Por: Redacción
Hacerse tatuajes sin la seguridad de que las agujas y la tinta estén libres de contaminación, compartir jeringas al drogarse y ejercer actividades sexuales sin protegerse con un condón son las prácticas de riesgo más comunes para que, especialmente los jóvenes, adquieran alguna de las hepatitis de origen viral.
“Un problema inicial es que la mayoría de los pacientes no se enteran de que están infectados, pues la hepatitis puede ser asintomática por mucho tiempo, hasta que llega a una etapa avanzada en la que ya ha dañado el hígado, a veces de manera irreversible”, alertó Gabriela Gutiérrez Reyes, de la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM y jefa del Laboratorio de Hígado, Páncreas y Motilidad de la Unidad de Medicina Experimental que la FM comparte con el Hospital General de México Dr. Eduardo Liceaga (HGM), dentro de las instalaciones de este último.
A propósito del Día Mundial contra la Hepatitis, a celebrarse el 28 de julio para crear conciencia de esa enfermedad (que según la Organización Mundial de la Salud, OMS, cada año causa la muerte de 1.5 millones de personas en el orbe), Gutiérrez recordó que, si no se atiende, la inflamación del hígado que caracteriza a la hepatitis avanza a fibrosis, modifica el acomodo y la comunicación de los hepatocitos y continúa a la cicatrización o cirrosis, lo que endurece a dicho órgano e impide su funcionamiento, vital para el organismo.
Este 2015 el lema de la efeméride es “Prevenir la hepatitis, actuar ya”. En torno a ese mensaje, el gastroenterólogo e internista José Luis Pérez Hernández, médico adscrito a la Clínica de Hígado del HGM, recordó que la mejor medicina es la prevención y el principal reto es modificar hábitos.
Una enfermedad, varios orígenes
La hepatitis puede ser causada por infecciones provenientes de virus (como ocurre en los tipos A, B y C), por exceso de consumo de alcohol, por sobredosis de algunos medicamentos o por efecto de células inmunitarias del propio cuerpo que atacan al hígado. Las virales y las tóxicas por alcohol son las más frecuentes.
Las virales se dividen en dos grupos: el de virus hepatotropos, que es frecuente y se aloja principalmente en el hígado, y otro de no hepatotropos, que es raro.
Del primer grupo hay tres variantes: la hepatitis A, la más leve, curable, no es crónica y se previene al lavarse las manos y utilizar alimentos y líquidos libres de contaminación; la B y C, ambas crónicas porque su infección se puede prolongar por muchos años, incluso sin expresar síntomas en las primeras etapas. “En nuestro país la más usual es la C”, señaló Pérez Hernández.
Se transmiten por transfusiones de sangre contaminada, un asunto casi resuelto en México después de 1990 gracias a que en los bancos de ese líquido existen pruebas para evaluar y confirmar que esté libre del virus de hepatitis C, así que al detectarlos se evita la donación de sangre contaminada. Todos los pacientes que fueron transfundidos antes de ese periodo tienen riesgo de padecer esta enfermedad, reconoció.
La condición asintomática de esos virus, que no causan dolor ni reacción alguna, hace que la afección se desarrolle y afecte al hígado de forma grave, incluso hasta la cirrosis. “Cuando llegan a consulta o a un servicio de urgencias vomitando sangre, la hepatitis C está avanzada y los pacientes están cirróticos”, reiteró.
Por ello es importante hacerse un estudio general, para detectar el padecimiento, que también puede contagiarse por material quirúrgico de dentistas o personas que llegaron a utilizar jeringas metálicas no esterilizadas. “El control quirúrgico es cada vez mayor, pero el principal riesgo ahora son los tatuajes (a veces la contaminación está en la tinta), compartir jeringas para drogas y el sexo sin protección”, insistió.
La profesora universitaria destacó que en México el 1.4 por ciento de la población está infectada de hepatitis C, mientras que la cirrosis hepática ocupa entre el cuarto y el quinto lugar entre las causas de muerte. “De esa cifra no sabemos con precisión qué parte se originó con hepatitis C”.
Desarrollan método diagnóstico
Gutiérrez Reyes explicó que, en presencia de los virus de la hepatitis, el hígado responde con una inflamación persistente durante mucho tiempo, que se hace crónica y mata a las células llamadas hepatocitos. En el proceso se sintetizan proteínas que impiden la comunicación entre las células y “al suceder esto se desarrolla la fibrosis y luego la cirrosis, cuando se pierde la comunicación”.
En busca de una alternativa a las biopsias hepáticas, ambos investigadores pretenden utilizar una decena de proteínas como marcadores tempranos. “Ya hemos ubicado unas 10 proteínas que probamos en un centenar de pacientes, pero nos faltan pruebas en al menos 200 para avanzar en el método diagnóstico”, finalizó.
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