Por: Redacción/
Investigadores de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) y de otras instituciones de educación superior proponen al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) la realización de un estudio epidemiológico prospectivo longitudinal para dar seguimiento, durante 15 o 20 años, a los hijos de infectadas de COVID-19 durante el embarazo, con el fin de identificar posibles secuelas en el neurodesarrollo y proponer estrategias para su atención oportuna.
El doctor Gustavo Pacheco López informó que el proyecto Programación fetal del neurodesarrollo por activación inmune materna por SARS-CoV-2 en los valles de Toluca y México es planteada ante la evidencia epidemiológica y experimental preclínica que indica que las infecciones virales durante el embarazo, en particular durante el primero y segundo trimestres, son críticas para el cerebro y representan “factores de riesgos significativos” de desarrollar trastornos neuropsiquiátricos en la descendencia, entre ellos autismo y esquizofrenia.
En el contexto de la pandemia provocada por el nuevo coronavirus que azota el mundo se estima que alrededor de 200 millones de mujeres en estado de gravidez serían contagiadas por el virus SARS-CoV-2 antes de que se cuente con una vacuna, mientras que en México se proyecta que para finales de 2020, “cuando se esperaría el acceso a una vacuna”, ya habrían sido afectados más de 850 mil embarazos, por lo que “estamos hablando de números mayúsculos que apuntan a tener un rastreo de estos casos, porque no los podremos prevenir” antes de que exista una inmunización con campañas de vacunación masivas.
El director de la División de Ciencias Biológicas y de la Salud de la Unidad Lerma de la UAM refirió que en 2008, Noruega inició un análisis epidemiológico prospectivo longitudinal para dar seguimiento por varios lustros a 4,500 hijos de contagiadas por el virus de la influenza AH1N1, denominado Cohorte Nor-Flu.
“Nosotros estamos trabajando en una propuesta al Conacyt para que la evalúe y considere emitir una convocatoria, con el fin de generar una cohorte similar que haga un rastreo, si no de los 850 mil probables embarazos infectados por el COVID-19, sí de un número importante de aquellos que quieran participar en este proyecto de investigación”, no sólo en el periodo crítico de vivir o morir por la infección –“al que todos estamos enfocados y concentrados”– sino en la vida posterior, porque el nacimiento de un bebé después de que su madre sufrió COVID-19 “no es el fin de la historia”, incluso si nació libre de la enfermedad.
Datos epidemiológicos en humanos y provenientes de modelos experimentales en ratones con los que se trabaja en la UAM han revelado con “certeza que existe mayor riesgo de sufrir esquizofrenia en quienes padecieron una infección viral en el primero y segundo trimestres del embarazo”, lo cual permite calcular que en México “habrá una generación de niños y adolescentes con mayor probabilidad de desarrollar autismo o esquizofrenia, porque desafortunadamente no los podremos detectar de inmediato, sino que habrá que esperar y darles seguimiento” durante esas etapas de sus vidas.
La esquizofrenia termina de manifestarse en la adolescencia, por lo que este estudio de largo aliento se prolongaría hasta el año 2035, cuando se estaría en condiciones de descartar algunos casos y acompañar a otros en el incremento de estos trastornos neuropsiquiátricos.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, la prevalencia del espectro autista y esquizofrenia afecta a entre 0.5 y 1.0 por ciento de la población mundial y en México a 0.7 por ciento, es decir, existen alrededor de 900 mil mexicanos con estas alteraciones, diagnosticadas o no.
Otro punto abrumador de la realidad epidemiológica del coronavirus es que con el incremento de los embarazos infectados durante la pandemia, se estima –aun cuando sería difícil establecer un número– que “muy probablemente estaríamos aumentando desde 50 hasta cien por ciento de pacientes con esquizofrenia para 2035”, apuntó el doctor Pacheco López.
Además, estadísticas de 2018 reportaron que en el país había 3.4 psiquiatras por cada cien mil habitantes, lo que se torna más crítico si se observa la situación por entidades, ya que mientras en la Ciudad de México la proporción es de 21 por cada cien mil, en el Estado de México es de tan sólo de 1.2.
