Por: Redacción
“Hoy, hemos gastado el 86 por ciento del petróleo que tenemos en México”. Nuestro país tocó su pico de producción en 2004, y ahora se cumplen 13 años de una producción en caída. Lo mismo ocurre con el gas, con el cual se produce más de 50 por ciento de nuestra electricidad, afirmó Luca Ferrari, investigador y exdirector del Centro de Geociencias de la UNAM en Juriquilla, Querétaro.
Pero la solución a este problema no es la técnica llamada fracking, pues esa explotación de hidrocarburos no convencionales produce fallas geológicas que provocan sismos, contaminación del agua y efectos adversos en la biodiversidad. “El tema ha provocado que muchos países la prohíban”, añadió Ramón Carlos Torres, del Programa Universitario de Estudios del Desarrollo (PUED).
En México, se considera que hay alrededor de mil pozos de fracking abiertos por Pemex en Coahuila, Nuevo León, Puebla, Tabasco, Tamaulipas y Veracruz. Y es que las reservas probadas de petróleo en el mundo ya sólo alcanzarán para 30 años de extracción al ritmo actual; en el caso de nuestro país, puede ser de ocho o nueve años.
Al respecto, Luca Ferrari expuso que los principales productores de petróleo son Arabia Saudita, Rusia y Estados Unidos; el primero necesita 400 pozos para producir lo que el vecino país del norte obtiene en 35 mil 699 pozos.
El fracking, amenaza para los derechos humanos
Ramón Carlos Torres acotó que aunque el gas natural ha cobrado importancia dentro de los hidrocarburos, con el 22 por ciento de la oferta mundial primaria de energía (en 2040 llegará a ser de 28 por ciento), su periodo como determinante del patrón energético de la humanidad tiende a disminuir aceleradamente.
Frente a esto, el fracking o fractura hidráulica para obtener los llamados hidrocarburos no convencionales ha cobrado importancia desde inicios de la década pasada en Estados Unidos, reiteró.
No obstante, los costos de extracción del gas y petróleo alojados en las “rocas madre”, como las lutitas, no sólo son muy altos para un recurso que duraría unos cuantos años, sino que representan una amenaza para los derechos humanos.
Ferrari explicó que se denomina “no convencional” a la roca madre en donde se ha formado el petróleo convencional; son formaciones no permeables (lutitas) donde hay gotas de petróleo y gas atrapadas.
En tanto, Antonio Hernández Espriú, coordinador académico del grupo de Hidrogeología de la Facultad de Ingeniería, indicó que el consumo de agua para el fracking es muy complejo. México enfrenta retos como que la cuenca de Sabinas-Burgos (continuación de la lutita Eagle-Ford, de Texas, ampliamente explotada) es una zona árida. Así, el agua subterránea condicionará en gran medida el éxito de la explotación de shell-gas (lutita).
“Hay que diversificar las fuentes de agua para el fracking, porque si nada más dependemos de los acuíferos en la parte norte del país –que sostienen la irrigación, el consumo humano y la producción de carbón– estaremos en graves problemas hídricos”.
Por último, Aroa de la Fuente López, integrante de Fundar y de la Alianza Mexicana contra el Fracking, dijo que es un hecho que ninguna regulación es suficiente para evitar los daños cuantiosos de esta técnica. Tiene impactos sociales relevantes, ya que amenaza los derechos humanos, al agua, a la salud, a la alimentación, a un ambiente sano y a la autodeterminación y autonomía.
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