Por: Redacción/
La Conferencia de Naciones Unidas sobre Cambio climático (COP 25), celebrada el año pasado en Madrid, España, presentó avances en varios de sus objetivos, sin embargo, demostró también la desconexión entre los gobiernos y la comunidad científica internacional en relación con las prioridades y las acciones para enfrentar la crisis climática, advirtió la doctora Angélica Rosas Huerta, profesora de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
En relación con la Cumbre de la Tierra, realizada en Río de Janeiro en 1992, recordó que pretendió estabilizar las emanaciones de gases de efecto invernadero y reforzar la conciencia sobre el calentamiento del planeta como un asunto de importancia mundial.
En todos los encuentros se han alcanzado objetivos concretos, incluido el reconocimiento de la institucionalización del fenómeno climático en las agencias nacionales y subnacionales de cada país, así como la necesidad de impulsar acciones para responder a las problemáticas; en ese sentido el trabajo que se ha efectuado ha sido sustancial.
Otro elemento es que a partir de estas reuniones se han presentado propósitos, ideas, promesas, protocolos y acuerdos a los que las partes se suman y al final de cuentas han afirmado un consenso en cuanto a la forma como cada nación se implica respecto del tema.
También se han evidenciado aquellos países que no se comprometen o los que no asumen que el cambio climático es un problema público prioritario que debe atenderse de manera urgente, incluidos Estados Unidos, Arabia Saudita, Rusia, Australia y recientemente Brasil.
Otro aporte es la presentación de programas y acciones por parte de las naciones participantes y la construcción de instrumentos jurídicos y de financiamiento que permiten a aquellas que no cuentan con recursos económicos tener los insumos para realizar estas acciones, tal es el caso del Fondo Verde.
Un resultado importante de estas reuniones fueron el Protocolo de Kioto y el Acuerdo de París, que bajo ciertos aspectos podrían ser vinculantes y obligarían a los firmantes a llevarlos a cabo.
La COP 25 –en la que participaron 196 países y la Unión Europea, y que contó con una afluencia de más de 20 mil personas entre jefes de Estado y otros representantes– tuvo una destacada participación de la sociedad civil, que cada vez exige tener más voz y voto, lo que refleja el reconocimiento de la comunidad respecto del problema climático.
Un rasgo significativo de esta reunión fue la presentación de investigaciones que se han desarrollado en los últimos años, las cuales han abonado de diferente manera a las responsabilidades asumidas y que “dan cuenta de que estamos ante una emergencia climática que amerita compromisos más ambiciosos” respecto de cuánto debe reducir sus emisiones cada país.
Hay indicadores que evidencian que a pesar de los acuerdos y las obligaciones que han adquirido los gobiernos, no se observa una disminución en emisiones de bióxido de carbono, sino un crecimiento paulatino de ellas.
En ese sentido se pronostica que no se logre disminuirlas para poder controlar la temperatura a no más de 1.5 grados centígrados, que es lo que establece el acuerdo de París, dijo al participar en el Foro El fracaso de la COP 25 y los impactos para el cambio climático, convocado por la Maestría en Sociedades Sustentables de la Unidad Xochimilco de la UAM.
De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas, si se multiplicaran por cinco los esfuerzos de los países no se lograrán alcanzar los 1.5 grados centígrados, sino sólo dos grados y si se mantienen los planes y las obligaciones actuales se logrará conservar la temperatura a 3.2 grados centígrados, por lo que las investigaciones sobre el tema son elemento crucial para las discusiones en esta cumbre y las posteriores.
Algunos elementos negativos del “telón de fondo” de esta COP fue la participación de naciones que se destacaron por bloquear, incluso desde encuentros anteriores, los acuerdos vinculados al mercado de carbono, como Brasil, Australia, Arabia Saudita y Rusia, así como la negación por parte de las compañías de gas, petrolero y carbón.
Uno de los principales elementos que trastocó los compromisos fue la renuncia y ausencia de Estados Unidos en la conferencia, no sólo como potencia, sino como principal emisor de gases de efecto invernadero.
Enre los retos para la próxima reunión están contar con reglas operativas que permitan la certeza de cómo se va a llevar a cabo la asignación de cien millones de dólares que contiene el Fondo para el Cambio Climático, previsto para 2020. Otro objetivo será el relacionado con los bonos de carbono y otros mecanismos para abatir emisiones.
El acuerdo Chile-Madrid, tiempo de actuar reconoce la gravedad climática a partir de muchas indagaciones generadas sobre el tema, sin embargo, no hubo un consenso en el sentido de que esta gravedad se reflejara en compromisos de aumentar la reducción de emisiones de cada país y la responsabilidad para exhortar a los países en ese sentido se pospuso para el presente año.
También destacó el propósito de que toda acción orientada al tema climático –planes, programas y acciones– tiene que estar sustentada en el conocimiento científico, lo que significa un reto no sólo para la academia, sino para la autoridad gubernamental y su capacidad para conocer de dichos avances para desarrollar sus acciones.
Con la COP 25 se mostró la desconexión entre los gobiernos y la comunidad científica respecto de la urgencia de actuar ante la crisis climática, porque “no basta recuperar el conocimiento para la acción, sino actuar ya, porque “tenemos gente en el mundo que en este momento está muriendo” a consecuencia de los efectos del calentamiento de la Tierra.
Para el doctor José Clemente Rueda Abad, secretario técnico del Programa de Investigación en Cambio Climático de la Universidad Nacional Autónoma de México, esta reunión alcanzó, entre otros, un pacto mundial para que los océanos estén protegidos de acuerdo con las muchas propuestas realizadas desde la ciencia, lo que representa “un logro inédito en una COP”.
Además se logró establecer mayor equidad social a nivel global en la acción climática, así como los mecanismos para abordar las pérdidas de los países más vulnerables frente al calentamiento del planeta, entre otros.
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