La Casa abierta al tiempo forma recursos humanos especializados en Psicología Biomédica –una disciplina esencial para la atención de la salud mental basada en evidencias– y cuenta con proyectos financiados por organismos nacionales e internacionales sobre temas diversos, incluido el Modelo preclínico de activación inmune materna y programación fetal del neurodesarrollo, dirigido por el doctor Pacheco López.
La nueva propuesta al Conacyt –cuya respuesta se espera para mediados de mayo– es liderada por la UAM, en sus unidades Lerma, Iztapalapa y Xochimilco, con la participación de científicos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados, y el Hospital Materno Perinatal Mónica Pretelini, un nosocomio COVID-19 de Toluca que recibe a mexiquenses en estado de gravidez diagnosticadas con dicho padecimiento.
Acerca del modelo preclínico explicó que con una molécula mimética-viral –que por su semejanza es reconocida por el sistema inmune como una amenaza viral, pero no es infecciosa– inyectada a ratonas embarazadas pueden realizarse análisis en condiciones muy controladas, gracias a las oportunidades que brinda la Unidad de Producción y Experimentación de Animales de Laboratorio-Bioterio (UPEAL-B) de la Unidad Xochimilco de esta casa de estudios.
Esto permite no esperar a ver qué pasará en 15 o 20 años en humanos, ya que en 21 días se logra la gestación de un ratón que se volverá adulto en el día posnatal 110, en el cual se pueden hacer pruebas conductuales. “Nosotros podemos infectarlos, acelerar los tiempos y hacer al modelo muchas preguntas que en la gente no sería ético”.
El sistema inmune de la ratona reconoce la molécula mimética-viral como si fuera un virus, por lo que monta una respuesta, “que a través de mensajeros moleculares llamados citoquinas cruzan la barrera placentaria y llegan al cerebro del feto para sensibilizarlo”.
Entonces, el problema no es que el virus contagie al feto, sino que la respuesta inmune de la madre gestante que lo combate genera moléculas como las citoquinas, que viajan por el torrente sanguíneo materno, cruzan la barrera placentaria y afectan el crecimiento embrionario intrauterino.
El doctor Pacheco López expuso que se habla de programación fetal porque “los cerebros se sensibilizan y parecería como si se programaran para tener un neurodesarrollo particular y anormal”. En este modelo “hemos visto que aquellos animales que sufrieron una infección viral durante la primera mitad de la gestación tuvieron, en comparación con otros que no, mayor probabilidad de desarrollar un fenotipo esquizofrénico”.
Otro rasgo importante de esta investigación preclínica es que también se trabaja con un refinamiento del mismo modelo denominado “de doble hit”, en el que además del primer golpe, o hit, que representa la respuesta inmunológica que la progenitora produce ante la infección viral, se impone un segundo, pero en la etapa juvenil de la progenie, relacionado con un “insulto ambiental” que puede ser el estrés u otros que provocan un “desenmascaramiento” de la programación inicial ocurrida en la etapa intrauterina, lo cual acelera y aumenta la prevalencia del fenotipo esquizofrénico.
Esto significa que no todos los niños cuyas madres sufrieron una infección viral intensa, como la que induce el coronavirus, van a padecer esquizofrenia o autismo, porque no es el único factor que la ocasiona, sin embargo, si adicionalmente la adolescencia no es protegida, se sobreexpondrán a que se desenmascare esa programación fetal de su neurodesarrollo y entonces aumentará la frecuencia de aparición y severidad de dichos trastornos neuropsiquiátricos.
El miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel II, reafirmó la relevancia de que el Conacyt apruebe el estudio, ya que “tenemos la oportunidad de iniciar una cohorte y, si no lo hacemos ahora, no lo vamos a hacer después, porque los niños se van, aparecerá la vacuna y después será muy complicado” un seguimiento.
“Tenemos una ocasión extraordinaria que en definitiva no hubiéramos querido que sucediera”, pero “en medio de la tormenta asumimos que es el momento de aprovecharla para hallar elementos de prevención, atender futuras contingencias y tomar decisiones con evidencias científicas”, finalizó el licenciado en Biología Experimental por la UAM; doctor en Ciencias Biomédicas por la UNAM y el Instituto de Psicología Médica de la Universidad de Duisburg-Essen, Alemania, y Premio Estatal de Ciencia y Tecnología del Estado de México.
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