- Ellas también viven la violencia, sienten el dolor y la rabia, porque son madres, son hijas, son hermanas, son víctimas, son luchadoras, son heroínas y también las esperan en casa.
Por: Roberto Barco Celis/
Entre iguales no debiera ocurrir. La ropa no hace diferencia. Las profesiones, labores o actividades a que se dedique cada quien únicamente establece tareas diferentes, objetivos distintos. Sin embargo, ayer y todos los días hay mujeres que —al igual que muchas otras— también sufren violencia, acoso, desigualdad, brecha salarial con respecto a los hombres. Aunque ellas todavía padecen algo más: actos de repudio por portar el uniforme de la policía capitalina, en días de marcha.
El peso de escudo, las rodilleras, las coderas, el chaleco, el casco y un extintor, es lo único que las protege de las agresiones por parte de las mujeres del Bloque Negro y de un posible despido o hasta el encarcelamiento si es que exceden la fuerza al tratar de contener los martillazos y los cohetones.
Y ahí van ellas, en fila, corriendo o caminando desde el Ángel de la Independencia, hasta el Zócalo. Ellas sólo tienen una encomienda, vigilar a los colectivos de mujeres que marchan por el Día de Acción Global por un Aborto Legal, nada más, no reaccionar ante provocaciones, aguantar todo lo que se pueda y no perder la compostura, aunque entre ellas se escucha de vez en cuando, un “déjenme respoder”.
Ellas también viven la violencia, sienten el dolor y la rabia, porque son madres, son hijas, son hermanas, son víctimas, son luchadoras, son heroínas y también las esperan en casa.
Ellas son las hijas de Atenea, mujeres policía que en cada marcha terminan aplaudidas por su compañeros al llegar al cuartel, porque resisten el embate de dos frentes, el laboral y el de mujer.
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