero de 1982, 12 cadáveres fueron descubiertos en la Lumbrera 8, en la última compuerta del Emisor Central del Sistema de Drenaje Profundo, en el pueblo de San José Acoculco, en Hidalgo.
El caso fue conocido como “La Matanza del río Tula”.
Por lo destrozado de los cuerpos y el avanzado estado de descomposición en que se encontraban, resultó extremadamente difícil su identificación, pero finalmente se estableció que se trataba de los asaltantes colombianos y de un presunto cómplice mexicano.
La autoría intelectual fue imputada a Sahagún Baca y la material a Carrera Fuentes y a los demás jefes policíacos; no obstante el único que cargó con la culpa de todos fue “El Rudy” Reséndiz y otros agentes de menor rango.
El jefe del grupo “Jaguares” quedó libre de culpa, pero el escándalo lo hizo tomar unas vacaciones forzadas y se fue al estado de Guerrero, en busca de su amigo José Francisco Ruiz Massieu, entonces secretario de Gobierno.
Así, en 1981 ocupó el cargo de jefe de Policía y Tránsito de Acapulco, pero su inestabilidad lo hacía cambiar frecuentemente de empleo, por lo que ocupó diferentes puestos en los gobiernos del Distrito Federal, Morelos e Hidalgo.
En 1983 incursionó en el sistema carcelario y llegó a ser director de los Reclusorios Norte y Sur. En este último conoció a Amado Carrillo Fuentes en 1989, con el que entabló amistad en los 11 meses que estuvo preso.
Durante cuatro años permaneció como carcelero de primer nivel, hasta que en 1993 retornó a la Policía Judicial Federal, como director de aprehensiones, pero meses después, a propuesta del entonces subprocurador, Mario Ruiz Massieu, fue nombrado director general de la corporación federal.
Al cabo de 27 años había alcanzado su meta principal: ser jefe máximo de la Policía Judicial Federal, la corporación de mayor jerarquía en ese entonces y como sus asistentes se llevó a los hermanos José Luis y Víctor Manuel Patiño Esquivel.
A través del tiempo que ostentó los cargos de jefe policíaco en diferentes corporaciones, Carrera Fuentes se hizo de varios comercios en el ramo de la construcción, principalmente en la venta de azulejos y puso una cadena de tiendas a las que denominó: “El Gigante de los Azulejos”.
Los hermanos Patiño Esquivel ya trabajaban para Amado Carrillo, al que ya llamaban “El Señor de los Cielos”.
Años más tarde, luego de haber sido cesado y encarcelado por sus nexos con Carrillo Fuentes y tras haberse convertido en testigo bajo protección, Carrera Fuentes admitió que desde 1993 otorgaba protección a Amado Carrillo:
“Entre julio y agosto de 1993, cuando me nombraron jefe de la policía a escala nacional, los hermanos Patiño Esquivel me invitaron a una cena con Amado Carrillo; en la reunión, Amado me pidió protección, y a cambio me dio un portafolio con 100 mil dólares. Para garantizarle protección, designé a Víctor Manuel Patiño, director operativo de la Judicial; hubo compromiso firme de no perseguir a Amado Carrillo y para ello ordené a un grupo de judiciales para su custodia permanente”.
En sus declaraciones, Carrera Fuentes también admitiría que en un tiempo dio también protección del jefe del Cártel del Golfo, Juan García Abrego.
En marzo de 1998, luego de haber intervenido en las primeras investigaciones de los casos Colosio y Ruiz Massieu, Carrera Fuentes fue detenido por elementos de la misma corporación que dirigió y un juez concedió su arraigo por 30 días.
Posteriormente fue consignado y pasó de funcionario de reclusorios a preso, al quedar confinado en la misma cárcel de la que fue director, el Reclusorio Norte.
Se preveía, dadas las pruebas acumuladas y la confesión del inculpado, que pasaría no menos de 20 años en prisión, pero al acogerse al Programa de Testigos Bajo Protección, instituido desde 1998, salió libre el 18 de julio del 2000.
Actualmente, vive de sus negocios.
Por lo que respecta a los hermanos José Luis y Víctor Manuel Patiño Esquivel, así como otros comandantes federales que también fueron señalados como protectores de Amado Carrillo, éstos, supuestamente, son buscados desde el 2007, al reabrirse las investigaciones, pero hasta la fecha permanecen “ilocalizables”.
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