Por: Redacción/
En torno a la capacidad de la imagen para pensar y conversar con la literatura y viceversa se reflexiona en Kafka. Las escenas de lo humano, obra compilada por los doctores Diego Lizarazo Arias y José Alberto Sánchez Martínez, académicos de la Unidad Xochimilco de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
La publicación surgió a propósito del centenario del nacimiento del escritor checo de origen judío y comenzó a gestarse desde 2016, luego de haberse celebrado en 2015 los cien años de la publicación de uno de sus libros más difundidos: La metamorfosis.
Hace dos años los docentes fueron invitados por la Bienal Internacional del Cartel en México para presentar la colección de la obra plástica que resultó seleccionada por la emisión de la convocatoria Vestigio de un sueño intranquilo dirigida a diseñadores gráficos dedicados a trabajar sobre aquel texto en “una producción que llegó a Praga, Nueva York y París, y que tuvo muy buena acogida no sólo en el país”.
Lizarazo Arias comentó que les interesó “profundizar junto con varios colegas de la universidad aún más sobre la pertinencia, significación, fuerza interrogadora del autor en el contexto contemporáneo y su imaginario que sigue siendo intempestivo, y lo hicimos con la elaboración de ensayos e imágenes”.
El doctor Mauricio Andión Gamboa, profesor-investigador del Departamento de Educación y Comunicación de la citada sede académica, celebró la coedición con Siglo XXI compuesta por diez capítulos que abundan sobre el papel que cumplen los carteles desde una perspectiva interdisciplinar, al conjugar la colaboración desde la hermenéutica de la imagen, semiótica, historia de la cultura, antropología, lingüística, estudios literarios o la filosofía.
“Las lecturas nos invitan a leer a Kafka, a sumergirnos en el universo intrincado y oscuro del ser que estuvo a punto de no salir a la luz, además de que busca una mejor comprensión de La metamorfosis, principalmente, ya que es muy difícil de penetrar, porque se ha buscado toda clase de simbolismos e ideas subyacentes, de una verdad escondida pero, en realidad, como lo sostuvo alguna vez su traductora, son fútiles”, mencionó.
Andión Gamboa opinó que más que simbolismos son alusiones “a experiencias agudas, angustiosas y estrujantes, en las que se recoge todo lo que Kafka sufrió en su vida trágica y, en esa medida, su obra refleja ese dolor”.
También habla de la escritura como un momento de soledad y alude a su existencia oprimida a modo de tortura, en un ejercicio que permitió que procesara lo que le sucedió y al final, antes de su muerte, trató de destruir sus escritos, pero gracias a su amigo fueron recuperados también El castillo, El proceso y El desaparecido.
El doctor Alejandro Montes de Oca Villatoro, investigador del Departamento de Educación y Comunicación de la Unidad Xochimilco de la UAM, advirtió que no se trata de una obra sobre interpretada, pues “faltan todavía muchas lecturas porque es muy profunda e imposible de agotar, pues no hace falta leerla para saber que al amanecer el personaje se ha convertido en una cucaracha, esa imagen ha permeado el imaginario colectivo y todo mundo sabe de esta transformación”.
Kafka era muy exigente y autocrítico respecto de su propia escritura y de hecho El proceso no estaba terminada por lo que había pedido a su amigo Max Brod no darla a conocer públicamente, pero al ser el promotor de su primer libro Contemplación sabía que pedirle quemar su obra era solicitarle otra cosa”, indicó.
Si bien su trabajo de ficción sobresalió, sus diarios y cartas son igualmente interesantes y forman parte de su obra magna, la cual será editada completa por el Circulo Gutenberg de Lectores.
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